jueves, 30 de septiembre de 2010

Una colección de botellas de cerveza




El líquido

color miel








El coleccionista que hoy os presentamos se llama Fernando, es de Burgos y colecciona botellas de cerveza. Nos cuenta que la cerveza le ha gustado siempre, sobre todo en verano porque es muy refrescante. Al principio guardaba las botellas de las cervezas por su aspecto estético, simplemente porque le gustaban y le daba pena tirarlas, pero, casi sin darse cuenta, se encontró que ya estaba coleccionándolas. De eso hace ya unos seis años. A partir de entonces se interesó por marcas extranjeras y se tomó en serio lo de experimentar nuevos sabores y buscar marcas distintas.

El hecho de que Fernando coleccione botellas de cerveza no es algo que debamos interpretar literalmente, pues no está interesado solamente en el recipiente, sino también en el contenido.

Y es que es evidente que para conocer mejor el mundo de la cerveza y las características de cada marca, hay que probar la cerveza. Excepcionalmente, si encuentra alguna botella de cerveza antigua todavía llena, la guarda con su contenido original, pero, como nos ha comentado, lo normal es que tenga las botellas de su colección vacías.

La historia de la cerveza se remonta lejos en el tiempo y su rastro aparece en documentos públicos y privados de todas las culturas. Se empieza la cronología de su existencia con las civilaciones sumeria, allá por el 3.000 a.C. (en este tema de las fechas hay muchas variaciones y se manejan los años, mil arriba mil abajo, con mucha alegría...). De ellos pasó a los babilonios y asirios. Todos la fabricaban a partir de la fermentación de cereales, pero no de cebada, pues no la conocían todavía.

En Egipto, que la hacían a partir del trigo, también fue muy importante su consumo. Pero finalmente fueron los romanos quienes introdujeron la cebada en su fabricación y llevaron esa técnica por el Norte de Europa. Recordemos que la cerveza se elabora, como hemos mencionado, con el trigo y la cebada, pero también con mezclas de otros cereales, como centeno, avena, maíz y arroz.

A principios de la Edad Media se empezó a utilizar el lúpulo para la fabricación de cerveza. El lúpulo es una planta trepadora que ya se conocía desde muy antiguo y que se había venido usando con otros fines, entre otros, como conservante y medicamento.

Con este nuevo ingrediente, que además de darle el característico sabor amargo tenía poder antiséptico, se comenzó a elaborar la cerveza en el siglo XIV en los monasterios del Norte de Europa. Hasta entonces, se había hecho sólo con agua, cebada malteada y la levadura. Los monjes de los monasterios vendían los excedentes de cerveza que producían para su consumo y se beneficiaban de las exenciones fiscales que disfrutaban, obteniendo con ello muy buenos ingresos. Lo que, por otra parte, significaba una clara y desleal competencia hacia los elaboradores laicos, que no podían competir con ellos.

Hay algunas marcas actuales, concretamente en Bélgica, que todavía se producen en aquellos monasterios y están protegidas con la denominación de trapistas (de la órden del Císter).

Para ello tienen que cumplir unos requisitos determinados, como ser elaboradas en un monasterio trapista, que esté supervisada la producción por un monje de esa orden, etc. Encontramos, entre estas marcas, la de Chimay, Nuestra Señora de St. Benoît, Nuestra Señora de Koningshoeven, etc. La denominación abadía se atribuye a elaboraciones artesanales de parecidas características a las trapenses, pero que no reunen todo lo que se exige para obtener esa denominación.

En este rápido flash sobre la historia de la cerveza no podemos dejar de mencionar la aportación decisiva que hizo Louis Pasteur, a finales del siglo XIX, al descubrir los microorganismos que originan los distintos tipos de fermentación. Gracias al proceso térmico al que se somete a la cerveza, que recibe el nombre de pasteurización en honor de su descubridor, se eliminan los microorganismos que pueden ser dañinos para las personas.

