martes, 24 de mayo de 2011

Una colección de fotos Polaroid hechas desde la misma ventana













Through my window...
(a través de mi ventana...).











En principio, ésta parece una colección poco exigente, sólo se necesita una cámara Polaroid, una ventana desde la que mirar y un poco de sensibilidad para saber elegir el buen momento para hacer la foto. Es la colección que hace Daniel González Fuster: fotos tomadas con su aparato preferido, que es una vieja cámara Polaroid, desde la ventana de su apartamento.




Esta limitación de espacio "fotografiable", puede dar la impresión de que va a ofrecer resultados monótonos, pero no es así. Aunque el pedazo de paisaje urbano que se ve siempre es el mismo, la luz es cambiante y el estado de la meteorología diferente. Sin ningún truco ni artificio especial, la cámara lleva al papel los cielos azules, negros, amarillos, lilas, rojos, verdes, de los cielos límpidos, lluviosos, nocturnos, del alba... También nos muestra todo lo que se introduce en ese espacio casi privado: nubes (nubes de todo tipo: Cirros, Cirrocúmulos, Cúmulos, Estratos, Nimbostratos, Lenticulares Mammatus...), una grúa, un pájaro, un avión, una estela de vapor.

Pero, antes que nada ¿qué es una Polaroid y cuál es su ventaja? Esta cámara, que permite hacer fotografías instantáneas, fue un invento del norteamericano Edwin Herbert Land, que la creó en 1947, lo que originó una auténtica revolución en el mundo de la fotografía, pues permitía revelar y positivar la imagen en sólo 60 segundos.

Si en principio se apostó por esta novedad por motivos de tipo práctico, como puede ser la sencillez de su manejo y la rapidez en la obtención de la imagen, no han faltado desde su invención artistas y grandes fotógrafos (Andy Warhol, Helmut Newton, etc.) que han hecho de ella un instrumento para crear arte. Todos ellos se han dejado seducir por el poder de la inmediatez a la hora de capturar imágenes, imágenes que reproducen exacta y fielmente la luz de cada momento.

Daniel empezó con esta serie de fotografías que tituló "Through my window" a mediados del 2009, cuando tuvo ocasión de ir a vivir a un piso en el centro de Madrid. Al principio lo único que pretendía era probar distintas cámaras y tipos de película Polaroid. Después, descubrió la variedad de colores e imágenes que se podían capturar fotografiando siempre el mismo escenario y se animó a seguir haciéndolo.
Utiliza siempre cámaras Polaroid, básicamente modelos SX-70 y 600, casi todas ellas compradas de segunda mano y algunas con más de 30 años de antigüedad. Como se había dejado de producir película para esta marca, tenía que conseguirla, ya caducada, a través de internet o en alguna tienda que tuviera stock de viejas películas.

Ahora se han lanzado al mercado películas compatibles con las cámaras Polaroid, aunque todavía no esn totalmente a punto y las películas antiguas siguen dando mejores resultados.

Aunque no le gusta alardear de estas cosas, sabemos que a Daniel le han invitado a participar con sus fotos Polaroid en un par de exposiciones en el Reino Unido y que, también, han seleccionado alguna foto suya para un libro y una revista digital. Además, hay dos grupos musicales que han elegido una foto suya como portada de sus discos.
Nos cuenta que le gusta utilizar estas viejas técnicas (como también el super 8) ya en desuso, porque considera que proporcionan unos resultados difíciles de conseguir con material actual. Las limitaciones, que son muchas en la fotografía instantánea,
le ayudan a depurar las ideas. El hecho de que no permitan retoques ni manipulación alguna, les da un encanto especial. Daniel piensa que ofrecen una calidad, textura y capacidad de capturar la luz que muchas cámaras modernas no tienen. Si a eso se une el toque nostálgico que ofrecen ¿quién da más?

Nuestro coleccionista tiene un blog donde cuelga muchas de sus fotos, también se le puede encontrar fácilmente en la red.

