jueves, 30 de julio de 2009

Lote n° 37 de imágenes de casas construídas sobre la vía pública o pasajes

Foto n° 218: Belorado (Burgos). Angel Pérez Avellaneda


Foto n° 219: Leutershausen (Alemania). M. J. Fuster

Foto n° 220: Rothenburg (Alemania). M. J. Fuster

Foto n° 221: La Habana (Cuba). Amanda Suiti



Foto n° 222: Calais (Francia). M. J. Fuster



Foto n° 223: Calais (Francia). M. J. Fuster



Si queréis enviarnos fotos podéis hacerlo a:


mjfuster20@gmail.com


¡Gracias!




viernes, 24 de julio de 2009

Una colección de netsuke



NETSUKE

la delicadeza

de lo pequeño




Cuando un japonés se pone su kimono, lleva una banda o faja en la cintura que le sirve de cinturón (Obi) y también de bolsillo, pues allí colgadas suelen llevar unas bolsas (Sagemon) que son de diferentes tipos y formatos. La más común es una cajita plana con varios pisos o compartimentos (Inro), donde se colocan aquellos objetos que normalmente se necesita tener más a mano, ya sean los medicamentos, material para escribir, etc. Estas cajas se cierran con un cordón y en la punta del cordón hay un pasador o borla llamado NETSUKE que hace de tope y permite que la bolsa quede sujeta al Obi. Se reconocen e identifican estas figuritas precisamente por eso, por tener dos agujeros que se comunican y que permiten pasar el cordel.

Nuestro coleccionista nos cuenta que los netsuke usados en Japón fueron, en un principio, importados de China. Si esto es un hecho aceptado por la mayor parte de los estudiosos del tema, en lo que no hay tanta unanimidad es en determinar cuándo pasaron a utilizarse en el país nipón, pues la opinión de los expertos varía. Hay teorías que remontan la difusión de estos objetos por Japón al siglo XIV, aunque normalmente se barajan fechas más tardías.
Por cierto, ha llegado el momento de presentar a Luis, nuestro coleccionista de netsuke. El es portugués y ha viajado mucho por China, Japón y por otros países orientales y cuando descubrió estos pequeños objetos, que muchas veces son auténticas obras de arte, se quedó prendado de ellos y decidió coleccionarlos.
Desde luego, su objetivo no es reunir una gran cantidad, sino simplemente tener una buena representación y disfrutarlos.

Nos cuenta Luis que los primeros netsuke se hicieron en madera (ébano, bambú, boj, sándalo) y posteriormente comenzaron a realizarse en materiales más costosos, como cuerno de ciervo, hueso, piedras duras... A partir del siglo XVIII se impuso la utilización del marfil, que se importaba de China o Corea. En este material están hechas las piezas más apreciadas. Posteriormente, con la prohibición de comerciar con el marfil de elefante se han utilizado para su realización colmillos de morsa, de cachalotes, marfil de mamut, de hipopótamo, etc., además de porcelana, laca, metal, cuero, coral, ámbar...

Hay algunas piezas que por venir de un taller o artesano determinado están especialmente valoradas, pero a Luis ésto no le interesa especialmente pues no quiere entrar en el juego del mercado, así es que se limita a comprar lo que le gusta, cuando le interesa el precio.
Actualmente, para atender la demanda de los numerosos turistas que visitan Japón o China, se ofrecen en el mercado ejemplares realizados de manera muy burda, incluso en plástico. Es más fácil encontrar buenas piezas en Hong Kong, Macao, Malásia o Singapur que en China.

Si se quiere adquirir un buen netsuke hay que examinar la perfección y minuciosidad del trabajo con el que se ha hecho, eso es lo más importante.

Un buen criterio para saber si verdaderamente se trata de un netsuke es, como hemos dicho anteriormente, comprobar que tenga dos agujeros comunicados por los que se pueda pasar un cordel. Estos agujeros normalmente están hechos por un artista distinto del que ha realizado la talla de la figura.

Por cierto, que la temática a la que se recurre para hacer estas figuras abarca todos los campos, pues igual se representan animales como personajes populares, divinidades o humildes objetos de la vida cotidiana.

Cuando se trata de animales, se suelen representar aquellos a los que comunmente se les atribuye ser portadores de buena suerte, como el mono, la tortuga, el búho... También se recurre a los animales mitológicos. Por lo que se refiere a los personajes, la inspiración del artista toma como sujeto de su obra todo tipo de personas, desde las más comunes (pescadores, agricultores) hasta otras que gozan de cierto prestigio social (como actores y sacerdotes budistas) o, también, seres mitológicos. Todo ello condensado en unas dimensiones muy reducidas, ya que suelen medir entre 3 y 8 cms.
En este sentido hay que destacar que uno de los motivos de la popularidad de los netsuke dentro del arte nipón, es precisamente por la predilección que manifiestan los japoneses por las obras de arte de tamaño pequeño. Estas dimensiones reducidas son también una de las ventajas que presenta el coleccionarlos, pues, aparte del placer estético que proporcionan, es muy cómodo que ocupen poco espacio y se puedan exponer en cualquier parte. Luis los tiene todos en un mueble especial.