Se dice que el embotellado de la cerveza en vidrio se inició en Inglaterra, concretamente en Hertfordshire, por un párroco llamado Alexander Newell, hace unos 440 años, aunque se comenzó a envasar la cerveza en recipientes de vidrio transparente para su comercialización a principios del siglo XIX. A partir del momento en que pasó presentarse en botellas, se puso más atención en darle un color y una presencia atractivos.

Habitualmente los envases de cerveza se han venido fabricando en color marrón o verde obscuro, con el fin de preservar el líquido de la acción de la luz. También se ha utilizado el vidrio transparente con determinadas cervezas, cuando se ha querido destacar el color especial de la bebida. En la actualidad, además de los envases clásicos se presentan algunos recubiertos de película plástica y otros siguen utilizando recipientes de cerámica.

Por lo que se refiere al tamaño de las botellas, las medidas más convencionales son las de 300 ml., 330 ó 375 ml, dependiendo de las marcas y países.

Cuando le preguntamos a Fernando cuáles son sus piezas preferidas él distingue entre las que ya tiene y las que son sus principales "objetivos", porque todavía no están en su colección. Entre las predilectas que ya tiene, figuran indiscutiblemente algunas de aquellas con las que empezó a introducirse en este mundo de la cerveza, como una Samuel Smith Imperial Stout, 0 la Duchesse de Bourgogne, entre otras. También valora especialmente algunas que le han regalado amigos y familiares, como la Shake's Beer o la Beninoise, que le trajeron desde Benin.

Entre las que tiene como próximos objetivos (aparte de todas aquellas que no tiene) sería una cerveza cubana que se llama Hatwey, alguna cerveza de Israel y la única cerveza que se hace en Palestina, y todas las cervezas que pueda conseguir de Estados Unidos, donde piensa que se está haciendo un trabajo espectacular en este campo.

Los países que están mejor representados en su colección son: España, Bélgica, Alemania, Inglaterra y USA. Fernando consigue nuevas piezas sobre todo en tiendas online especializadas en cervezas. También en viajes, ya sea propios o ajenos (amigos y familia); intercambiando con otros coleccionistas y bloggers; en grandes superficies y locutorios y ¡donde se puede!
Lo cierto es que hay más coleccionistas de latas de cerveza que de botellas. Y, parece ser, que la última tendencia es coleccionar botellas monobloque, es decir, aquellas botellas que en vez de ser de cristal son de aluminio. Yo no sé si debe haber coleccionistas, simplemente, de nombres de cerveza, pero sería divertido y curioso, porque abundan los nombres chocantes y un poco extravagantes, desde un "Te Deum" o "Eau bénite" hasta el de "La Mort Subite", "Delirium Tremens", "Delirium Nocturnum", "La fin du Monde", "Bière des sorcieres de Beselare", "Bière des naufrageurs", "Bière du corsaire", etc.

El almacenaje de las piezas de esta colección es un poco complicado, porque ocupan mucho espacio, aunque lo más engorroso es la limpieza, pues de vez en cuando hay que quitarles el polvo a todas las botellas, una a una. Fernando tiene un blog "Coleccionando cerveza" en el que muestra su colección. Allí da muchos datos sobre diversos aspectos relacionados con la cerveza y ofrece su espacio a otros coleccionistas, para que también ellos informen sobre este tema y hablen de sus colecciones. Y es que una cervecita siempre sabe mejor cuando se toma en compañía.














jueves, 23 de septiembre de 2010

Una colección de cerillas




¡está que arde!








Rubén Kotler, además de Historiador y Periodista, es un coleccionista argentino de fósforos, concretamente de cajas de cerillas o cerillos, que de las dos maneras se les llama. Sabido es que las populares cerillas son unas varillas con un extremo recubierto por una sustancia que al frotarla a una superficie rugosa adecuada se enciende. Esa varilla puede ser de madera, cartón, papel o de papel con cera (de ahí el nombre de cerilla).

