martes, 4 de noviembre de 2014

Una colección de abanicos





Cadencia refrescante


Siempre decimos que para nosotros todos los coleccionistas son igual de importantes, y así es, pero lo que hay que admitir, es que unos han conseguido mayor reconocimiento que otros con sus colecciones.
Si hablamos de Inmaculada Manfredi, no puede negarse que es una de las mayores coleccionistas de abanicos de España y que es un punto de referencia para todo aquél que quiera documentarse o disfrutar con el tema de los abanicos. Inmaculada ha organizado exposiciones en centros y entidades de prestigio, y numerosas publicaciones y medios audiovisuales le han dedicado su atención.
Queremos precisar, para empezar, que Inmaculada no se limita a ocuparse de los abanicos en sí, sino que también está interesada en todos aquellos objetos en los que se les representa o menciona. Y no es dificil encontrarlos, ya sea en obras literarias, pintura, escultura, cajas de cerillas, botones, joyería, ilustraciones, etc.
Nos cuenta que, como les suele ocurrir a muchos coleccionistas, no sabe exactamente cuando comenzó con la colección. Y es que el proceso suele ser así: una persona se siente atraída por algún objeto determinado, sin saber muy bien a qué responde este interés y, a medida que se va rodeando de ellos es cuando se convierte en un verdadero coleccionista, pasando de ser un simple acaparador a sentir la necesidad de conocer qué tiene entre manos, de ponerlo en valor, de formarse y aprender un poco más sobre el objeto de su devoción. Y aunque Inmaculada no recuerde la fecha exacta de cuándo empezó su colección, sí que tiene muy claro qué fue lo que le atrajo de los abanicos. Pero antes de averiguar eso, hablemos brevemente de qué es un abanico y cuál es su historia.
Aunque determinar los orígenes de cualquier cosa siempre resulta difícil, se suele mencionar que las primeras referencias al abanico se encuentran en Egipto y datan del tercer siglo a. C. Del siglo II a. C. existe algún ejemplar encontrado en la tumba de Tutankamón. Entonces se trataba de abanicos fijos formados por un penacho de distintos materiales como plumas, tejidos, fibras vegetales, etc. sujetos a un mango largo. Eran abanicos ceremoniales o litúrgicos utilizados casi exclusivamente por el faraón. En otra ocasión, nos ocuparemos de los abanicos fijos, pero en este espacio nos limitaremos a los plegables.
¿Hay que explicar qué es un abanico? siempre es mejor saber de qué se habla.
Dice el diccionario que un abanico es un utensilio para dar o darse aire, y que está formado por una serie de varillas unidas radialmente por un extremo, cubiertas por una pieza generalmente semicircular de tela, papel o piel decorados. Para usarlo se agarra por el extremo donde están unidas las varillas y se mueve con la mano de un lado a otro; se puede plegar juntando las varillas, de modo que quede la pieza de tela, papel o piel doblada entre una varilla y otra.
La invención de los abanicos plegables se la disputan los chinos  japoneses y se remonta al siglo XI, aunque hay indicios de que fue ya en  el siglo VII cuando un japonés diseñó el abanico plegable siguiendo la estructura de las alas del murciélago. Hay que reconocer que fue un invento ingenioso y que desde que existe ha cumplido múltiples funciones, desde ser un aliado en las artes marciales, que se practican en China y Japón, a ser un arma de seducción en las manos de una mujer, un adorno para mostrar el estatus social  o, incluso, hasta para darse aire y refrescarse un poco.
En Europa no empezaron a utilizarse hasta el siglo XVI y parece ser que los trajeron los portugueses desde Japón, aunque fueron los italianos los primeros en fabricarlos. 
Y fue precisamente una italiana, Catalina de Medicis, quien los introdujo en la corte de Francia. A mediados del siglo XVIIl los franceses exportaban a toda Europa, siendo considerado el siglo XVIII como la edad de oro de los abanicos.
Una idea de su popularidad la podemos encontrar a través de los retratos de reinas y favoritas, a las que nunca les suele faltar este artístico y útil objeto en las manos. Recordemos desde Elisabeth I de Inglaterra, que era una gran coleccionista de ellos, y a la que se atribuye la frase que el abanico "era el único regalo que una reina podía aceptar" hasta la reina María Antonieta o Eugenia de Montijo, verdaderas apasionadas de este artilugio. En el caso de Elisabeth I, aparece en muchas ocasiones con abanicos fijos, pero también plegables.

Actualmente en muchos países han caído en desuso y se fabrican prácticamente todos en China y Japón y algún otro país oriental. En Europa, los únicos productores son Italia y España. Aparte de los destinados a su uso habitual, también son populares los que se ofrecen como objeto de recuerdo o para hacer publicidad.
Retomando la cuestión de por qué se aficionó Inmaculada a los abanicos, nos cuenta  que se sintió atraída por ellos precisamente por su ¡sonido! Y no es que hayamos cambiado de tema y estemos hablando ahora de instrumentos musicales, sino que seguimos refiriéndonos a los abanicos.
Nos explica nuestra coleccionista que su "ras, ras, ras" rítmico, acompasado y lánguido fue lo primero que le llamó la atención de ellos. Posteriormente, fue interesándose en la estética, la procedencia, en los valores sentimentales que encerraban y muy tardíamente, en el valor económico que podían tener.
Confiesa Inmaculada que a la hora de clasificar las piezas de su colección, no sigue una norma rígida. Por lo que se refiere a los abanicos, por ejemplo, los de tema taurino conforman una sección específica. Los orientales otra; los que ella considera "curiosos", otra, y así hasta que llega el momento de hacer una exposición y entonces todas las piezas cobran vida, ya que deben adaptarse al lugar, la circunstancia o el gusto de quien encarga la exposición. 
Muchas son las cosas que nos quedan en el tintero sobre los abanicos, pero este espacio es limitado. Para saber más sobre el tema, os recomendamos el blog de Inmaculada, Colección Manfredi






1 comentario:

Petra dijo...

¡Una gran colección!