domingo, 21 de diciembre de 2008

¡¡Felicidades!!

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A todos los que visitáis este blog y a todos los que no,


os deseamos que podáis reunir en el 2009


muchos días felices.


Y si eso resulta una colección imposible,


al menos,


que disfrutéis de muchos buenos momentos.




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lunes, 15 de diciembre de 2008

Una colección de etiquetas de agua




El nombre




del agua












Angel Pérez Avellaneda siempre ha coleccionado cosas, desde monedas a sellos, de calendarios a casi todo, pero era consciente de que eran colecciones sin fin y tenía la impresión de que sólo hacía amontonar por amontonar.


La colección de etiquetas de agua la empezó en Toledo en el año 2002, un 4 de agosto, para ser más exactos, durante un viaje de fin de semana.


Como Angel sólo bebe agua en las comidas, pensó que sería interesante guardar las etiquetas de las botellas de agua de los lugares que visitaba y, además, eso no requería ningún esfuerzo especial. Así fue como reunió las primeras etiquetas de agua españolas y algunas extranjeras que cayeron en sus manos. Una vez familiarizado con las distintas marcas, decidió intentar conseguir todas las etiquetas de agua de España.

Aún hubo otro factor que le animó a empezar ya en serio la colección, pues buscando información por internet encontró la página de la colección de Alain Parisot y se quedó impresionado. Le envió un correo y Alain le respondió enviándole 70 etiquetas francesas !la suerte estaba echada! y la decisión de iniciar la colección tomada. Ahora Angel tiene más de 3.050 marcas diferentes y casi 9.000 unidades distintas.

Nos confiesa que al principio lo que más le interesaba era conseguir una marca nueva que le permitiera aumentar su colección, pero hoy día lo que más le atrae en las etiquetas es su diseño y la información que le aporta sobre el lugar de donde proceden.

Las tiene todas perfectamente archivadas en clasificadores. Las etiquetas las pega sobre un folio blanco, luego pone las
de una misma marca sobre folios cuadriculados y en fundas de plástico, y las guarda por países, continentes...

Para Angel cada etiqueta es importante, pero algunas tienen un significado especial, no porque sean más bonitas u originales, sino por el valor añadido que le confiere la persona de quien las ha recibido o cómo las ha conseguido. Normalmente, las que se procura durante sus viajes tienen el doble valor de la etiqueta en sí y el recuerdo que le traen de unos momentos especiales.

Por cierto, que Angel está siempre a la caza y captura de la etiqueta exótica y procura que no se le escape ninguna, por eso no le da ningún reparo hacer alguna inspección a fondo de las papeleras que encuentra por la calle, cuando intuye que pueden contener alguna botella de agua... A este método le llama Angel "basurear". Además de este procedimiento, digamos, un poco drástico, también las consigue gracias a sus familiares, amigos y conocidos.
Ni que decir tiene que gracias a internet ha podido establecer contacto con muchos coleccionistas de todo el mundo con los que puede intercambiar etiquetas. Entre los más numerosos se encuentran coleccionistas franceses, italianos, croatas y, por supuesto, españoles. Como anécdota, nos cuenta Angel que uno de los colaboradores que más etiquetas le ha facilitado y más diversas, es un embajador estadounidense en un país remoto de la tierra.


Angel no se limita a guardar las etiquetas para conocer el nombre del agua, sino que se interesa por los análisis químicos de cada una de ellas, lugar de origen, empresa elaboradora, historia del manantial de donde proceden, etc.



Nuestro coleccionista tiene una página en internet pero hace tiempo que no la actualiza, ya que era gratuita y wanadoo dejó de mantenerla. Como corría el riesgo de que si la "reseteaba" podía perder toda la información que había "colgado", decidió dejarla tal y como estaba.

Ahora tiene idea de comprar un dominio y pagar el alojamiento, pero supone mucho trabajo y no encuentra el momento de ponerse a hacerlo. De todos modos, ya tiene escaneadas sus 9.000 etiquetas, que también están perfectamente estructuradas y guardadas.