Como Daniel viaja mucho, tanto por motivos profesionales como porque le gusta, quizás por eso necesita especialmente hacer suyo un punto fijo, inamovible (el "Vd. está aquí" de los mapas turísticos). Desde allí, mira el cielo y hace las fotos que captan esos momentos irrepetibles, con todo lo que cambia, lo que sucede, lo que permanece, lo que ve... desde su ventana.



martes, 17 de mayo de 2011

Una colección de soldados










GRANDES


en pequeño

Héctor Camargo, además de escribir libros de entretenimiento para el público infantil es un coleccionista mexicano de muchas cosas. Vive en Morelia, Michoacán (Ciudad de las Canteras Rosas, conocida también como Valladolid, pues ese fue el nombre que recibió por ser la primera ciudad capital en la época colonial). A lo largo de los años se ha interesado, entre otras cosas, por los juguetes, sellos, monedas, ajedreces, diferentes álbumes, programas de cine, cómics de las Editoriales "La Prensa" y "Editorial Novaro" (actualmente desaparecidas). Pero, su gran tema de coleccionismo son los soldaditos. Empezó con esta colección cuando tenía 4 años y ahora, que ya pasa de los 60, sigue coleccionándolos.




Los primeros ejemplares que tuvo se los trajeron los Reyes Magos y, por cierto, aún conserva uno de ellos. Cuenta su madre que le hicieron tanta ilusión que se levantaba por la noche para jugar con ellos. Eran de la fábrica de Ajax, una empresa americana. A partir de entonces, siempre que podía iba a comprar sus soldaditos en tiendas especializadas, bazares, etc. Con el paso del tiempo, ya no hacía falta que fuera él a comprarlos, pues amigos, conocidos y familiares le regalaban nuevas piezas, casi siempre con ocasión de algún viaje. En la actualidad tiene la friolera de entre 4.000 y 5.000 soldaditos de varios fabricantes (Accurate, Airfix, Aohna, Atlantic, Blue-Box, Britains, Esci, etc.) y de materiales y países diferentes. También le interesa todo lo que está relacionado con el tema, así, cuenta con libros especializados de Francia, España, USA, Inglaterra, etc. Aunque los que prefiere Héctor son los de escala 1/32 y de épocas antiguas, si le ofrecen soldaditos de cualquier otro tipo también son muy bien recibidos.

Héctor nos explica que se llega a coleccionar soldados por muchas razones. Un camino bastante habitual para hacerlo, es el de haber empezado con esta afición ya desde pequeño, sin ningún otro razonamiento o justificación. Pero también hay coleccionistas motivados por el gusto de los uniformes militares o porque les interesan los juegos de estrategia y todo lo que les rodea; además, no hay que olvidar a aquellos que han seguido la carrera castrense y sienten curiosidad por todo lo relacionado con los soldados, incluso a aquellas personas interesadas en conocer la evolución histórica del juguete y que se han centrado en este tema porque es imposible abarcar todo.
Pero ¿para qué sirve coleccionar soldaditos? pues, aparte de su belleza plástica, ayudan a conocer las costumbres de cada pueblo, su Historia. Los uniformes evocan guerras (que aunque no hubiéramos querido que existieran han existido), formas de
vivir, de pensar. Enseñan geografía, avances técnicos y muchas cosas más.

Hace unos años, digamos a principios del siglo XIX, el juguete por excelencia de los niños fueron los soldaditos de plomo, pero el tiempo pasa y todo evoluciona y hoy esas piezas han pasado de las manos de los niños a la de los coleccionistas. Actualmente los soldaditos se fabrican en todo tipo de materiales, como aluminio, hojalata, celuloide, papel, madera, plástico, vidrio, estaño, bronce, etc.

De hecho, los primeros soldaditos de los que se tiene constancia fueron hechos en arcilla, papel, cartón o madera. En el siglo XVIII se empezaron a fabricar en el área de Nuremberg (Alemania), donde estuvo focalizada la industria del juguete durante mucho tiempo. Allí, primero se fabricaron en estaño, no en plomo, y se adoptó como tamaño la medida de 25 mm, siendo piezas muy apreciadas por los detalles en sus posturas. Se fabricaban en dos dimensiones, por lo que se conocían como figuras planas. Posteriormente, en Francia se comenzaron a fabricar en tres dimensiones, es decir, de bulto redondo y se optó por el plomo, que era más barato que el estaño. La elección de este material comportaba el que se aumentara la fragilidad de las figuras, por lo que se rompían con facilidad, así es que se optó por hacerlos en una aleación con antimonio. Mas tarde, tanto la toxicidad del plomo como la de la pintura utilizada en su acabado, hizo que se tuvieran que alejar del contacto de los niños.
