En realidad los fósforos son, básicamente, de dos tipos:

- integrales, cuando se encienden por fricción contra cualquier superficie rugosa, porque contienen un compuesto de fósforo en la cabeza, de ahí lo adecuado de llamar a este tipo "fósforos".
- de seguridad, cuando solamente se encienden si se friccionan contra la superficie de su propio rascador, que es donde se encuentra el fósforo.

Es dificil establecer el origen de las cerillas, como ocurre con casi todas las cosas, ya que la idea inicial fue cambiando mientras se buscaban soluciones a los problemas que iban surgiendo en cada fase.
Consultando las fuentes que hemos encontrado en la red, hemos sabido que fue John Walker quien, en principio, descubrió fortuitamente la posibilidad de encender unas varillas por raspado, y ésto fue alrededor de 1830. Después, a Samuel Jones se le ocurrió comercializar el invento. Se reemplazó el sulfuro de antimono por fósforo blanco, pero el problema era que el fósforo blanco se inflamaba muy rapidamente y era muy tóxico. Entonces el objetivo fue buscar algo para reemplazarlo y, entre otras substancias, se comprobó que el fósforo rojo podía ser útil.
Pero no es nuestro objetivo transcribiros la información que vosotros mismos podéis encontrar, sino hablaros de la colección de Rubén Kotler.

Nuestro coleccionista empezó a coleccionar cajitas de fósforos por coleccionar algo, imitando lo que veía hacer a sus hermanas mayores, ya que ellas coleccionaban de casi todo: gomas de borrar, etiquetas, billetes... Rubén, para no ser menos que ellas, empezó a reunir sacapuntas, lo que pasa que cuando alguien de la familia necesitaba uno venía directamente a buscarlo a su colección y lo utilizaba, sin ningún reparo al hecho de que formaba parte de la colección. Así es que, como comprendió que su familia no tomaba muy en serio la colección, decidió cambiar a otra. Fue entonces cuando empezó con las cajitas de cerillos, de esto hace ya unos diez u once años.

Actualmente cuenta con unas 2000 cajas únicas. Las tiene de todo tipo, tamaño, diseño, color y procedencia. Las hay de forma muy variada, siendo las más comunes tanto las clásicas llamadas de "cajón", porque se abren como si lo fueran o las conocidas como de "carpeta" o pitillera, en las que el tronco o varilla de los fósforos son planos.

La colección ha podido crecer gracias a algunas ayudas importantes, una de la que más le impactó fue la siguiente: en el año 2004, cuando contaba con 800 ejemplares, decidió socializar un poco organizando una exhibición en su ciudad natal, Tucumán. Una persona que había visitado la muestra le llamó un día para enseñarle sus cajitas de fósforos, unos mil ejemplares. Para sorpresa de Rubén, este señor le ofreció la colección toda entera, pues le explicó que él ya no podía ocuparse de ella.

Aunque Rubén sabe que hay colecciones con un número impresionante de piezas (en su blog da información de un museo de Portugal donde se muestran 20.ooo), él piensa seguir trabajando en la suya con ilusión. Le gustaría conseguir una representación importante y llegar a exhibirla de modo permanente.

Entre las piezas preferidas hay algunas muy sugerentes. Una de ellas, p. e. es histórica y sirvió de propaganda de la dictadura militar de Argentina. Otras merecen una mención especial por su antigüedad y diseño, como una que tiene de una Fragata. Hay que decir que las cajas de Fragatas son un clásico en Argentina y tienen ya alrededor de 4O años de antigüedad. Considerando el diseño, Rubén aprecia las que tiene con figuras tridimensionales, también las miniaturas... Y las cerillas de cera, que pueden considerarse ya una "especie en extinción".

Para conseguir nuevas cajas Rubén recurre al modus operandi de casi todos los coleccionistas: pedirles a los parientes y amigos que viajan que le traigan alguna pieza. El, personalmente, controla todas las cajitas que circulan a su alrededor y no hay que dudar que, en cuanto ve alguna que no tiene, hace todo lo posible y casi todo lo imposible por conseguirla.