En la web de Angel todavía poemos apreciar que su atención no se reduce sólo a la etiqueta del agua, sino que ofrece información de los países de origen, de sus banderas, de su situación geográfica y muchos otros datos. A él le interesa la información que se ofrece en la superficie de la botella, pero también la que se esconde en la profundidad del manantial. Nuestro coleccionista ha encontrado en el líquido elemento, el más común, la manera de distinguir y conocer territorios y culturas.

martes, 9 de diciembre de 2008

Una colección de aparatos de telegrafía


PUNTO

PUNTO

PUNTO

RAYA
PUNTO


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José Pedro Gutiérrez es un coleccionista increible, se interesa por una serie de objetos a los que otras personas les costaría mucho contemplar como piezas de colección. Colecciona entre otras cosas cuchillas de afeitar, placas de máquinas, llaves, radios de galena y de lámpara, candados, balanzas, tinteros, accesorios eléctricos, etc. Poco a poco esperamos poder ir presentando sus tesoros, de momento podemos hacernos una idea visitando su web.


El dice que la razón de este interés por los objetos de la vida cotidiana de hace unos años, es una especie de nostalgia de todo aquello que formaba parte del entorno de su infancia y adolescencia. Empezó a coleccionar todas esas cosas alrededor de los años 80.

Al principio se trataba de conseguir un solo objeto como representación de las piezas que habían caído en desuso: un tintero, una galena, etc. pero después se dió cuenta que un solo objeto no era representativo, porque los hay de muchas formas, de diferentes materiales, etc. así es que fue aumentando poco a poco los distintos modelos de cada utensilio y acabo coleccionándolos. Como guarda todas las colecciones en su casa, ultimamente se ha ido decantando por los objeto de tamaño pequeño !cuestión de espacio!

En la sección de su página que aparece bajo el rótulo de "Timbres y Telegrafía", pueden admirarse algunos antiguos aparatos de telegrafía, especialmente manipulares Morse. Dice José que lo que más le gusta en ellos es su diseño armonioso, la mezcla del bronce y las maderas nobles y su tecnología sencilla, visual, basada en la física y en la mecánica.


Recordemos que durante el siglo XIX gracias a los avances en física, electricidad y magnetismo varios científicos consiguieron desarrollar lo que sería el primer sistema de comunicación a distancia de sonidos. En el año 1833 Wilhelm Weber y Carl Friedrich Gauss pusieron en funcionamiento la primera línea telegráfica electromagnética en Göttingen.

No obstante, fue Samuel Morse quien pudo patentar la invención en 1837. Recurriendo a un aparato emisor y otro receptor y gracias al sistema de codificación adoptado por él, se pudo inaugurar en 1845 la primera línea de telegrafía. El mensaje enviado desde el Capitolio de Washington pudo recibirse en Baltimore, a unos 64 Kms. de distancia.

Ese sistema de codificación, llamado código o alfabeto Morse, se basa en una serie de signos convencionales, formados con puntos, rayas y espacios en blanco, que se hacen visibles sobre una cinta de papel instalada en el aparato receptor y que obedecen a las señales enviadas por el aparato emisor, emitidas abriendo y cerrando el circuito mediante un manipulador. El aparato receptor, en lugar de disponer de un lápiz para escribir la información que le llega, puede tener un resonador que produce un sonido cada vez que es accionado por el electroimán.

Entre las piezas más importantes que guarda José Pedro Gutiérrez en su colección, se encuentran unos manipuladores de morse americanos, con zumbador sonoro incluído.

Nuestro coleccionista tiene el proyecto de mostrar toda la colección por internet, aunque sabe que eso le va a llevar bastante tiempo.

Antes adquiría las piezas en los mercadillos de las provincias lo que, nos dice, era una buena excusa para viajar. Ahora compra bastante por internet, sobre todo a Estados Unidos e Inglaterra. No suele tener piezas repetidas, por lo que no se plantea la posibilidad de organizar cambios con otros coleccionistas. Tampoco es su idea vender, aunque con esto de la crisis, dice que nunca se sabe.