En Europa se pueden encontrar buenas piezas en algunos anticuarios, aunque, desde luego, más caras que en Oriente, pero si te pones a calcular lo que te ahorras del viaje seguro que la compra resultará más barata... Nosotros, sin tener que hacer números para averiguar ningún precio y gracias a la deferencia de nuestro amigo Luis, hemos tenido el privilegio de poder contemplar desde nuestra propia casa unos preciosos ejemplares de netsuke, que derrochan belleza, humor y ternura.

viernes, 17 de julio de 2009

Una colección de papel secante



Para no dejar

huella... (de tinta)





PAPEL SECANTE










Luis Latorre hace colección de papel secante. Actualmente no hay muchas personas que lo utilicen, pero antiguamente era un elemento indispensable tanto en las oficinas humildes como en las importantes, en los despachos de prestigio como en las carteras de todos los escolares.
Pero, ¿qué es exactamente el papel secante? es un papel poroso, que tiene la propiedad de absorber los líquidos. Gracias a él se facilitaba la rapidez en el secado de los escritos. También ayudaba a paliar los desastres que ocasionaban los borrones que caían sobre los cuadernos, etc.

Hay que pensar que no hace muchos años (unos sesenta) en la escuela se usaban todavía plumillas metálicas que se tenían que ir impregnando en la tinta mientras se utilizaban, por lo que lo que el texto recién escrito quedaba húmedo y había que esperar un tiempo hasta que se secara por evaporación. Mientras tanto, no se podía poner nada allí encima ni se podía cerrar el cuaderno donde se había escrito. Con la ayuda de un papel secante se solucionaban estos problemas, pues el exceso de tinta (las huellas de la escritura) pasaba al papel secante, mientras que el texto original quedaba limpio.

Parece ser que el invento del papel secante se debió a un error pues, en una ocasión, durante el proceso de fabricación no se añadió la cola necesaria y se obtuvo un tipo de papel "defectuoso" en el que se apreció, sin embargo, la particularidad de que era muy absorbente. Desde entonces, esta propiedad se aprovechó para hacer el papel secante, que se fabrica a partir de pasta de trapo y sin cola.
El papel secante se presentaba, normalmente, en pequeñas láminas, lo que facilitaba que pudiera dejarse entre las hojas de los cuadernos donde se acababa de escribir.
Antes de que existiera el papel secante, descubierto a finales del siglo XIX, se utilizaba unos polvos para secar con rapidez la tinta, además de muchos trucos y recetas caseras para eliminar las manchas que afeaban textos y dibujos.

El papel secante se convirtió rápidamente en el artículo promocional por excelencia, pues se aprovechaba la superficie del dorso del secante para dar a conocer la razón social de una empresa, los productos que fabricaba, sus cualidades, etc.

Así pues, en ese reducido espacio las marcas de fabricantes de todo tipo de artículos hacían publicidad de sus productos. En las papelerías, por ejemplo, siempre tenían secantes para regalar a los clientes, con la propaganda de los artículos que allí podían encontrar: cuadernos, lápices de colores, tintas, cintas de tinta para las máquinas de escribir, gomas de borrar, plumas, !hasta calcomanías!

Precisamente Luis Latorre tiene una web en el que muestra varios ejemplares de secantes, todos ellos relacionados con el tema del dibujo y la escritura. Como le hemos preguntado cómo es que se le ha ocurrido hacer esta colección Luis nos ha explicado que desde pequeño a él le ha gustado coleccionar cosas. Y recuerda que siempre guardaba tres o cuatro secantes dentro de algún libro por eso, porque le gustaban.

Siendo químico de formación, entró a trabajar en la empresa Pelikán y aunque por aquél entonces ya no se usaba el papel secante, allí tuvo la oportunidad de descubrir unos 25 modelos diferentes, que pensó debían ser prácticamente todos los que la firma había lanzado al mercado. Más tarde supo que no era así, pues algunos de los coleccionistas que conoció tenían más de un centenar de secantes diferentes de esa marca.


