La belleza de lo efímero perdura
María del Pilar Villacampa Reyes, la coleccionista que os prestamos en esta ocasión, es chilena. Nos cuenta que tenía un caleidoscopio cuando era niña, pero había pocas piezas en el interior y las imágenes se repetían. Un día, exactamente cuando obtuvo su título, se quiso hacer un regalo a si misma y se compró otro, y tanto le gustó que decidió hacer un curso para saber cómo se construían. Así es que, por necesidad creativa, empezó a hacerlos ella misma y acabó creando diseños originales y vendiéndolos y, mientras tanto, decidió empezar su propia colección.
Un caleidoscopio es una palabra compuesta que viene de las palabras griegas Kállos = bello, eidos = imágen y Skopein = ver. Si juntas todos esos términos tienes bien clara la definición: un instrumento para ver bellas imágenes. Para conseguirlas, se utiliza un tubo que contiene tres espejos (en los modelos más comunes, pero pueden llevar sólo dos o más de tres). Estos tres espejos forman un prisma triangular, con su parte reflectante hacia el interior. En el otro extermo del tubo se colocan cuentas de colores y cuando se gira el tubo sobre si mismo, las cuentas cambian de posición y su imagen se multiplica simétricamente, dando origen a millones de imágenes geométricas diferentes.
Estos instrumentos son uno de los juguetes más antiguos del mundo. En un principio solo eran usados por príncipes y magos esotéricos, ya que para la obtención de los colores se empleaban piedras preciosas en su costrucción, lo que los encarecía mucho. El caleidoscopio moderno parece ser que se debe al físico escocés David Brewster, que lo inventó en 1816 y lo patentó poco después. Se cuenta que, a pesar del éxito del invento, no se pudo beneficar mucho económicamente, pues al ser fácil de construir, pronto surgieron por todas partes imitaciones más o menos buenas.
Aunque son considerados como juguetes, estos instrumentos para muchas personas son considerados mucho más. En los adultos tienen un gran poder evocador y ayudan a revivir momentos de la infancia. Además, la experiencia sensorial onirico visual que se proyecta en cada pieza, favorece la relajación mental y estimula el desarrollo de la creatividad de quien los utiliza. A Pilar, lo que más le gusta de ellos es precisamente esa magia que proyectan y el efecto que producen en las personas, que siempre es de asombro y de nostalgia.
Nuestra coleccionista reune un importante número de caleidoscopios, incontables, según nos confiesa, y es que en cuanto descubre uno nuevo hace todo lo posibe para conseguirlo. Por otra parte, como ya hemos comentado, ella se dedica profesionalmente a hacerlos. Entre las piezas que salen de sus manos nos cuenta que los que más le cuesta hacer son los de papel Maché, que son piezas únicas, pues cada vez que se miran siempre se ven distintas, no se repite la misma imagen nunca.
Nos gustan los versos de Vicente Huidobro que tiene Pilar en su blog, dedicados a los caleidoscopios: "Rebaño de colores que se aleja en el tiempo/ ese desfile de mariposas encantadas/ ese azar de luces sin destino/ y pequeños bombones del ojo/ que hacen la delicia de los sentidos".
Evidentemente, lo más interesante del caleidoscopio no es el exterior del tubo, que también puede ser curioso, sino el mundo de colores que se esconde dentro. Pilar ha colgado algunos de sus ejemplares en youtube y os recomendamos que, ahora mismo, vayáis a descubrir lo que guardan en el interior esos pequeños tubos, porque os gustará. Y, en cuanto tengáis ocasión, no dejéis de caer en la tentación de tomar entre vuestras manos uno de esos artilugios y asomaros a su ventanita redonda: desde allí descubriréis un mundo único, que no se puede encontrar en otra parte. Allí dentro, las imágenes y los colores se hacen los dueños de un escenario creado, únicamente, para maravillaros. Para saber más, podéis visitar su web.