José le da mucha importancia a que el objeto conservado mantenga su funcionalidad. Todos los objetos de su colección están en perfecto estado y funcionan correctamente. Nos cuenta que sigue con interés todos los debates sobre hasta dónde debe llegar la restauración de un objeto antiguo. Personalmente, confiesa, él lleva a cabo restauraciones profundas, por cuestiones de pulcritud e higiene. Considera que el certificado de antigüedad no puede depender de que una pieza luzca o no la suciedad acumulada durante 70 años.

Estos manipuladores de José todavía nos están mandando señales, unas señales que nos hablan de otros tiempos, de una técnica, de un ingenio, de un progreso y de la habilidad y el entusiasmo que ponen los coleccionistas en los objetos de su colección.

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lunes, 1 de diciembre de 2008

Lote n° 26 de imágenes de casas construídas sobre la vía pública o pasajes




Foto n° 151: Sevilla. Manuel Angel Lara



Foto n° 152: Edimburgo, Old Tolbooth Wynd (Escocia). Fernando Fuster



Foto n° 153: Amsterdam (Holanda) Fernando Fuster



Foto n° 154: Colmar (Francia). M. J. Fuster

Foto n° 155: Chía (Huesca) Mari Carmen Carrera



Foto n° 156: Sevilla, Manuel Angel Lara




Si queréis enviar fotos podéis hacerlo a:

mjfuster20@gmail.com


¡Gracias!


jueves, 20 de noviembre de 2008

Una colección de tarjetas de menús







¿Qué hay




para comer?









Ramón Trelles colecciona tarjetas de menús. Puede parecer algo banal, pero lo cierto es que pocas veces hemos podido disfrutar de una colección tan rica como la que él nos presenta (y no nos referimos a su valor intrínseco, que lo tiene, sino al "documental", pues posee algunas piezas que son auténticos tesoros).

No hay muchas cosas que se preparen tan minuciosamente como un banquete, donde tienen que conjugarse elementos tan diversos como un presupuesto, el mensaje que quiere hacer pasar el anfitrión, la categoría de comensales a los que se les ofrece, la categoría de cocineros que lo elaboran, unos productos que se quieren resaltar, la moda gastronómica que se sigue, la influencia política que se adivina, etc. Todo eso se plasma y visualiza en un espacio reducido, la tarjeta del menú.

Ramón comenzó con esta colección hace más de 25 años. Recuerda que cuando empezó a coleccionarlos eran bastante baratos, pues por 100 pesetas se podían conseguir ejemplares con escudos en gofrado, pintados a mano o con ilustraciones muy bonitas. Ahora no se encuentran por menos de 50 euros....

En las ventas de eBay alcanzan unos precios desorbitados, como ocurrió con el único menú que se salvó de la cena que se estaba dando cuando se hundió el Titanic, que se subastó por cerca de 75.000 euros.

Hace unos años él creía que era el único coleccionista de este tipo de tarjetas y por eso, cuando decía que tenía la mejor colección de menús del mundo no era por presumir, sino porque pensaba sinceramente que no había otro "loco" al que le hubiera dado por coleccionar lo mismo. Sin embargo, ahora ya sabe que hay bastantes personas interesadas por los menús y que existe un mercado consolidado en torno a ellos.
A él la idea de coleccionar los menús le vino de casualidad, pues, recuerda, que pasó un día por la calle Libertad de Madrid y entró en una tienda en la que vendía postales antiguas. Allí, vió unos menús muy sobrios pero bonitos, con el anagrama A. V. en dorado y a relieve. Ramón no se resistió y los compró. Cuando llegó a su casa los miró con atención y empezó a investigar. Así fue como descubrió que A. V. era el anagrama de Alfonso XII y de Victoria Eugenia, y las fechas que allí aparecían correspondían perfectamente a su época. Supo entonces que eran nada más y nada menos que los menús que se utilizaban a diario en el Palacio de Oriente.

