TOMBE LA
NEIGE...
(detrás del cristal)Lorena vive en Castellón y es coleccionista de bolas de nieve. La idea le vino a la cabeza viendo una película, que cree recordar que se titulaba "Infiel". (Hagamos un paréntesis para decir que las bolas de nieve tienen mucho gancho para los directores de cine, ya que les han dado cierto protagonismo en varios films. Mencionemos, por ejemplo, "Ciudadano Kane", en 1941, y "Kitty Foyle", en 1940, película protagonizada por Ginger Rogers y por cuya actuación obtuvo un Oscar a la mejor actriz. Parece ser que con el éxito de taquilla llegó también el de las bolas de nieve, pues sus ventas se triplicaron).
Si Lorena no recuerda muy bien el título, de lo que sí que se acuerda es de que en ese film se veía una habitación con una estantería llena de bolas de nieve que, por cierto, jugaban un macabro papel. De todos modos, le parecieron tan bonitas que decidió empezar la colección. Pensó que en cada viaje que hiciera se compraría una, para poder traer un recuerdo y un trocito del lugar que visitaba, y que las pondría en una estantería como la que se veía en la película.
Dicho y hecho, del primer viaje que hizo a Noruega se trajo una bola preciosa, pero resulta que se le rompió. Le dió mucha pena porque le gustaba mucho y, además, era la primera que compraba y era recuerdo de un viaje a un país que marcó un antes y un después en su vida. Pero Lorena no se desanimó con semejante contratiempo y, lejos de parecerle un mal augurio, en cuanto tuvo ocasión volvió a comprar otra. Empezó a numerarlas y a poner el nombre del lugar donde las había adquirido o el de la persona que se la había regalado. Pero, al cabo del tiempo dejó de hacerlo y aunque siempre quiere volver a comenzar a poner orden, de momento tiene el asunto de la catalogación un poco parado, vamos, parado del todo.
Las bolas de nieve ahora las tiene distribuidas en estanterías, pues ha estado mucho tiempo buscando una vitrina adecuada sin encontrarla. Al final se la van a hacer a medida. La instalará en una casa que tiene en un pueblo de Cuenca, ya que allí puede disponer de más espacio, así se verán bien y estarán protegidas.
Aunque a Lorena le gustan prácticamente todas las bolas de nieve que ve, se autocontrola a la hora de aumentar el número de piezas. Ha decidido comprar una por viaje y nada más. Es que, entre las que empezó a proporcionarse ella (varias) cada vez que viajaba y las que le han ido regalando, se le está desbordando la colección y ya no tiene espacio para todas. No quiere que su objetivo sea almacenar sin más ni más, sino disfrutar de un objeto que le transmite buenas sensaciones. Las bolas de nieve, en efecto, tienen una magia especial, pues tienen el poder de transportarnos a otros tiempos y lugares.
Al focalizar nuestra atención hacia un punto, que es la escena representada en su interior, nos abstraemos del entorno y nos dejamos llevar al universo que nos proponen, que puede ser muy variado: navideño, infantil, religioso, algo típico de un lugar, reproducción de hechos históricos, mundo animal, etc.
Ateniéndonos al objeto concreto, tenemos que repetir lo que todo el mundo sabe: se llaman bolas de nieve a unas esferas transparentes, hechas de cristal o de plástico, que incluyen en su interior una escena miniaturizada. Para mantener válido el aserto de "no hay regla sin excepción", hay que precisar que a veces el liquído no está contenido en una esfera, sino en un recipiente de cualquier otra forma (corazón, pirámide, cilindro.).
La esfera contiene en su interior, además de una decoración, un líquido, normalmente agua, que permite que las partículas que representan la nieve se mantengan en suspensión durante un tiempo, después de haberlas puesto en movimiento.
Las motas que imitan la nieve antiguamente eran de porcelana, arena, serrín o incluso pan de oro, pero ahora suelen ser trocitos de plástico blanco. Al agua se le suele añadir glicerina o glicol para conseguir que las partículas floten durante más tiempo. El "efecto nieve" se consigue simplemente agitando la esfera (no hacen falta pilas).
Como suele ocurrir casi siempre a la hora de hablar de invenciones, es difícil establecer la fecha exacta de su origen, comercialización y difusión, aunque comunmente se considera que surgieron en Francia a comienzos del siglo XIX.
En realidad, parece ser que se crearon para la función de pisapapeles, al menos, así se desprende de un documento del año 1878, donde se describen unos "pisapapeles en forma de bola llena de agua", con un hombre con paraguas en el interior y que al agitar el líquido ponían en movimiento un polvo blanco, dando la impresión de que estaba nevando.Durante la Exposición Universal de París, en el año 1878, había siete cristaleros fabricando dichos objetos, por lo que debe deducirse que ya eran populares. Desde luego, eran un excelente souvenir (por ser un artículo pequeño, no caro y que evocaba un lugar). Posteriormente se difundieron por Gran Bretaña y desde allí viajaron a Estados Unidos, donde llegaron a convertirse en un atractivo objeto de colección. Entre los países que han sido grandes productores, en cuanto cantidad y calidad, podemos mencionar, además de Francia, a Alemania, Austria, Polonia, la actual República Checa y Estados Unidos. Los globos que se fabricaban entonces eran de cristal y se llegaron a hacer piezas muy refinadas, algunas con música y con escenas minuciosamente trabajadas. Japón empezó a producir bolas de nieve en torno a 1930 y, actualmente, es China y algunos otros países asiáticos los encargados de abastecer el mercado, no siempre con mucho gusto. Hay que saber que después de la Segunda Guerra Mundial la tecnología permitió abaratar mucho los costes de producción. Lorena tiene un blog muy interesante, "Buscando el norte" en el que nos cuenta muchas cosas de su vida, además de hablar de la colección. Como andamos un poco desorientados no podemos ayudarle en su búsqueda, así es que volvemos a mirar dentro de la esfera... ¡cuesta tan poco soñar!