Las escalas de los soldados se refieren siempre a su altura, midiéndolos desde la parte de arriba de la base o peana hasta el borde de la cabeza de la figura o frente. Son las más comunes las de: 20mm, 30 mm, 54 mm, 75 mm, 77 mm, 90 mm, y 120, aunque existen otras escalas. Todos ellos, dependiendo de su material y fabricación, se pueden comprar tanto en tiendas de juguetes, como en comercios especializados (tiendas de modelismo), establecimientos de souvenirs, catálogos que editan los mismo fabricantes, o en internet. Si son piezas antiguas, además de por internet es fácil encontrarlas en mercados de "pulgas", anticuarios o subastas, aunque entonces el precio se puede disparar.
Nuestro coleccionista guarda sus piezas en cajas y cajones, de donde los va sacando de vez en cuando para que respiren, porque si no se airean un poco Héctor dice que se mueren. Su ilusión sería hacer un museo y ponerlos todos en vitrinas para que luzcan bien, así podrían disfrutarlos las generaciones posteriores. De momento, tiene a todos sus hombres en "rompan filas", pero siempre dispuestos a escenificar batallas famosas y luchas heróicas. ¡Que bien si las guerras sólo fueran cosa de soldaditos! ¿verdad?






martes, 10 de mayo de 2011

Lote nº 67 de imágenes de casas construídas sobre la vía pública o pasajes




Foto nº 397: Barcelona. M. J. Fuster




Foto nº 398: Coscojuela de Sobrarbe (Huesca). Jesús Cardiel Lalueza



Foto nº. 399: Barcelona. M. J. Fuster




Foto nº 400: Almonacid de la Sierra (Zaragoza). Celedonio García



Foto nº 401: La Iglesuela del Cid (Teruel). Celedonio García





Foto nº 402: Toledo. Angel Pérez Avellaneda




Si queréis colaborar podéis enviar una foto a:
mjfuster20@gmail.com
¡Gracias!


martes, 3 de mayo de 2011

Una colección de trenes de hojalata




técnica

y encanto
..












Tomás Guirado es un coleccionista madrileño interesado en varios temas:
- Por un lado, los juguetes de hojalata, fundamentalmente de las marcas RICO y PAYÁ. Le es indiferente si se trata de originales o réplicas, porque lo que a él le atrae es la calidad de las piezas, su belleza y utilidad. No le interesan los juguetes oxidados, con mohos, roturas y por el estilo, sino que le gusta que se vean bien sin tener que ponerse a restaurarlos, pues los quiere para exhibirlos y disfrutar de ellos. - por otra parte, colecciona todo lo relacionado con el modelismo ferroviario, en las escalas "G" (tren de jardín); "O" (trenes de hojalata); "HO" (modelos de trenes inyectados en plástico, resinas, o combinación de metal y plásticos). Tiene también modelos de escala "N", aunque reconoce que eso no es lo suyo. Tampoco le atrae la escala "Z", que, además, considera que alcanza unos precios exorbitantes.

En esta ocasión, vamos a presentaros en Procoleccionismo su colección de trenes de hojalata, así es que Tomás nos va a explicar cómo empezó con ella.
Y el principio de esta colección, nos cuenta, hay que buscarlo en su afición por los trenes eléctricos, que la tiene desde que tiene uso de razón. Su primer tren fue un pequeño PAYÁ que le trajo su padre de un viaje, cuando tenía alrededor de 3 años. Fue a partir del año 2002 cuando comenzó a coleccionar piezas de hojalata, ya fueran trenes o no. Si se decantó por la hojalata es porque de ese material eran los juguetes con los que jugaba cuando era pequeño, así es que siempre ha tenido la inquietud de recuperar piezas de ese tipo. Además, como le perdieron el último tren que tuvo (sus padres le llevaron a reparar la locomotora y ya nunca más la vio), en cuanto tuvo ocasión se dedicó a buscarle una "sustituta".