Entre los ejemplares que posee nuestro coleccionista, se encuentran algunos del siglo XIX, testigos más que elocuentes de homenajes a personalidades destacadas, inauguraciones importantes, comidas de la Casa Real, comidas con jefes de Estado extranjeros, banquetes de bodas y hasta comidas campestres.

Ramón lleva una ficha técnica de cada minuta, con la foto correspondiente en la que detalla datos sobre su tamaño, forma, escudos, gofrados, grecas, grabados, dibujos, firmas, entidad donde se realiza, fecha tipo de servicio y todo lo que puede interesar. Esto lo complementa con la información aparecida en los periódicos del día sobre el referido acontecimiento, lo que permite conocer y valorar la celebración en su contexto social e histórico.

Como nos explica, estas tarjetas de los menús, muchas veces están pintadas a mano, otras impresas; pueden estar escritas con multicopista o plumilla; en forma de cuadernillo o pasquín, pero todas ofrecen un gran interés, tanto por sus aspectos estéticos como por la información que dan.

También está interesado, no obstante, por las tarjetas de menú en blanco, muchas veces ofrecidas para hacer publicidad de algún producto alimenticio, de vinos, bebidas varias, hoteles, etc

Además de permitirnos recordar la ocasión para la que han sido confeccionados, los menús mencionan los platos que se han servido en el banquete, lo que nos permite conocer los gustos gastronómicos de la época, las influencias culturales, los productos de la tierra que más se valoraban, las bebidas más apreciadas...

Como información adicional se puede encontrar, también, la dedicatoria del homenajeado en el festín o de algún compañero de mesa célébre, pues en muchas ocasiones se aprovecha la superficie de la tarjeta del menú para conseguir una firma como recuerdo.

Ramón tiene una web en la que podemos conocer la clasificación de sus menús, desde aquellos que tienen valor histórico, a otros más modernos, pero igualmente interesantes. Así, podemos hacernos una idea de lo que es su colección, con una amplia representación de los menús ordenados por temas, p. e.: Transportes (aviones, barcos y trenes), Publicidad (vinos, cervezas, licores, aguas minerales, etc.), Personajes públicos (homenajes, inauguraciones), Personales (bautizos, comuniones, bodas, etc.) y varios otros.

A pesar de su voluntad de colgar en la red toda la colección, y de que ya tiene escaneadas todas las piezas, Ramón ha renunciado por ahora a ofrecer todo el material disponible por internet, pues se plantean algunos problemas de orden técnico.

Por eso, ha optado por mostrar solamente las portadas de algunos menús con el fin de que se puedan contemplar las ilustraciones. La decisión parece razonable, pero tiene el inconveniente de que, como la curiosidad se aviva mientras no se satisface, nos quedamos intrigados por saber, por ejemplo, qué les ofrecieron a los reyes de España en el pic-nic que les organizaron en Santander, etc.

Actualmente su colección consta de más de 17.500 tarjetas de menú y abarca el periodo comprendido desde 1850 hasta nuestros días. Tiene ejemplares de países como Holanda, Francia, Portugal, Alemania, Dinamarca, Italia, Grecia, Suiza, Austria, EE.UU. Sudáfrica, Brasil y Japón.

Por lo que se refiere al futuro de su colección, Ramón la ha cedido en su totalidad a la Biblioteca Nacional de España, a la que hace donación con el fin de que, como él nos cuenta, el resultado de todo su esfuerzo pase a la posteridad y los investigadores puedan conocer qué es lo que preparaban los cocineros en sus fogones y quienes eran los verdaderos cocineros....... de la Historia.

Entre tanta información, nos han llamado la atención muchas cosas, pero citaremos sólo lo siguiente:

En una web francesa dedicada a una colección de menús, "Menustory-Histoire des menus" en la que se muestran todos los menús de las recepciones oficiales desde L. N. Bonaparte a Sarkozy, puede verse la minuta del banquete que ofreció Alfonso XIII en París, el 19 de marzo de 1902, en donde no figura ningún plato español. Exactamente había "Consommé Julienne, Oeufs au plat, Pilaf de mouton au riz, Escaloppes de veau à l'Anglaise, Pommes de terre maître d'hôtel, Poulet rôti, Gâteau Marignon", con las bebidas francesas, evidentemente...