Gracias a su blog, "El Koleccionista de Fósforos", que inauguró ya hace más de tres años, está en contacto con otros coleccionistas, muchos de los cuales también exponen sus colecciones en la web. Si bien es cierto que no es fácil intercambiar cajitas por correo postal, el hecho de poder compartir información es ya una gran satisfacción, además de ser un consuelo el saber que hay otros "locos" por el mundo.

Además de las cajas de cerillas, poco a poco Rubén se ha ido interesando por todo lo relacionado con el tema: artículos periodísticos, cuentos, chistes, publicidad. Por lo que respecta a la historia general de los fósforos, Rubén, modestamente, nos dice que no ha hecho muchas averiguaciones, aunque, entre muchos otros comentarios interesantes que tiene en su blog hay una reseña del libro de Angel Prignano, que trata de la historia de las cerillas en Argentina.

No se les suele dar mucha importancia a las cerillas cuando se tienen (aunque en ocasiones se daría cualquier cosa por encontrar alguna...) pero son unos útiles universales que a pesar de las innovaciones que han aparecido para hacerles la competencia (mecheros de bolsillo, encendedores de cocina, etc,) prestan muchos servicios. Uno de ellos podría ser el que nos recomienda el refranero español: "Es mejor encender una cerilla que maldecir la oscuridad", para lo que siempre va bien tener una cerilla a mano...




jueves, 16 de septiembre de 2010

Lote nº 56 de imágenes de casas construídas sobre la vía pública y pasajes

Foto nº 331: Chinchón (Madrid). Angel Pérez Avellaneda


Foto nº 332: Girona. M. J. Fuster


Foto nº 333: Labraza (Álava). Goretti Mendia.

Foto nº 334: Fórnoles (Teruel). Bruce Taylor
Foto nº 335: Girona. M. J. Fuster


Foto nº 336: Labraza (Álava). Goretti Mendia.



Si quieres enviarnos una foto puedes hacerlo a:


¡Gracias!




sábado, 11 de septiembre de 2010

Una colección de cromos de fútbol y trading cards




Un deporte con

pies

y cabeza






Brayan Jack Hurtado Valera es un jovencísimo coleccionista peruano que se ha hecho muy popular gracias a su colección. Es conocido en su país y más allá de sus fronteras, pues medios de comunicación de otros lugares (México, Chile, etc.) le han hecho protagonista de artículos y entrevistas. Pero, ¿qué colecciona Brayan? he aquí el primer punto que tenemos que precisar.

El nos cuenta que colecciona figuritas, que es lo que en España llamamos cromos y en inglés se conoce como stickers. En Venezuela se llaman barajitas y en Colombia monas; en México estampas y en Argentina figus; en Brasil figurinhas y en Chile láminas. Para no liarnos mucho con toda esta variedad de nombres, usaremos en nuestro comentario sólamente los términos figuritas y cromos.

También colecciona trading cards, que no sabemos exactamente cómo se llaman en español, pero que soy unas fichas plastificadas que no son autoadhesivas (no se tienen que pegar), pero que van provistas de nueve agujeros que permite guardarlas en álbumes, para completar series.

Brayan tiene 18 años y empezó con su colección hace seis, concretamente con motivo de la Copa América organizada ese año por su país. El álbum estaba publicado por la Editorial Navarrete, empresa peruana lider del sector en toda Sudamérica. Para la Copa del Mundo de Sudáfrica, esta editorial ha editado un album con 442 cromos, 10 de ellos dedicados a los 10 estadios sudafricanos, otros 10 a las selecciones de cada país, más uno para los entrenadores de cada equipo y otro cromo para cada uno de los 16 jugadores que integran las diferentes selecciones. Al más destacado de estos jugadores seleccionados se le da un realce especial presentándolo en "dorado".

