REIR y llorar
Hoy os presentamos a Jorge Daniel Chapnik, que no es un simple coleccionista, sino un pluricoleccionista. El mismo lo confiesa en su blog coleccionista.soy, donde muestra los diferentes temas en los que está interesado. En esta ocasión, nos ocuparemos de su colección de payasos.
¿Qué es un payaso? pues parece ser que todo el mundo lo tiene muy claro, aunque la información que se da sobre ellos, a veces es bastante contradictoria, como siempre ocurre cuando se habla de los orígenes de algo, precursores, etc.
Es comunmente aceptado por todos, que la existencia de estos personajes se remonta a pueblos y culturas primitivas, a la figura del bufón o cómico de corte. Como en todos los tiempos ha sucedido, el ser humano tenía necesidad de hacerse la vida más llevadera, de intentar pasarlo bien, de reírse y disfrutar, aunque muchas veces, los medios elegidos para ello no han sido, y no son, los más edificantes.
Burlarse de personas con algún problema físico o mental es muy censurable, como reírse del mal ajeno, y parece que tendría que estar ya superado, pero para saber que no es así, sólo hace falta poner la televisión y ver la gracia que provoca, todavía hoy día, que alguien resbale y se pegue una torta fenomenal, le tiren un pastel a la cara o se caiga en un lodazal.
Burlarse de personas con algún problema físico o mental es muy censurable, como reírse del mal ajeno, y parece que tendría que estar ya superado, pero para saber que no es así, sólo hace falta poner la televisión y ver la gracia que provoca, todavía hoy día, que alguien resbale y se pegue una torta fenomenal, le tiren un pastel a la cara o se caiga en un lodazal.
Debe ser por esta razón, que ya se tiene constancia de la existencia de bufones en el Egipto del siglo III antes de Cristo; en China, a partir del siglo II a. de C. Y también estuvieron presentes en la Grecia Clásica, el Imperio Romano, los Aztecas... En la Edad Media había siempre alrededor de reyes y reinas unos enanos y jorobados que hacían reír a sus amos con sus ocurrencias y su aspecto, pero eran conscientes que de ellos se reían todos. Aunque, como también es verdad que la inteligencia no necesita un cuerpo de 1.80 metros de estatura para cultivarse, muchos de esos bufones consiguieron influenciar en los monarcas sobre decisiones importantes y, también, mover los hilos de la intriga y los intereses entre los cortesanos más poderosos. Algunos de ellos, tan menospreciados, llegaron a ocupar cargos importantes en la Corte y atesorar grandes riquezas.
Ya en el siglo XVI y XVII en la "Comedia del Arte" italiana se crearon unos personajes en los que hoy día se reconoce el origen de algunos payasos. El más conocido es sin duda Arlequín, que era un sirviente pobre y ambicioso, y solía ir vestido con traje de rombos y antifaz o tricornio. Con el tiempo se fue puliendo su personalidad y se convirtió en un tipo petulante, que parece saber de todo, muy elegante y malicioso, y que dio lugar a Pierrot, a Cara Blanca, etc.
Este personaje suele ir vestido con un traje holgado de lentejuelas u otro tejido brillante y lujoso, compuesto de pantalón y parte superior, o una especie de mono entero. Lo más característico de su atuendo son los volantes que lleva sobre su cuello, de tejido blanco, tipo gorguera. Lleva la cara completamente maquillada de color blanco, y en la frente suele pintarse una gran ceja negra o dos de ellas, en forma de acento circunflejo, que le dan un aire escéptico. Los labios los lleva muy rojos. El gorro suele ser cónico, muy pegado a la cabeza, poco favorecedor, la verdad.
El Augusto es el payaso simpático que hace reír a todo el mundo. Parece ser que hasta Shakespeare recurrió a una figura similar, que representaba a un paleto, con modales y habla peculiar. Desde entonces, nunca ha faltado en los espectáculos teatrales o incluso en el cine (me viene a la cabeza Gracita Morales) la figura de este personaje, que, como contrapunto de los protagonistas "perfectos" pone una nota díscola con su desaliño, humor, pillería, simpatía y, muchas veces, con el recurso de un lenguaje particular.