Lo que supone un gran contraste con la comida que le sirvieron a Alfonso XIII en otro de sus viajes a París, el 8 de mayo de 1913 y que hemos conocido gracias a un menú de Ramón. La preparó un restaurante español de la capital y consistió en: "Cocido a la española, Pollo a la Vizcaina, Filete de Buey Madrileña, Ensalada del tiempo, Helado de vainilla y fresas, Frutas variadas, café, Anis del Mono, Vino de Rioja" ¡más castizo que eso!

Para guardar los menús Ramón utiliza álbunes de fotos. Cuando el banquete aparece en los periódicos del día, como hemos comentado anteriormente, adjunta fotocopias de los diarios con la noticia. En algunas ocasiones puede acompañarlos también de los discursos que se hicieron en aquella ocasión, incluso con fotos o dibujos de los asistentes o de la recepción.

Las tarjetas de menús además de ser obligadas en las recepciones oficiales, son un detalle para realzar el servicio de mesa de una reunión familiar o de amigos. Son el recuerdo perenne de algo fugaz: una comida, por lo que pueden ser la excusa ideal para convertir un día intrascendente en una fecha para recordar. Hoy mismo a la hora de cenar voy a poner unos tarjetones blancos delante del plato de la familia, con el texto: "Menú: judías verdes con patatas blancas, bacalao fresco acompañado de hojitas de lechuga perfumadas al vinagre, mandarina". Ramón ¿es necesario que siempre conste el motivo de la celebración? si es que sí, añadiremos "con ocasión de la aparición en "Procoleccionismo" de la colección de tarjetas de menús".



jueves, 13 de noviembre de 2008

Una colección de postales antiguas




Recuerdos


desde


Sevilla




"Recuerdos desde..." es un texto al que se recurre con frecuencia cuando se envía una postal, aunque hay otras personas un poco más comunicativas, gracias a las cuales el destinatario puede enterarse de que sus padres han montado en unos camellos en Tenerife o que sus cuñados están en Londres y llueve a mares.

Para las familias, las tarjetas guardadas en una caja sirven para recordar las vacaciones de todos sus miembros y permiten descubrir sus firmas, su humor, su ternura o su falta de imaginación. Los datos que aportan pueden resultar de gran ayuda en las investigaciones genealógicas.

Al coleccionista, la tarjeta en si misma le da otro tipo de información: la época en que se editó, el nombre del fabricante, la originalidad del tema de la ilustración, la técnica empleada para su estampación, etc.

Manuel Angel Lara es de Sevilla y se le ocurrió hacer colección de postales antiguas cuando se dió cuenta que ya tenía acumuladas una buena cantidad de ellas.

Nos cuenta, que todo comenzó allá en el año 1985. Unas señoras conocidas suyas le dijeron que se pensaban deshacer de unos libros que tenían en casa y que podía mirar si había alguno que le interesara. Aprovechó la ocasión que se le ofrecía y se quedó con algunos, pero lo que más le llamó la atención fue una caja llena de postales antiguas que se encontraba con ellos.

Cuando vieron el interés con el que las miraba, le dijeron que cogiera las que quisiera, siempre que no llevaran un texto con comentarios familiares.

Manuel obedeció, aunque más de una vez se ha arrepentido de haber dejado allí unas piezas que ahora le encantaría tener en su colección. También se arrepintió de haberle dado a un compañero muchas de aquellas postales, porque fue precisamente un minuto después de haberlo hecho cuando pensó que hubiera tenido que guardárselas para él y empezar su propia colección.

Entre los temas más frecuentes en la ilustración de tarjetas postales, tanto en sus primeros tiempos como ahora, se encuentran las postales souvenir, en las que se destaca alguno o algunos aspectos típicos de un lugar, como pueden ser monumentos, paisajes, comidas, trajes regionales, personajes de la historia local. Muchas veces estas tarjetas ya vienen con la frase impresa de "Saludos desde..." o alguna similar.