Hasta la fecha nuestro coleccionista ha conseguido reunir y completar 250 álbumes relacionados con el fútbol en todo el mundo. Experto en cromos, reconoce que unos de sus preferidos, por lo que se refiere a la tecnológía, son los cromos alemanes, pues presentan imágenes holográficas, troqueladas, con efectos 3D y una serie de novedades que hace de ellos los más modernos del mercado. También son interesantes sus trading cards, por el cuidado diseño que lucen.

Pero a Brayan también le gustan mucho los cromos de la editorial española Este, que es la responsable de las publicaciones de la Liga Española. Además del diseño de los cromos, aprecia el hecho de que cada año presenten novedades y que las series sean y estén siempre tan completas y actualizadas. De esta firma tiene álbumes desde 20003/2004 hasta la fecha.

Recordemos que la firma Este, ubicada en Barcelona, publicó por primera vez un álbum dedicado al fútbol en el año 1971, aunque no se ocupaba de la Liga Española, sino que daba información sobre el Reglamento y las tácticas de juego. Fue en el año 1972 fue cuando ya pasó a dedicarse a todos los equipos de Primera División que jugaban la Liga.

Hay que precisar, de todos modos, que Editorial Este fue absorbida a finales de los 90 por la editorial Panini. Esta firma, es sin duda líder del sector en Europa y Latinoamérica, y se ha afianzado gracias al convenio que tiene firmado desde "México 70" con la FIFA. Se calcula que lanza al mercado un billón de sobres anualmente, lo que significa unos 6 billones de cromos.

Panini, en la temporada 1971/72, fue la pionera en presentar los cromos autoadhesivos. Recordemos que al principio los cromos eran simples cartones que se tenían que pegar con cola al álbum. Posteriormente, a partir de los años 60, se inventaron unos adhesivos triangulares que se ponían en el dorso del cromo y permitía pegarlos sin estropearlos, hasta que se encontró el sistema mucho más práctico de los cromos autoadhesivos.

Panini, empresa italiana de origen familiar, tiene su sede en Módena desde donde ha establecido su sólido imperio. El primer álbum que publicó fue el Campeonato Mundial de Fútbol de Munich 74. En España a mediados de los 7o publicaba a través de Ediciones Vulcano y en 1979 pasó a trabajar con Cromo Crom hasta 1986, entonces fue cuando estableció su propia filial en España.

Antes de que Panini publicara sus álbumes de cromos, otras empresas italianas habían sido las pioneras en esta actividad en su país. Por nombrar sólo a algunas de ellas mencionaremos a Lampo que publicó un álbum ya en la temporada 58/59, Imperia, que lo hizo en la del 63/64 y también Ferrrero, que lo publicó entonces. La Folgore inició esta producción en los años 64/65, como Baggioli, que editó sus "Maghi del Gol" la misma temporada.


El objetivo del coleccionista de cromos es el de completar el álbum, y eso no siempre es sencillo. Brayan nos cuenta que unas de las colecciones más dificiles suelen ser las de Mundicromo, de la Liga Española. Aunque la que se llevó la palma de la más dificil fue el minialbum "Estrellas del Fútbol 2006" editado en Venezuela por Panini en colaboración con la firma de cereales Kellogs. Constaba solamente de 48 cromos y cuando llegó a sus manos estaban casi todos: sólo faltaban cinco. Pero, pasado un año le seguían faltando cinco cromos, así es que un amigo suyo decidió acabar por lo sano y le compró los que le faltaban directamente a la Kellogs.


Para guardar los cromos Brayan los pone en bolsas de polipropileno, con el fin de evitar la humedad. Después, coloca esas bolsas en diferentes compartimentos de un armario de plástico que tiene, donde también quedan protegidos de los insectos.