De lo expuesto, resulta una curiosa contradicción: por un lado, la palabra augusto significa persona venerada, alguien sublime, grave, a quien hay que respetar, y por otro lado vemos al personaje de augusto o payaso que hemos expuesto, que provoca la risa por ser torpe, patoso, bromista, infantil... vamos, nadie que cause respeto.
El Augusto también ha ido formando su idiosincrasia con el paso de los años. Al principio se presentaba al público con unas ropas normales, como las que usaban sus coetáneos, pero después se procuraron exagerar algunos aspectos de la vestimenta para convertirlo en alguien más ridículo y estrafalario. Se ponía ropa o muy grande y holgada o muy pequeña y ajustada; con los colores de las diferentes prendas muy chillones y mal combinados; los zapatos enormes, una peluca excesiva, en colores estridentes, naranja, azul, verde, etc. Si a eso se le añade una corbata enorme o un despertador colgando del bolsillo, en lugar de un reloj normal, pues ya lo tenemos caracterizado. Bueno, falta lo más importante, la nariz roja. Esta nariz que le da tanta personalidad, fue una incorporación tardía, pues parece ser que data del siglo XIX.
Junto al atuendo, también se pasó a modelar con maquillaje lo que tenía que ser la cara del Augusto: color blanco alrededor de los ojos (sobre todo encima) y de la boca (hasta el mentón), con el contorno en negro, y rojo para los labios y mejillas.
Probablemente por el exceso de maquillaje, que les confiere un aspecto desconcertante, todos nosotros percibimos en ellos dos seres distintos, el que nos quiere hacer reír pero también el otro, el que se oculta detrás de él y al que no le vemos los ojos, ni sabemos si sonríe de verdad, aunque su boca pintada sí lo hace, por todo eso, hay muchas personas, niños y mayores, que dicen tenerles miedo, lo que se llama coulrofobia, la fobia de los payasos.
¡Pobres payasos! una cosa es que no hagan reír y otra que den miedo. Hay que reconocer que lo suyo no es un trabajo fácil y que, además de humoristas, suelen tener muchas habilidades artísticas, cantan, bailan, hacen juegos malabares, números acrobáticos, etc. y, sobre todo, tocan alguno o algunos instrumentos musicales.
Jorge Daniel los colecciona porque le gusta ese aire melancólico que desprenden muchos de ellos y disfruta con cada pieza que consigue ¡y con las que ya tiene! No solo le gusta admirarlas y cuidar de ellas, sino que procura a través de la restauración, volverlas a los tiempos de su esplendor. El lava, pinta, repara y da esplendor a los miles de artículos que ha adquirido en más de treinta años de coleccionismo. No pretende desvirtuar una creación artística ni darle un aspecto de nuevo a todas ellas, pero sí procura arreglarlas para que no se estropeen más de lo que están y remediar los daños que han sufrido por el paso del tiempo y la dejadez de otros dueños. También hay otra buena razón para intentar ser bueno reparando, y es que así puede comprar por mejor precio algunas piezas, aunque se vean dañadas, porque él podrá recuperarlas.
Artistas de todo tipo se han inspirado en los payasos para componer sus obras, ya sean poetas, pintores, escritores... Nosotros preferimos dejar un poco de música en el aire, bien relacionada con el tema: aria para tenor, de la ópera Pagliacci
Artistas de todo tipo se han inspirado en los payasos para componer sus obras, ya sean poetas, pintores, escritores... Nosotros preferimos dejar un poco de música en el aire, bien relacionada con el tema: aria para tenor, de la ópera Pagliacci
VESTI LA GIUBBA
Vesti la giubba/E la faccia infarina.
La gente paga e rider vuole qua.
E se Arlecchin t'invola Colombina,
ridi, Pagliaccio, e ognun applaudirà!
Tramuta in lazzi
lo spasmo ed il pianto;
in una smorfia il singhiozzo
e'l dolor! Ah!
Ridi Pagliaccio
sul tuo amore infranto
Ridi del duol che t'avvelena il cor.