Ahora nuestro coleccionista ya ha conseguido reunir más de 140 modelos de Pelikan; de la Casa Hassinger, con sus diferentes productos y sociedades (Ebro, Polo, Goya, Waterman, Synkolink) también tiene una buena representación, pues cuenta con más de 125 modelos distintos. Y de Samas, ha podido conseguir más de 50 piezas. De otras marcas tiene menor número.

Actualmente hay bastantes coleccionistas de secantes y por eso se está poniendo dificil encontrar ejemplares. Salvo unos treinta que son los más comunes, no es fácil encontrar piezas interesantes. Puede decirse que el medio que ofrece más oportunidades de encontrar algo diferente y especial es internet. Luis colecciona exactamente marcas españolas o distribuidas en España, pero si se trata de la marca Pelikan le interesan los que se encuentran en cualquier parte del mundo.

Como los mensajes publicitarios estaban pensados para satisfacer los gustos de la población escolar, la temática que presentaban era, sobre todo, infantil y juvenil.

Entre esos temas dirigidos a captar la atención de los colegiales, gozaron de gran popularidad los que lucían ilustraciones de cuentos, como Caperucita Roja, Ali-Babá y los cuarenta ladrones, La Princesa del Guisante, Blancanieves y los siete enanitos, etc.

En otras ocasiones se recurría a los comics, ya fuera a los populares personajes de Walt Disney u otros publicados en nuestro país. Así, podemos encontrar desde el Pato Donald o Bambi hasta las Hermanas Gilda, Mortadelo y Filemón, Carpanta, Zipi y Zape, etc.

También se hicieron series humorísticas y otras más formales, en las que el mensaje que se procuraba transmitir era la elegancia y prestigio de los artículos anunciados.


Cada fabricante contrataba a un dibujante que confería un estilo particular a toda su producción, y algunos de éstos diseñadores llegaron a ser cartelistas muy cotizados.

En ocasiones ocurría que una misma empresa fabricaba distintos artículos. Esto sucedió con la Casa Hassinger, ubicada en Barcelona, que producía las marcas EBRO, GOYA, SINKILYKOL y, además, también distribuía los artículos CARAN D'ACHE y WATERMAN. En ese caso, el público podía creer que marcas diferentes hacían secantes iguales, cuando en realidad se trataba de una misma entidad comercial.

Por lo que respecta a la manera en que Luis guarda las piezas de su colección, nos cuenta que las pone dentro de fundas de plástico y las fundas en un álbum, como se hace con las fotografías. Actualmente tiene más de quinientos ejemplares.

Nosotros esperamos haber absorbido bien todo lo que nos ha explicado Luis Latorre y nos gustaría que su interesante colección dejara huella entre todos los amigos que visitan este blog.



sábado, 11 de julio de 2009

Lote n° 36 de imágenes de casas construídas sobre la vía pública o pasajes



Foto n° 212: Bamberg (Alemania). M. J. Fuster



Foto n° 213: Sevilla. Manuel Angel Lara



Foto n° 214: Zaragoza. Mar Dagnino

Foto n° 215: Ciudad Real. Agustín Jiménez



Foto n° 216: Verdú (Lérida). M. C. Carrera



Foto n° 217: Hirschorn (Alemania). M. J. Fuster




sábado, 4 de julio de 2009

Una colección de King Kong




KING
KONG







A Rafael Castillejo hace tiempo que King Kong le ha atrapado. El gigantesco gorila lo tiene allí, en la palma de su mano (digo, garra) y Rafael en lugar de chillar le rie las gracias. Y es que King Kong es el monstruo que más le ha hecho disfrutar.

Rafael hace tiempo que se guarda carteles, fotos y todo lo que encuentra de su monstruo favorito. La película de King Kong es la película que más le ha impresionado en su vida y se la sabe de memoria. Nos referimos al primer film que se hizo sobre este asunto, en 1933, no a las versiones posteriores. Para los que no os acordéis, os la vamos a contar. Más o menos, el argumento es este:

Erase una vez un director de cine, Carl Denham que buscaba una actriz para la película que quería rodar en una isla misteriosa. Casualmente encontró a una joven que acababa de robar una manzana para comer (la crisis no es algo exclusivo de esta época) y que era una actriz de teatro en paro. A cambio de no denunciarla le pidió que le acompañara en un viaje por mar y que ella sería la protagonista de su film.

Se embarcaron en el "Venture" y pusieron rumbo hacia Indonesia. Finalmente, Carl Denham se sinceró con el capitán del barco y le dijo que en realidad lo que estaba buscando era una isla misteriosa que no figuraba en los mapas, porque sabía que allí había un ser extraño llamado Kong, al que quería filmar.

Una vez llegados frente a la isla Calavera, que así se llamaba el lugar que buscaban, se formó una pequeña expedición para ir a explorarla. Llegados allí, les extrañó mucho descubrir una misteriosa muralla... ¿una muralla allí? ¿para qué? ¿qué escondía? ¿qué guardaba?

