viernes, 24 de abril de 2009

Una colección de paquetes de tabaco



TABACO

que no

hace

daño




Un tabaco que no hace daño, porque no se ha fumado, es el que podemos contemplar en la colección de Tomás Asensio Lázaro. Ya hace cincuenta años que empezó a coleccionar cajetillas de tabaco (lo que puede inducir a pensar que se trata de una persona mayor, pero no es el caso porque él sólo ha cumplido 73 primaveras) y ya ha superado la cantidad de 7.000 ejemplares. Se trata de paquetes llenos, conteniendo todos ellos el tabaco correspondiente.

Lo cierto es que Tomás no es un gran consumidor de tabaco y, cuando fuma, prefiere farias o puros antes que cigarrillos.
No obstante, le gusta la estética de las cajetillas de cigarrillos y ha conseguido reunir una buena representación de todo el mundo, pues tiene paquetes provenientes de 159 países. Algunos de esos países, por cierto, ya no existen, como es el caso de Yugoslavia, Siam, Alemania Democrática, Congo Belga, Checoslovaquia, Zaire, Persia, URRS, Birmania, Ceylán y algún otro más...

Tomás Asensio es de Sabiñán, provincia de Zaragoza y, además del tabaco, colecciona todo tipo de documentación y fotografías que se publican sobre su pueblo y sobre dos personajes históricos vinculados a dicho lugar: el Papa Luna y Baltasar Gracián. Esperamos poder presentaros una de esas colecciones en otra ocasión.

Tomás nos cuenta cómo empezó a coleccionar cajetillas de cigarros. Recuerda que tenía veinticinco años cuando compró los primeros paquetes de cigarrillos, unos canarios. Resulta que un día, su jefe, que era muy fumador, le mandó a comprar tabaco y en el estanco le dijeron como gran novedad, que habían salido unos paquetes con los cigarrillos ya hechos. Hasta entonces para fumar un cigarrillo cada uno debía preparárselo poniendo un poco de tabaco sobre el papel de fumar y liándolo con paciencia. En cuanto vió aquellas cajetillas fue como un flechazo, porque le llamaron mucho la atención los colores y el diseño de las mismas, así es que, desde el primer momento, Tomás empezó a guardarlas. Hasta hoy...

Por cierto, que no sólo las "guarda" él, sino que sus hijos, familiares, compañeros de trabajo y vecinos de Sabiñán en general están muy atentos a comprarle todas las cajetillas nuevas que caen en sus manos. Su mujer ha colaborado especialmente en la "recolección", pues según nos cuenta Tomás aportó al matrimonio nada menos que 500 paquetes. Además de los paquetes, también busca y colecciona todo tipo de productos relacionados con el tabaco, como papel de fumar, publicidad con este tema, etc.

Entre las piezas de su colección tiene algunas bien curiosas. Menciona, por ejemplo, unas cajetillas que datan de 1936, fecha en la que permaneció en Sabiñan durante un tiempo la tropa italiana que vino a ayudar a Franco en la pasada Guerra. Los italianos mandaban a los chicos a hacer recados y les regalaban alguna de esas cajetillas en pago del servicio. Eran los paquetes Macedonia.

Otras cajetillas curiosas son las que se comercializaron con motivo del lanzamiento de la nave Soyud por los rusos y, con el mismo motivo, también las tiene en inglés, además de en ruso. También tiene unos ejemplares de cajetillas fabricadas para el grupo de tiradores de Ifni, o un paquete dedicado a Alfredo Di Stéfano. Pieza interesante es un paquete de Fortuna elaborado exclusivamente para el Rey de España, sin olvidar otro dedicado a Lenin... Bueno, hay muchas piezas irremplazables.

La fabricación de cigarrillos mediante proceso industrial fue posible gracias a la máquina inventada por el ingeniero James Bonsack, en el año 1881. Con la industrialización se pudo atender la fuerte demanda del siglo XX, cuando el fumar era un hábito social tan fuertemente arraigado que el tabaco casi se consideraba un artículo de primera necesidad.

El tabaco, recordémoslo, es una planta originaria de América que llegó a Europa en el siglo XVI. Mucho tiempo pasó desde la época en que se le atribuían propiedades medicinales hasta que, a mitad del siglo XX, se demostrara científicamente que era el causante de enfermedades mortales para el ser humano.

Pero lo que le llama la atención a Tomás son los aspectos relacionados con su comercialización. Porque, si es un hecho digno de estudio conocer el origen y evolución del tabaco, una de las plantas no alimenticias más cultivadas por la humanidad, también es importante observar a través de las cajetillas de cigarros como han evolucionado los gustos del consumidor, el diseño o, incluso, como se refleja en sus envoltorios la historia de los pueblos.