Junto con otros colegas Brayan ha fundado una asociación de coleccionistas. Su nombre es "Club de Colecciones de Artículos de Fútbol" (CCAF) y, aunque de momento solamente son diez socios, seguro que dentro de poco serán numerosos. Ya han conseguido que en Lima, a falta de un lugar determinado donde poder encontrarse para intercambiar, los coleccionistas se estén encontrando en el parque de "San José", en los alrededores de la sede del Club. Recientemente, a raiz de una convocatoria hecha en Facebook, se han llegado a reunir allí más de 50 coleccionistas, que acudieron todos con su álbum de Sudáfrica 2010 Panini debajo del brazo.

Brayan tambien tiene su propio blog en el que presenta sus álbumes y ofrece comentarios sobre las colecciones. Es un medio estupendo de darse a conocer y poder ponerse en contacto con otros coleccionistas. Eso es importantísimo, no sólo para poder intercambiar información, sino para conseguir material. Y es que lo que suele hacer Brayan para incrementar la colección, es enviar lo que para él es fácil conseguir, como los álbumes de las Copas Américas, Mundiales o Torneos Peruanos y a cambio sus contactos en el extranjero le envían álbumes de sus países. Así intercambia con amigos de España, Alemania, México, Argentina, Brasil, Venezuela, El Salvador, China, etc. y obtiene piezas que de otra manera le sería imposible adquirir.

Para muchos niños los cromos son la primera colección que descubren y que empiezan a hacer. Puede decirse que muchos chavales aprenden a contar repasando una y mil veces sus álbumes y apuntando en algún papel los que les falta reunir todavía.

También aprenden que el encanto y la emoción de coleccionar no está en comprar los sobres de cromos, sino en todas esas sensaciones que se experimentan: la ilusión, la alegría, la satisfacción, hasta el orgullo que se siente a veces viendo todo lo que se ha conseguido... Sin olvidar la necesidad de salir de uno mismo para buscar a otros coleccionistas con los que intercambiar y ayudarse ¡todo eso gracias a unas figuritas!





jueves, 9 de septiembre de 2010

¡CIEN COLECCIONES!


Si no hemos contado mal (tendemos a liarnos con los números), hemos llegado ya a la cifra de:

¡100 COLECCIONES DIFENTES!

presentadas en Procoleccionismo. Juntos, en este blog, hemos descubierto objetos y artículos de todo tipo y hemos conocido a muchos coleccionistas que, amablemente, han aceptado colaborar con nosotros.




Tenemos casi 200.000 visitas registradas y muchas personas nos han dejado por escrito el testimonio de su presencia, mostrado interés y simpatía por nuestro trabajo. Por todo ello nos felicitamos del éxito de Procoleccionismo y os queremos dar a todos vosotros las:

¡GRACIAS!