Para que este relato no dure tanto como una sesión de cine, abreviaremos todo lo posible. Digamos que el jefe de la tribu vió a Ann y pensó inmediatamente en que la chica sería un buen regalo para el verdadero dueño de la isla. Propuso cambiar a la rubia por unas cuantas nativas, pero los compañeros de Ann se negaron y, viendo el panorama, se retiraron discretamente al barco. Por la noche fueron los indígenas y raptaron a la chica (que se los puso muy fácil...).

A la mañana siguiente vuelven los del barco a la isla para rescatarla y la encuentran justamente a punto de ser entregada como ofrenda al monstruo de la isla, Kong, que es un gigantesco gorila.

Una vez que Kong tiene ya a la chica, la tiene que defender de unos animales prehistóricos que la atacan. Hay varios enfrentamientos entre King Kong y los americanos, los americanos y los nativos, los animales entre sí... Aparecen en pantalla Sauropodos, Tiranosaurios, Pterosaurios, etc. Finalmente le lanzan una granada a King Kong y éste cae al suelo inconsciente, momento que aprovechan para reducirlo. Deciden llevarlo a Nueva York para exhibirlo. En su presentación al público como "La octava maravilla del mundo", el gorila, que se ha enamorado de Ann, se pone furioso con los destellos de las cámaras fotográficas de los periodistas, porque cree que atentan contra ella. Se libera de las cadenas y va tras la chica, que a puesto tierra por medio y ha huido. La busca, la encuentra, la sube al Empire State Building... pero allí unos aviones consiguen derribarlo y el animal se desploma sobre el suelo. Los protagonistas respiran tranquilos, sobre todo Ann que ya entrevé su futuro al lado de Jack Driscoll (de la tripulación del Ventura) en lugar de con King Kong. Pero el público que ve la película, no se sabe muy bien por qué, se siente un poco triste con el final que se le ha reservado al pobre animal. Por cierto, que la última frase del film es famosa: al morir King Kong alguien dice "le han matado desde los aviones", a lo que Karl Denham apostilla: "No, a la Bestia lo ha matado la Bella".

El film fue dirigido por Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack. Sus protagonistas fueron Fay Wray, Robert Amstrong y Bruce Cabot. Fue una producción de RKO Pictures, productora que estaba atravesando un mal momento económico y que pudo recuperarse gracias a las ganancias que obtuvo con King Kong.

El guión lo escribió Ruth Rose y James Ashmore Creelman sobre argumento de Edgar Wallace y Merian C. Cooper. Los efectos especiales estuvieron a cargo de Willis O'Brien que, además de algunos documentales, había hecho ya en 1925 el largometraje "El Mundo Perdido", basado en una novela de Sir Arthur Conan Doyle.

Estos efectos especiales fueron parte fundamental del éxito de la película. O'Brien, a falta de los recursos técnicos como los que actualmente se utilizan, desplegó imaginación para hacer creible la historia que se narraba.

Utilizó la técnica del stop-motion o paso a paso, utilizada para aparentar movimiento con objetos estáticos y que consiste en trabajar con unos muñecos articulados hechos en material flexible a los que se les hace una serie de fotos (24 por segundo) con la cámara de cine, mientras se les va cambiando ligeramente su posición, con lo que al pasar las imágenes rápidamente se obtiene la impresión de movimiento.

Se estrenó el 2 de marzo de 1933 en el Radio City Music Hall de Nueva York y se convirtió en un éxito de taquilla en todo el mundo.

La crítica desde el primer momento la valoró positivamente y, pese a algunos fallos de orden técnico, reconoció en King Kong aquellas cualidades que hacen grande una película.

Se han hecho muchas versiones de esta película, disponiendo de más medios financieros y con efectos especiales muchísimo más sofisticados, pero no se ha conseguido repetir la magia de la primera. Nuestro coleccionista aconseja a potenciales directores de cine de nuevas versiones, que no se molesten en intentarlo, porque no van a conseguir superar el original.
Rafael vio por primera vez este film en el cine Actualidades de Zaragoza, hace ya algunos años, y recuerda como si fuera ahora mismo la impresión que le produjo. Y la impresión se la hizo King Kong, pero también la protagonista Ann, papel interpretado por Fay Wray. Por eso, Rafael tiene un pensamiento especial para ella y le dedica todo su trabajo de recopilación sobre la película con esta dedicatoria: "A Fay Wray, donde quiera que esté". Ahora, gracias a esta colección, ella está muy cerca de todos nosotros, aquí mismo... (y en el Desván de Rafael).






The end