Tomás opina, como experto en el tema que es, que los que mejor hacen las cajetillas de cigarros son los ingleses (no en vano es de la nación mayor representada en su colección). El descubrió la producción inglesa en Gibraltar hace ya muchos años, a donde llegó aprovechando sus vacaciones en Andalucia.

Desde entonces procura viajar allí cada año para ver si hay novedades y, la verdad, es que siempre vuelve con nuevas adquisiciones. Andorra también es un lugar interesante, pues ofrece una oferta amplia y es fácil descubrir algún ejemplar que no se encuentra en la Península.

Nos cuenta que tiene guardados los paquetes en cajas, clasificados por países. No hay que llevarse a engaño con las estupendas fotos en las que se le ve ante unas estanterías estupendamente arregladas, pues corresponden a la exposición de Illueca.

En la actualidad está registrando todos los paquetes en un programa informático. El primer paso es escanearlos uno a uno y luego va anotando los datos que servirán para su identificación: país en el que se fabricó el tabaco, lugar donde se comercializó...

Ha colaborado en importantes exposiciones, como las que tuvieron lugar en Teruel (1990); Granollers (1991); Castellón (1992); Sabiñán (1995); Castellón (2000); Beceite (2002) y Madrid (2003) y, la exposición de Illueca (Zaragoza), el año 2001, se dedicó exclusivamente a su colección.


En realidad, como a todos los coleccionistas, lo que le gustaría es poder exhibir su colección en una exposición permanente. Exponer en Zaragoza sería una de sus mayores ilusiones pero, de momento, ninguna institución ni empresa privada ha mostrado interés.
Tomás, además de dedicarse a sus colecciones y a su carrera profesional, es un excelente caricaturista y colaboró durante muchos años en el desaparecido semanario aragonés "Zaragoza Deportiva". Todavía sigue haciendo caricaturas, pues es su gran afición y siempre lleva consigo un bloc para "inmortalizar" a amigos y conocidos, a los que hace la caricatura en menos de un minuto. Esa es una de las cualidades que distinguen a los buenos artistas, la rapidez en la ejecución. La agudeza en la percepción del modelo tampoco le falta.

A Tomás Asensio le encantaría poder ponerse en contacto con otros coleccionistas. No tiene dirección e-mail, pero nos deja su dirección y teléfono en una tarjeta de visita, con caricatura suya incluida.

Una colección la de Tomás que trae recuerdos hasta para los que no hemos sido fumadores, porque ¿quién no ha tenido en su familia o entre sus amigos alguien que sí que lo era? Hablando de recuerdos, me he tomado la libertad de poner un paquete de Chester pensando en mi padre, porque es el que a él le gustaba...



domingo, 19 de abril de 2009

Lote n° 32 de imágenes de casas construídas sobre la vía pública o pasajes

Foto n° 188: Mosqueruela (Teruel). Celedonio García



Foto n° 189: Varsovia (Polonia). M. J. Fuster



Foto n° 190: Bogarra (Albacete) Antonio Navarro



Foto n° 191: Rothenburg o. d. Tauber (Alemania). M. J. Fuster



Foto n° 192: Sevilla. Manuel Angel Lara



Foto n° 193: Rothenburg o. d. Tauber (Alemania). M. J. Fuster




Si queréis enviarnos alguna foto podéis hacerlo a:


mjfuster20@gmail.com


¡Gracias!


domingo, 12 de abril de 2009

Una colección de hueveras




algo muy


muy


especial




María José Fuster hace una colección que casi todo el mundo toma a risa, pero que ella lleva muy en serio y a la que dedica muchas de sus energías: colecciona hueveras. ¿Por qué ha elegido este objeto de colección y no otro? pues no lo sabe, porque hay muchas otras cosas que le gustan y le interesan, pero han sido las hueveras lo que más le han llamado la atención.

Tenemos que precisar, porque a veces hay confusiones con este término, que la huevera es el recipiente destinado a ubicar el huevo pasado por agua, con el fin de poderlo comer tranquilamente (se llama huevo pasado por agua aquél que ha hervido durante unos tres minutos y medio, quedando la clara dura y la yema sin cuajar).


La huevera es, pues, un objeto útil y funcional, que puede ser bonito, divertido, ingenioso... También es una ventaja para los coleccionistas el que sea de tamaño pequeño y que cueste poco dinero. Los materiales en los que están hechas las hueveras son variadísimos, pues pueden ser de porcelana, cerámica, madera, plástico, alabastro, metal, cristal, resina, hueso, corcho, etc.

