Pablo Martín Lambea es informático de formación y profesión (tendremos que estudiar por qué muchos informáticos son coleccionistas y viceversa...). Si Pablo te regala una planta...!cuidado! De momento, no te acerques mucho a ella y, mientras la contemplas a lo lejos, trata de reflexionar sobre el motivo de semejante detalle: ¿es una prueba de agradecimiento o habéis tenido algún problema?
Porque, independientemente de si esas plantas crecen en la tierra, son treparadoras o se desarrollan sumergidas en el agua, todas ellas dedican su tiempo libre a atraer, atrapar y digerir a sus presas. Sus hojas son trampas que según el color, el olor o el sabor sirven para conseguir unos insectos u otros y convertirlos en una substancia digerible.
Pablo empezó con esta afición cuando era pequeño, con apenas 10 años de edad. Recuerda que todos los años se compraba una dionaea (que es la típica de las bocas que se cierran) en una feria de plantas que se celebraba en Tenerife en primavera. Pero como la trataba como a una planta cualquiera y lo que más le gustaba era ver cómo se cerraban sus trampas, al cabo de una semana la planta se le moría. Ahora ya sabe por qué...
Llegó una primavera y empezó la feria, pero aquél año no trajeron más dionaeas, así es que su afición quedó en estado latente. Pasados los años, su novia (que lo conocía bien y por eso hoy día es su mujer) le regaló una drosera y, fue entonces, cuando Pablo descubrió que había más variedades de plantas carnívoras.Sabiendo todo esto, ya podemos ir más tranquilos a visitar la colección de Pablo...