También son numerosas las tarjetas pensadas para felicitar aniversarios, onomásticas o celebraciones de fiestas determinadas (Pascua, Navidad).

El tema de los niños ha gozado siempre de mucha aceptación, así como el de la flora o la fauna. También se ha recurrido a personajes históricos o a la reproducción de obras de arte, sin olvidar las tarjetas humorísticas. En fín, como se suele decir, hay para todos los gustos.

Las postales preferidas de Manuel son las de personajes, preferiblemente reyes, familias reales y gobernantes destacados, ya que, aunque piensa que no son ni mucho menos las personas más importantes en la historia de los países, sí son los más significativos. No obstante, aprecia todos los temas y especialmente las postales de parejas y niños, sobre todo, cuando llevan texto en el reverso.

En esos escritos, nos dice Manuel, se solían escribir candorosas felicitaciones, con una peculiar ortografía, como:

"Pajarillos que voláis, entre lirios y violetas, haced el favor de llevarle a Basilisa esta tarjeta, y si acaso te pregunta, le respondes con salero, que es de su criada Carmen, que la quiere con esmero". Otro mensaje con miga: "El domingo fui a la pla lla, y ma a code de ti, y ohi u na bo que desia, que lo tenga mui feli".

Nuestro coleccionista nos confiesa que nunca ha contado las postales que tiene, pero puede calcular "a bulto", que son unas dos mil, aunque no todas son antiguas. Dice que las empezó guardando en fundas de plástico con seis casilleros, lo que permitía ver doce postales por hoja, pero ocupaban mucho espacio y no resultaba práctico. Ahora las tiene separadas por temas en cajas de plástico, esperando poder escanearlas para su blog.

Por cierto, queremos señalar que además de estar trabajando en ese blog, Manuel tiene una estupenda colección de marca-páginas con auténticas preciosidades, como nuestra coleccionista Mari Carmen Carrera, de la que ya tuvimos ocasión de hablar.

Por lo que se refiere a la adquisición de piezas para su colección, se lamenta Manuel de que últimamente tanto los anticuarios como los vendedores de los mercadillos han puesto unos precios bastante prohibitivos a las postales antiguas, por lo que hay que pensárselo un poco antes de comprar.
Y eso, que la historia de las tarjetas postales no es muy antigua, pues se remonta solo a finales del siglo XIX. El Estado tenía entonces el monopolio de su edición y se vendían ya franqueadas. Posteriormente, se autorizó a las empresas privadas a vender sus producciones, lo que permitió una rápida difusión, ya que los clientes encontraban una oferta muy variada con cuidadas ilustraciones. El sello que se requería para su expedición era más barato que el que se necesitaba para franquear una carta dentro del sobre. En 1878 se uniformizó el tamaño de las tarjetas postales, adoptando el de 14 x 9 cms, aunque actualmente la medida normalizada es de 15 x 10.5 centímetros.

En la vida de un coleccionista siempre hay alguna experiencia amarga, una frustración que queda cuando se piensa en lo que pudo haber sido y no fue, y Manuel tiene varias, aunque procura tomárselas con humor.

Así, nos cuenta que además del episodio referido sobre unas postales que no cogió por exceso de honestidad y otras que regaló por demasiada generosidad, pues también ha perdido otras por llegar un pelín tarde. Esto le pasó en Aracena, donde acudió a un estanco preguntando por postales antiguas y la señora le sacó un álbum grande donde solo le quedaban diez o doce postales. Le contó que lo tenía lleno hasta hacía pocos días, pero que había pasado por allí Manuel Sumers, el director de cine, y se las había llevado todas. Cuando miréis la película "Del Rosa al Amarilllo" y veáis las postales que salen de fondo en el reparto, pensad que podrían haber sido de Manuel.

Esta es la relación de Manuel Angel Lara con sus postales, una historia apasionante con final feliz.