Sabemos, por lo que respecta a la hojalata, que es una lámina de acero batido recubierta de estaño. Si el acero proporciona resistencia, dureza y maleabilidad, el estaño le da adherencia, brillo y resistencia a la corrosión. La aplicación de la hojalata se difundió por Europa a finales del siglo XIX, aunque ya desde el siglo XVIII se fabricaban juguetes con este material en Alemania, concretamente en la ciudad de Nuremberg. Por otra parte, la impresión litográfica, tan importante para el éxito de los juguetes de hojalata, se introdujo como técnica decorativa hacia el año 1870. En España se utilizó la cromolitografía a comienzos de la década de los 20 del pasado siglo, hasta entonces se habían pintado los juguetes a mano.
Por lo que se refiere concretamente a los trenes de juguete, podemos decir que tienen la misma antigüedad que los trenes reales, que empezaron a circular entre 1830 y 1840, aunque los de juguete al principio sólamente se arrastraban por el suelo, sin vías. Bien entendido, al principio se construían los trenes de juguetes sin prestar atención a las escalas y otros detalles, pero a finales del siglo XIX las marcas alemanas BING (1863) y MÄRKLIN introdujeron los tamaños a escala para los trenes y las medidas fijas para los railes. Posteriormente, los ingleses pusieron en el mercado un tamaño más reducido. Por lo que respecta concretamente a los trenes de hojalata en España, el primer tren fue fabricado por la firma Payá Hermanos y data de 1909, se movía por arrastre y producía una especie de humo, que salía de su chimenea. El primer tren eléctrico se fabricó en 1930.

Debemos recordar que el fundador de la dinastía Payá, Rafael Payá Picó, era un hojalatero que se dedicaba a la venta ambulante, vendiendo los utensilios que él fabricaba. Entre ellos, figuraban los recipientes que usaban los heladeros y gran variedad de objetos de uso doméstico, como cazos, candiles, platos, cacerolas, etc. Fue iniciativa suya reproducir en miniatura algunos de esos utensilios, que se destinaban al público infantil. Cuando sus tres hijos se hicieron cargo del negocio familiar, en 1905, crearon en Ibi una empresa dedicada a la fabricación de juguetes, que primero se llamó "La Sin Rival" y después "Payá Hermanos, S.A.".
Tomás consigue sus piezas bien sea en mercadillos, a través de la venta por internet, en anticuarios o directamente de particulares. No es muy dificil encontrar este tipo de juguetes, sobre todo si estás dispuesto a pagar lo que piden, pero como eso no es posible hay que saber dónde comprar, porque los precios son muy dispares y varían mucho de un lugar a otro. El intercambio con otros coleccionistas no es fácil en este tipo de piezas.
Lo que más valora nuestro coleccionista es el estado general del tren y su utilidad, en el sentido de que es fundamental que funcione correctamente. Es indiferente la escala ("G", "O", "HO", "N") pero es fundamental que cumpla su función: circular.

Tomás tiene trenes de Inglaterra, Alemania, Austria, Francia, Italia, EE.UU., pero la mayoría de los trenes de hojalata que tiene son españoles. En trenes de hojalata su predilección va a PAYÁ HERMANOS, S. A. Para el resto admira la calidad de Electrotrén, Fleixchmann o Roco.

Todos estos trenes de hojalata los tiene expuestos en estatanterías de tableros longitudinales, y funcionan por una vía única de punto a punto. La mayoría son a escala "HO" como así muchos de los accesorios que tiene (edificios, árboles, coches, personas). Aunque su hijo mayor también es aficionado al modelismo ferroviario y le ayuda a hacer maquetas, la verdad es que todavía no se ha entusiasmado por los trenes de hojalata de su padre, pero estamos seguros de que un día de éstos sucumbirá a los encantos de estos evocadores artilugios ¡seguro!




(Para conocer mejor esta colección, os recomendamos que visitéis la web de Fernando Muñoz "La pintura de un maquinista", dedicada a la pintura, los trenes y mucho más, y donde Tomás ofrece unas colaboraciones).