La imaginación del diseñador o artesano que crea una huevera, no se reduce a la forma de la misma, sino también a los accesorios con los que la acompaña, pues frecuentemente se vende con su cucharita correspondiente, con un salero y pimentero de conjunto, a juego con una bandejita o un plato, con taza, con servilletero, incluso con reloj de arena. Y no siempre viene sola, pues se presenta en grupos de dos, tres, cuatro, seis u ocho unidades. También existen hueveras-silbato, hueveras con ruedas, etc.
Por lo que se refiere a la forma cabe señalar que además de las de forma común, es decir, aquellas que son como un pequeño cáliz, hay otros tipos bastante populares.

Se encuentran en el mercado las llamadas dobles (como unidas por la base, con uno de los cuerpos más grande que el otro, o ámbos iguales); figuras (la huevera representa una persona o cosa), hueveras integradas en un plato; cilíndricas (no tienen pie y son igual de anchas en la base que en el borde superior); bucket (sin pie, más estrechas en la base); medio cascarón, etc.

Los temas elegidos para la decoración suelen clasificarse a gusto del coleccionista, que suele distinguir entre infantiles, conmemoración, souvenir, diseño, mundo vegetal, animales, publicidad, figuras, etc.

Como ocurre con cualquier otro objeto, por anodino que parezca, conocer el origen y la evolución de las hueveras nos puede aportar información interesante sobre aspectos culturales, económicos y sociales de los pueblos que las han utilizado (y de los que no lo han hecho).

La referencia más antigua que se tiene de ellas es una representación que aparece en unos mosáicos encontrados en las ruinas de Pompeya. También se descubrieron allí, durante unas excavaciones, un par de conjuntos de hueveras de plata uno de los cuales se encuentra en el Louvre y otro en el Museo Nacional de Nápoles. No obstante, salvo algún otro caso puntual no se tiene constancia de que se usara en Europa este "utensilio" hasta prácticamente mitad del siglo XVI, lo que puede obedecer a diversas causas.

La razón de que la huevera no haya dejado huella durante un largo período bien podría ser, por ejemplo, a) porque no se consumieran huevos pasados por agua en aquellos tiempos; b) porque se comieran en otros recipientes (vasos, copas) o, c) simplemente, que como antiguamente las hueveras más populares se hacían en madera, la caducidad de este material haya impedido que llegaran ejemplares hasta nuestros días.

En el Victoria & Albert Museum de Londres hay piezas de plata datadas en 1560 y, de finales del siglo XVI, también se pueden admirar algunas hueveras en el Louvre o el Museo de Artes Decorativas de París.

En realidad, fue a partir del XVII cuando comenzó a difundirse por Europa la utilización de las hueveras. No obstante, su popularización tuvo lugar a partir del reinado de Luis XV en Francia (1715-1774), que coincidió con los inicios de la fabricación de porcelana en Europa y un refinamiento en lo que se llamó arte de la mesa. El hecho de que al abaratarse los precios las piezas del llamado "oro blanco" fueran accesibles a un mayor número de personas, fomentó que, junto al uso de platos decorados, fuentes, soperas y otras piezas de la vajilla, la huevera llegara a las mesas y vitrinas de muchos hogares acomodados.

En Inglaterra, en el siglo XVIII, además de los hermosos conjuntos de plata se sacaban a la mesa nuevos modelos de hueveras en porcelana finamente decorada, acompañadas de sus correspondientes cucharitas y saleros. Con la reina Victoria se difundieron las hueveras de porcelana con temas infantiles.

En la actualidad, probablemente es en Alemania donde se mantiene más la costumbre de comer huevos pasados por agua en el desayuno, lo que propicia que exista una gran variedad de modelos de hueveras en los comercios.

En España es curioso constatar que en algunas comunidades autónomas no existe la tradición de comer los huevos pasados por agua en hueveras, mientras que en otros lugares éstas han sido desde antaño piezas populares, que los artesanos locales han elaborado siempre. Mencionaremos el caso de Aragón donde se conocen desde muy antiguo, con el nombre de "copetas". Por cierto, que este nombre está más en consonancia con el que se utiliza en otras lenguas, pensemos sin ir más lejos en el "egg cup" de los ingleses o el "porta uova" de los italianos.


