Cuando se coleccionan objetos que no tienen un gran valor material, como tarjetas postales, fotos de bodas, peonzas, cajas de cerillas, discos de un cantante determinado, en fín, artículos que no pueden considerarse en si mismos obras de arte pero que, gracias al interés, dedicación y dinero (aunque sean pequeñas cantidades) del coleccionista, se han convertido en piezas importantes dentro de un conjunto interesante, es normal que el coleccionista se sienta satisfecho del resultado y se preocupe de cuál va a ser el futuro de su colección.
Y no hay que ser muy perspicaz para saber, que el futuro de una colección es muy incierto. ¿Qué puede pasar con ella? ¿acabará dispersada entre la familia? ¿la dispersará la familia en cuánto pueda? Si el coleccionista no toma ninguna iniciativa al respecto, cuando él fallezca se hará la transmisión de esos objetos a sus herederos. En caso de que tenga varios herederos, bien se procederá al reparto de lotes o se pondrá a la venta la colección, para repartirse lo recaudado.
Si el coleccionista se siente tentado por querer preservar reunida su colección, puede hacer una donación "entre vivos" o un legado, para después de su muerte. Sea el que sea el tipo de transmisión elegido, se tendrán que pagar los impuestos correspondientes.
Una colección, normalmente, no se hace con un fin altruista, así es que el coleccionista no espera el reconocimiento de la sociedad, pero tampoco parece justo que se le haga pagar a él o a sus herederos, el “valor añadido” de unos bienes que sin su intervención habrían desaparecido de la circulación o ni siquiera serían bienes... Así es como se penaliza el interés, la curiosidad, la Cultura.
Volviendo al futuro de nuestras colecciones, ¿qué es mejor? ¿testar? ¿no testar? Es un asunto muy delicado, así es que, quizás, el mejor consejo que nos podemos dar es que hay que ser muy pragmático y disfrutar de ellas todo lo que podamos, sin pensar demasiado en el futuro que les espera... Después de todo ¿a quién se le puede reprochar no querer vivir con seis mil hueveras?
Y no hay que ser muy perspicaz para saber, que el futuro de una colección es muy incierto. ¿Qué puede pasar con ella? ¿acabará dispersada entre la familia? ¿la dispersará la familia en cuánto pueda? Si el coleccionista no toma ninguna iniciativa al respecto, cuando él fallezca se hará la transmisión de esos objetos a sus herederos. En caso de que tenga varios herederos, bien se procederá al reparto de lotes o se pondrá a la venta la colección, para repartirse lo recaudado.
Si el coleccionista se siente tentado por querer preservar reunida su colección, puede hacer una donación "entre vivos" o un legado, para después de su muerte. Sea el que sea el tipo de transmisión elegido, se tendrán que pagar los impuestos correspondientes.
Una colección, normalmente, no se hace con un fin altruista, así es que el coleccionista no espera el reconocimiento de la sociedad, pero tampoco parece justo que se le haga pagar a él o a sus herederos, el “valor añadido” de unos bienes que sin su intervención habrían desaparecido de la circulación o ni siquiera serían bienes... Así es como se penaliza el interés, la curiosidad, la Cultura.
Volviendo al futuro de nuestras colecciones, ¿qué es mejor? ¿testar? ¿no testar? Es un asunto muy delicado, así es que, quizás, el mejor consejo que nos podemos dar es que hay que ser muy pragmático y disfrutar de ellas todo lo que podamos, sin pensar demasiado en el futuro que les espera... Después de todo ¿a quién se le puede reprochar no querer vivir con seis mil hueveras?
3 comentarios:
Te felicito por tu ingenio y laboriosidad! ENHORABUENA!
muchísimas gracias por tu mensaje, Enri
yo cuando me muera le donaré mi colección a algún amigo que colecciona lo mismo que yo, así él podrá seguir disfrutando viendo la colección.
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