sábado, 4 de septiembre de 2010

Una colección de etiquetas de vinos y licores



Cuestión

de
ETIQUETA



José Luis Silleras Masip vive en Madrid y colecciona etiquetas de vinos y licores. A pesar de la enorme cantidad de piezas que forman parte de su colección, recuerda muy bien cúal fue la primera. Se trata de una etiqueta de una botella de "Vega Sicilia" que abrió en el año 1993 con ocasión de la visita de unos amigos a su casa. El vin0 había sido embotellado en el año 1981. Aquél día, además de decidirse a despegar la etiqueta de la botella y colocarla primorosamente sobre un folio, tuvo el reflejo de anotar en un papel la fecha en la que se había consumido y algunos otros detalles sobre el vino. Puede decirse que su interés por esta pieza de colección había nacido y, poco después, cuando tuvo la opotunidad de comprar en la Plaza Mayor de Madrid un lote de 400 etiquetas antiguas que se ofrecían por poco dinero (un nieto de un coleccionista había decidido venderlas), puede decirse que la suerte estaba echada y que ya no había vuelta atrás: José Luis Sillejas sabía bien a qué iba a dedicar su tiempo libre.
Y no es que no supiera a qué dedicarlo hasta entonces, pues tenía varias aficiones, entre otras coleccionar ya fuera calendarios, vitolas de puros, en fín, de casi todo, pero cuando descubrió las etiquetas prefirió dedicarse a ello.El coleccionismo de etiquetas de vino se conoce como Enofilia (es una manifestación más del "conocimiento" del vino...) o también Enografilia o Enografía, aunque en España se utiliza más el término vitolfilia. Este nombre designa tanto a las etiquetas de botellas cuyo contenido procede de la uva como aquellas bebidas con graduaciones alcohólicas.
Se considera que las etiquetas empezaron a utilizarse en Italia a comienzos del siglo XVIII. Se pegaban en las primeras vasijas comerciales con el fin de designar qué tipo de vino era el contenido en las mismas, el año de la vendimia, la casa que lo había producido, etc. Fueron los ingleses, franceses y alemanes quienes, a principios del siglo XIX, tuvieron la iniciativa de utilizar un papel engomado para adherirlo en el frontal del recipiente.
Algunas de las primeras etiquetas que se conservan datan de mediados del siglo XVIII, concretamente se consideran unas de las pioneras las del Champagne Moët et Chandon, de 1741 y 1743. También son muy conocidas las etiquetas de Dom Pérignon de 1811. Fue a partir del siglo XIX cuando, gracias a la litografía, se difundieron las etiquetas cuidadosamente ilustradas, alcanzando por aquél entonces su máximo apogeo. En Andalucía esta técnica llegó en la segunda mitad del siglo XIX, sustituyendo a las que se habían utilizado hasta entonces, realizadas a base de altorrelieves y estampados en oro y color. Cabe destacar que en aquella época se encontraban en la región andaluza las mejores imprentas y los mejores litógrafos de España.
Es curioso que, a pesar de que los vinos y licores riojanos se exportaban ya a finales del siglo XVIII en gran cantidad, no se concedió mucha importancia a la ornamentación de las etiquetas de las botellas, que símplemente se imprimían con letras y sin otro adorno, por lo que no despertaban en el público suficiente interés como para guardarlas. Una pena, porque alrededor de 1880 se exportaron desde La Rioja con destino Cuba, Venezuela, Puerto Rico, etc., muchas quinas, coñacs y especialmente anises cuyas etiquetas hubieran podido constituir un interesante testimonio de la época.
Algunas de las etiquetas más antiguas que tiene José Luis son la de Néctar Sherry de L. Brocheton, de 1820 y las de Marqués de Murrieta, de 1879.
Por cierto, que una iniciativa en el campo del etiquetado que tuvo mucha repercusión, fue la de los Rothschild. El Barón Rotschild compró en 1853 un castillo en la zona de Médoc, en Francia, que rodeó de viñedos. Sus herederos decidieron comercializar por todo lo grande el vino que se embotellaba en el chateau y en el año 1924 llamaron a Jean Carlu para que diseñara la etiqueta que tenían que lucir sus caldos. A partir de allí cada año encomendaban esta tarea a un artista diferente, que hacía un cuadro sobre el tema que iba a figurar en la etiqueta. Actualmente se pueden admirar todas esas obras de arte en el museo Mouton Rothschild, uno de los más visitados de Francia.
Colaboraron, en ese proyecto de aunar vino y Arte, artistas internacionales de la talla de Georges Braque, Marc Chagall, Paul Delvaux, Kandinsky, Poliakoff, Picasso, Dalí, Joan Miró, por citar algunos. Como curiosidad podemos señalar que estos colaboradores de excepción no recibían retribución alguna, sino un regalo de algunas cajas de los mejores vinos de la casa.
Llevar el Arte a las etiquetas de vino también se ha hecho con frecuencia en España. Podemos mencionar las creaciones de Julio Romero de Torres, expresamente hechas con ese fin; la reproducción de cuadros comprados por la Bodega Palacios-Remondo de La Rioja (de obras de Sorolla, p.e.) o la política llevada a cabo por Enate D.O. Somontano, cuyas etiquetas lucen creaciones de artistas como Saura, Eduardo Chillida, Antoni Tàpies, Eduardo Arroyos, Gustavo Torner, Salvador Victoria o Eduardo Torrijos.
Actualmente las etiquetas han evolucionado y, además de prestar atención a la estética e imagen, tienen que cumplir unos requisitos legales estipulados en una normativa comunitaria, que establece la obligatoriedad de hacer constar diferentes datos en las etiquetas del vino embotellado que, además, también están sujetas a las disposiciones que determina la región o apelación a la que pertenece. Básicamente, se debe mencionar de qué vino se trata (si es vino de mesa, etc.), el nombre y la dirección del productor, embotellador o vendedor, país de origen, la cantidad contenida, porcentaje del volúmen de alcohól, presencia de sulfitos (conservantes) si supera una cantidad determinada, año de vendimia, etc. Otros datos que se ofrecen al consumidor son de caracter voluntario, como la referencia a las medallas o premios conseguidos, el tipo de cepa (merlot, etc.), recomendaciones para el consumo (servir frío...).
Los temas elegidos para ornar las etiquetas son de los más variado y se pueden encontrar tanto aquellas inspiradas en figuras célebres (monarcas, políticos, artistas, toreros, militares, deportistas, santos, Papas) como en animales, costumbres tradicionales, edificios, paisajes, heráldica, batallas, flores, banderas, barcos, etc. No faltan escenas de humor o épicas, además de las folklóricas o costumbristas. Las etiquetas tenían que servir de reclamo a todo tipo de población, sobre todo antes, ya que los clientes potenciales igual podían estar entre la población infantil (a los que se les recetaba vino como reconstituye), enfermos, religiosos y religiosas, como eran pensadas para otro público adulto y frívolo al que se quería seducir con escenas galantes y promesas de fortaleza, bienestar y éxito.
José Luis ya no sabe muy bien cuántas piezas tiene en la actualidad, ni siquiera le parece un dato de importancia. Por darnos una idea, podemos hablar de unas 60.000 etiquetas de las consideradas "actuales" y más de 5.000 que tienen al menos cincuenta años de antigüedad. Pertenece a la "Asociación Española Coleccionistas de Etiquetas de Vino" (AECEV) y su colección ha sido expuesta en el Salón Internacional del Vino de Madrid. Además, se le han dedicado numerosos artículos en periódicos y revistas ("Vivir el vino", ABC, "Hartmann Gallery", "La Voz de Cádiz", "Global Castilla La Mancha", etc.).

