¿Quién no ha tenido en su vida una, dos, tres o más gomas de borrar? seguro que, entre las que hemos usado y las que hemos perdido, la cantidad de gomas que han pasado por nuestras manos alcanza una cifra importante aunque, desde luego no tanto como la que ha reunido nuestra coleccionista.
Y, hablando de nuestra coleccionista, tenemos que aclarar que ella, Begoña Miguel no "actúa" sola, sino que cuenta con el apoyo de un grupo de colaboradores entregados. En la foto que mostramos al principio podemos verlos a casi todos ellos, pues a la derecha de Begoña se encuentra Igor, el compañero de su hija, que es el que le presta el soporte informático; a la izquierda de Begoña está su hija, Egokiñe y al lado de ella Noelia, una vecina que se ha enganchado a esta afición, y a la que vemos al lado del hermano de Begoña. La foto está tomada en Mungia (Vizcaya) durante una exposición en la que participaron.
La goma de borrar forma parte de ese universo de cosas consideradas insignificantes y sin valor (porque no cuestan mucho dinero), cuando resulta que es un objeto útil donde los haya, e imprescindible en muchas ocasiones. Si un día eliminaran de nuestra vida todos esos pequeños objetos "sin importancia", se paralizarían muchas actividades. La historia de las gomas de borrar puede decirse que se remonta al siglo XVIII, cuando el inglés Edward Nairne descubrió por casualidad las propiedades del caucho para eliminar las huellas del grafito sobre el papel. Parece ser que un paisano suyo (Priestley) ya había observado antes esta cualidad, pero fue Nairne quien comercializó el hallazgo, poniendo a la venta pequeños bloques de caucho. El inconveniente que presentaba este producto, al utilizarlo sin ninguna preparación, era que al cabo de un tiempo fermentaba, lo que resultaba muy desagradable. Pasados unos años, y al otro lado del Atlántico, Charles Goodyear calentó de forma accidental la goma natural con azufre (proceso de vulcanización que también se hace utilizando selenio) y obtuvo una goma elástica, menos pegajosa y más resistente, invento que patentó en 1839. Y una de sus aplicaciones fue la de la goma de borrar. La producción industrial de este artículo comenzó en Estados Unidos y Alemania a finales del siglo XIX. Antes de que existiera la goma de borrar se utilizaba la miga de pan, materia prima que todavía se usa en la actualidad, dando nombre a las conocidas gomas de migajón. A Begoña siempre le han gustado las gomas y ya empezó a coleccionarlas cuando era pequeña. Después, como tantas veces ocurre, dejó abandonada su colección hasta que, hace unos siete años, vio en una tienda unas gomas con forma de animales que le llamaron la atención y entonces decidió volver a ocuparse de ellas. El hecho de que su familia y sus amigos estén también interesados le ha ayudado mucho a que su colección vaya creciendo espectacularmente y, además, lo haga de forma bien organizada. Ya lleva reunidas más de seis mil piezas. Las gomas actuales aguantan bien el paso del tiempo y no se deterioran, pero no obstante hay que tener alguna precaución con ellas a la hora de guardarlas, pues si se dejan una encima de otra pueden acabar pegándose. Begoña & Cia colocan sus piezas en archivadores de oficina y éstos están guardados en diferentes cajones, según el tema, las formas, las marcas o los países. Para conseguir nuevas piezas suele recurrir a internet o al intercambio con otros coleccionistas, aunque considera que no hay muchos.
La goma de borrar es un artículo que no ha experimentado grandes cambios desde que se inventó, salvo la composición de la goma, que actualmente suele ser sintética. Aunque hay diferentes tipos, pues las hay especialmente ideadas para borrar tinta, carboncillo o dibujo técnico, por ejemplo, las novedades que se han introducido han sido más bien en la presentación, pues se han diseñado los lápices con goma incorporada, las gomas llamadas "portagomas", los cartuchos recargables, hasta existen gomas de borrar eléctricas.
Otro uso que se le da a las gomas y que es menos conocido por los no expertos, es su utilización como instrumento de dibujo. Se recurre a la goma de borrar además de para corregir los defectos, para dar a los dibujos diferentes intensidades, con reflejos y sombras. Hasta hay artistas que crean toda una composición a partir de un papel "manchado" al que van sacando luces y formas.
Las gomas de borrar ya hemos visto que sirven para eliminar y corregir los errores de un texto o ilustración, las de Begoña sirven para mucho más, pues hacen indelebles otras cosas que por nada del mundo quisiera borrar: los buenos momentos que pasa con su familia y sus amigos gracias a ellas, la ilusión que comparten y todo lo que disfruta contemplando las seis mil y pico formas diferentes de sus gomas de borrar.