El VALOR
de los
VALORES
Estamos hablando de unos documentos que, aunque "oficialmente" se han convertido en papeles sin valor, son muy apreciados. Y si no, que se lo pregunten a los coleccionistas de certificados, títulos de valores antiguos (especialmente acciones y obligaciones), bonos, Deuda pública y similares. Este coleccionismo se conoce con el nombre de Escripofilia, aunque hay que precisar que el término no está aceptado por la Real Academia Española de la Lengua, pues se trata de un anglicismo (scripophily) formado con el término inglés "scrip" (derecho de propiedad) y el sufijo griego "philos" (afición o simpatía). De hecho, se adoptó esta denominación porque fue la propuesta ganadora en un concurso convocado por los coleccionistas ingleses, que después aceptó todo el mundo, aunque también hay partidarios de utilizar el nombre de Escriptofilia.
Javier Represas, ingeniero gallego, hace colección de todos esos documentos que hemos mencionado y, para que nos aclaremos un poco mejor todos los profanos, vamos a repasar someramente las explicaciones que sobre ellos ofrece en su interesante web. En ella explica que: en el certificado se reconoce al inversor la propiedad de una cantidad determinada de capital y suele estar firmado y sellado por el emisor, y en algunas ocasiones por el inversor. Las acciones son emitidas por las empresas y forman parte de su capital, no son reembolsables, aunque sí negociables y los bonos y obligaciones representan préstamos otorgados a un gobierno u organismo público o a una compañía y éstos son reembolsables en un período establecido, devengando intereses por lo general a una tasa fija. Los coleccionistas de estos documentos se suelen interesar, entre otras cosas, tanto por una época determinada (siglo XVIII, XIX, anteriores a la Gran Guerra, periódo entre guerras, etc.), como por un sector concreto de actividad industrial o comercial (minería, finanzas, petróleo, comercio, automóvil, tabaco, etc.), o por emisiones de determinadas áreas geográficas, inluso sólamente por su valor artístico.
Hablando de "valores", a la hora de hacer la estimación de un documento se pueden tener en cuenta diferentes criterios, ya sea considerando la antigüedad de la emisión, su calidad estética, las ilustraciones, las firmas o datos munuscritos que presentan, etc.
También nos ha explicado amablemente Javier que la Escripofilia tuvo su origen en Estados Unidos, donde a finales del siglo XIX un tal Eseltine empezó a coleccionar y vender en Manhattan los antiguos títulos financieros de la Guerra de Secesión americana. En Europa este coleccionismo es bastante reciente, pues prácticamente se empezó a reconocer como tal a partir de los años 70, año en el que empezaron a surgir los primeros clubs dedicados a esta actividad. En Bélgica el primer club de Escripofilia se creó en el año 1980. Parece ser que es Alemania el país europeo donde existen más aficionados. Javier empezó con esta colección hace unos diez años. Nos confiesa que siempre ha estado coleccionando cosas y, antes de decantarse por estos documentos tuvo diferentes intereses. Empezó con las canicas, cuando era un niño, y después pasó por los llaveros, las etiquetas de bebidas, vitolas, calendarios, bolígrafos de publicidad y sellos, hasta llegar a la colección actual.
Dentro de los documentos financieros reconoce que le gustan más las acciones que los bonos u obligaciones, y eso es un poco por "deformación" profesional, pues detrás de un título de una acción él percibe la gente que creía en el negocio (muchas son nominales), que compraban parte de la empresa como inversión, que tenían esperanza en el futuro... Las obligaciones y bonos son títulos de mucho menor riesgo pues, en el fondo, son una forma de préstamo. Empezó con esta colección un poco por casualidad, pues encontró en internet unos resguardos de acciones de una empresa gallega del sector de la pesca "Casa Mar", en la que su abuelo había sido patrón de pesca. Los compró pensando en él, aunque también por su valor decorativo, y después compró de otras empresas gallegas, y así se fue animando hasta interesarse ya por acciones de todo el territorio nacional.
Guarda todos los documentos en unos grandes archivadores, en fundas plásticas independientes y clasificados en función de la época. Y guarda como oro en paño las acciones del siglo XIX y todas aquellas anteriores a la guerra civil española.
Entre las acciones que poséé Javier las más antiguas datan de 1854. Por lo que se refiere a las del siglo XIX la mayoría de las que tiene pertenecen a sociedades mineras, compañías de ferrocarril y de tranvías o tabacos, como las de la Compañía de Tabacos de Filipinas. También tiene de distribuidoras cinematográficas y de otros varios sectores: alimentación, textil, químicas, farmacéuticas, agrícolas, construcción, etc.
Uno de los documentos más bonitos que tiene es una acción de 1913 del Banco Industrial de China, donde puede apreciarse como se cuidaba en el extrajero la estética de los títulos. En España, también fue en la primera parte del siglo XX cuando más cuidado se prestó al aspecto ornamental del documento. Gracias al examen de este tipo de documentos se puede seguir la historia de los mercados financieros y de valores tanto nacionales como internacionales. Los documentos son el testimonio del desarrollo económico y empresarial, mostrando aspectos fundamentales de la actividad comercial e industrial. Así, se puede seguir, por ejemplo, el nacimiento del comercio con América y Asia, las revoluciones industriales, la preponderancia en cada época de unas u otras empresas, según los diferentes sectores que representan. Dan información sobre cuándo fue creada la sociedad emisora, cuál era su objetivo, su capital, su funcionamiento, cómo fue su expansión... Las primeras acciones que se conservan datan de 1606 y se encuentran en la Bolsa de Amsterdam, perteneciendo a compañías holandesas. Concretamente, hay dos acciones de una importadora de pimienta.
No obstante, la mayor parte de las emisiones de certificados se realizaron a partir de la segunda mitad del siglo XIX, coincidiendo con la primera revolución industrial.
A finales del siglo XX desaparecieron las emisiones de títulos y se pasó a la gestión informática de los mismos. Con este cambio se han conseguido muchas ventajas, aunque todos sabemos ahora lo que hemos perdido... Bueno, no todo se ha perdido: los coleccionistas como Javier se preocupan de guardar esos pedazos de papel que ya no valen para lo que valían, pero sí para muchísimas otras cosas. Digamos, que en su día estos documentos tenían un valor por lo que representaban (un capital) y, actualmente, lo tienen por ellos mismos (por la información que ofrecen, por ser una muestra de la expresión artística de una época, etc.).