Las etiquetas se suelen clasificar bien por región de producción o apelación de origen o por su temática. José Luis nos cuenta que las más antiguas las tiene clasificadas por temas y podemos admirarlas en su estupenda página "Etiquetas". Se trata básicamente de licores. Las etiquetas modernas las tiene mezcladas y colocadas por orden alfabético y numérico de registro de embotellador. Por ejemplo, en la etiqueta que figura R.E. 1869 A. quiere decir que se trata del fabricante nº 1869 y que es de Alicante. Una vez colocada la etiqueta en su lugar correspondiente es muy fácil localizarla. Los Cavas y Champagnes, Coñacs y Brandys, Ron, Whisky, Vodka y Cerveza forman distintos grupos que tienen sus propios álbumes colocados según el R.E.
Para conseguir nuevos ejemplares recurre a los medios tradicionales: compra en mercadillos y tiendas especializadas, también por internet e intercambiando con otros coleccionistas. Nos cuenta que un lugar donde de vez en cuando se puede descubrir un tesoro es en las librerías que venden libros de segunda mano. Resulta que es dificil ser original y a muchos coleccionistas se les ocurría lo mismo a la hora de querer alisar las etiquetas que acababan de despegar de una botella: ponerlas entre las páginas de un libro... De todos modos, y aparte de estos hallazgos, para José Luis una de las cosas más gratificantes que le ha aportado la colección es el haberle permitido conocer a muchas personas interesadas en este tema, con las que ha conseguido establecer una buena amistad.