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jueves, 23 de septiembre de 2010

Una colección de cerillas




¡está que arde!








Rubén Kotler, además de Historiador y Periodista, es un coleccionista argentino de fósforos, concretamente de cajas de cerillas o cerillos, que de las dos maneras se les llama. Sabido es que las populares cerillas son unas varillas con un extremo recubierto por una sustancia que al frotarla a una superficie rugosa adecuada se enciende. Esa varilla puede ser de madera, cartón, papel o de papel con cera (de ahí el nombre de cerilla).

En realidad los fósforos son, básicamente, de dos tipos:

- integrales, cuando se encienden por fricción contra cualquier superficie rugosa, porque contienen un compuesto de fósforo en la cabeza, de ahí lo adecuado de llamar a este tipo "fósforos".
- de seguridad, cuando solamente se encienden si se friccionan contra la superficie de su propio rascador, que es donde se encuentra el fósforo.

Es dificil establecer el origen de las cerillas, como ocurre con casi todas las cosas, ya que la idea inicial fue cambiando mientras se buscaban soluciones a los problemas que iban surgiendo en cada fase.
Consultando las fuentes que hemos encontrado en la red, hemos sabido que fue John Walker quien, en principio, descubrió fortuitamente la posibilidad de encender unas varillas por raspado, y ésto fue alrededor de 1830. Después, a Samuel Jones se le ocurrió comercializar el invento. Se reemplazó el sulfuro de antimono por fósforo blanco, pero el problema era que el fósforo blanco se inflamaba muy rapidamente y era muy tóxico. Entonces el objetivo fue buscar algo para reemplazarlo y, entre otras substancias, se comprobó que el fósforo rojo podía ser útil.
Pero no es nuestro objetivo transcribiros la información que vosotros mismos podéis encontrar, sino hablaros de la colección de Rubén Kotler.

Nuestro coleccionista empezó a coleccionar cajitas de fósforos por coleccionar algo, imitando lo que veía hacer a sus hermanas mayores, ya que ellas coleccionaban de casi todo: gomas de borrar, etiquetas, billetes... Rubén, para no ser menos que ellas, empezó a reunir sacapuntas, lo que pasa que cuando alguien de la familia necesitaba uno venía directamente a buscarlo a su colección y lo utilizaba, sin ningún reparo al hecho de que formaba parte de la colección. Así es que, como comprendió que su familia no tomaba muy en serio la colección, decidió cambiar a otra. Fue entonces cuando empezó con las cajitas de cerillos, de esto hace ya unos diez u once años.

Actualmente cuenta con unas 2000 cajas únicas. Las tiene de todo tipo, tamaño, diseño, color y procedencia. Las hay de forma muy variada, siendo las más comunes tanto las clásicas llamadas de "cajón", porque se abren como si lo fueran o las conocidas como de "carpeta" o pitillera, en las que el tronco o varilla de los fósforos son planos.

La colección ha podido crecer gracias a algunas ayudas importantes, una de la que más le impactó fue la siguiente: en el año 2004, cuando contaba con 800 ejemplares, decidió socializar un poco organizando una exhibición en su ciudad natal, Tucumán. Una persona que había visitado la muestra le llamó un día para enseñarle sus cajitas de fósforos, unos mil ejemplares. Para sorpresa de Rubén, este señor le ofreció la colección toda entera, pues le explicó que él ya no podía ocuparse de ella.

Aunque Rubén sabe que hay colecciones con un número impresionante de piezas (en su blog da información de un museo de Portugal donde se muestran 20.ooo), él piensa seguir trabajando en la suya con ilusión. Le gustaría conseguir una representación importante y llegar a exhibirla de modo permanente.

Entre las piezas preferidas hay algunas muy sugerentes. Una de ellas, p. e. es histórica y sirvió de propaganda de la dictadura militar de Argentina. Otras merecen una mención especial por su antigüedad y diseño, como una que tiene de una Fragata. Hay que decir que las cajas de Fragatas son un clásico en Argentina y tienen ya alrededor de 4O años de antigüedad. Considerando el diseño, Rubén aprecia las que tiene con figuras tridimensionales, también las miniaturas... Y las cerillas de cera, que pueden considerarse ya una "especie en extinción".

Para conseguir nuevas cajas Rubén recurre al modus operandi de casi todos los coleccionistas: pedirles a los parientes y amigos que viajan que le traigan alguna pieza. El, personalmente, controla todas las cajitas que circulan a su alrededor y no hay que dudar que, en cuanto ve alguna que no tiene, hace todo lo posible y casi todo lo imposible por conseguirla.

Gracias a su blog, "El Koleccionista de Fósforos", que inauguró ya hace más de tres años, está en contacto con otros coleccionistas, muchos de los cuales también exponen sus colecciones en la web. Si bien es cierto que no es fácil intercambiar cajitas por correo postal, el hecho de poder compartir información es ya una gran satisfacción, además de ser un consuelo el saber que hay otros "locos" por el mundo.

Además de las cajas de cerillas, poco a poco Rubén se ha ido interesando por todo lo relacionado con el tema: artículos periodísticos, cuentos, chistes, publicidad. Por lo que respecta a la historia general de los fósforos, Rubén, modestamente, nos dice que no ha hecho muchas averiguaciones, aunque, entre muchos otros comentarios interesantes que tiene en su blog hay una reseña del libro de Angel Prignano, que trata de la historia de las cerillas en Argentina.

No se les suele dar mucha importancia a las cerillas cuando se tienen (aunque en ocasiones se daría cualquier cosa por encontrar alguna...) pero son unos útiles universales que a pesar de las innovaciones que han aparecido para hacerles la competencia (mecheros de bolsillo, encendedores de cocina, etc,) prestan muchos servicios. Uno de ellos podría ser el que nos recomienda el refranero español: "Es mejor encender una cerilla que maldecir la oscuridad", para lo que siempre va bien tener una cerilla a mano...