Nuestra coleccionista tiene actualmente más de 6.000 piezas, todas numeradas, clasificadas y casi todas ellas dibujadas en unos cuadernos que utiliza para el efecto. Por falta de espacio tiene que guardar la mayoría en cajas, lo que considera una verdadera pena. Le haría ilusión lucirlas de vez en cuando en alguna exposición, pero ya está perdiendo la esperanza de que esto pueda llegar a ser realidad algún día. Considera que una muestra de este tipo podría ser muy didáctica e interesante, pero las autoridades culturales de nuestro país estiman que este objeto no tiene bastante categoría artística, así es que no apoyan el proyecto. En Francia, Alemania, Reino Unido, etc. sí que han organido exposiciones en Ayuntamientos y Archivos Históricos, pero por nuestros lares falta audacia intelectual, al menos, eso es lo que cree ella.
En esta afición mjfuster (su nombre de guerra en el blog de hueveras) no está sola. Además de la generosidad y apoyo de muchos amigos y conocidos ha recibido la ayuda de su marido, que es prácticamente el principal proveedor de la colección. También ha colaborado con interés Daniel, su hijo, y Gloria, su hija, que se encargó de poner en funcionamiento un blog "Una huevera al día" en el que durante tres años,
día tras día, han ido apareciendo fotos e información sobre diferentes piezas de la colección. Actualmente el blog está "cerrado por obras" porque "se supone" que mjfuster está introduciendo todos los datos para poder utilizar un programa informático adecuado... Por cierto, en el año 2005 el blog obtuvo el premio al "Mejor blog inclasificable", concurso organizado por el diario "20 minutos". La colección también se presenta en inglés con el nombre de "Eggcups".

A la hora de pronunciarse por sus preferidas, María José piensa que si tuviera que decantarse sólo por un tipo de hueveras lo haría por las de forma clásica, en porcelana, con escenas infantiles o costumbristas.

Aunque lo interesante de la colección es descubrir cómo para una cosa tan simple como es comerse un huevo pasado por agua, el ingenio humano ha ideado tantas alternativas, lo cierto es que la forma de una huevera común parece condensar en ella la esencia de muchas cosas importantes, porque, como decíamos al principio, es bonita (por no decir bella), práctica, graciosa, poquita cosa pero útil, irremplazable, en fín, es..., es..., !algo muy especial!







jueves, 2 de abril de 2009

Una colección de bolas de nieve


TOMBE

LA

NEIGE...


(detrás del cristal)


Lorena vive en Castellón y es coleccionista de bolas de nieve. La idea le vino a la cabeza viendo una película, que cree recordar que se titulaba "Infiel". (Hagamos un paréntesis para decir que las bolas de nieve tienen mucho gancho para los directores de cine, ya que les han dado cierto protagonismo en varios films. Mencionemos, por ejemplo, "Ciudadano Kane", en 1941, y "Kitty Foyle", en 1940, película protagonizada por Ginger Rogers y por cuya actuación obtuvo un Oscar a la mejor actriz. Parece ser que con el éxito de taquilla llegó también el de las bolas de nieve, pues sus ventas se triplicaron).

Si Lorena no recuerda muy bien el título, de lo que sí que se acuerda es de que en ese film se veía una habitación con una estantería llena de bolas de nieve que, por cierto, jugaban un macabro papel. De todos modos, le parecieron tan bonitas que decidió empezar la colección. Pensó que en cada viaje que hiciera se compraría una, para poder traer un recuerdo y un trocito del lugar que visitaba, y que las pondría en una estantería como la que se veía en la película.

Dicho y hecho, del primer viaje que hizo a Noruega se trajo una bola preciosa, pero resulta que se le rompió. Le dió mucha pena porque le gustaba mucho y, además, era la primera que compraba y era recuerdo de un viaje a un país que marcó un antes y un después en su vida. Pero Lorena no se desanimó con semejante contratiempo y, lejos de parecerle un mal augurio, en cuanto tuvo ocasión volvió a comprar otra.

Empezó a numerarlas y a poner el nombre del lugar donde las había adquirido o el de la persona que se la había regalado. Pero, al cabo del tiempo dejó de hacerlo y aunque siempre quiere volver a comenzar a poner orden, de momento tiene el asunto de la catalogación un poco parado, vamos, parado del todo.

Las bolas de nieve ahora las tiene distribuidas en estanterías, pues ha estado mucho tiempo buscando una vitrina adecuada sin encontrarla. Al final se la van a hacer a medida. La instalará en una casa que tiene en un pueblo de Cuenca, ya que allí puede disponer de más espacio, así se verán bien y estarán protegidas.

Aunque a Lorena le gustan prácticamente todas las bolas de nieve que ve, se autocontrola a la hora de aumentar el número de piezas. Ha decidido comprar una por viaje y nada más. Es que, entre las que empezó a proporcionarse ella (varias) cada vez que viajaba y las que le han ido regalando, se le está desbordando la colección y ya no tiene espacio para todas. No quiere que su objetivo sea almacenar sin más ni más, sino disfrutar de un objeto que le transmite buenas sensaciones.

Las bolas de nieve, en efecto, tienen una magia especial, pues tienen el poder de transportarnos a otros tiempos y lugares.
Al focalizar nuestra atención hacia un punto, que es la escena representada en su interior, nos abstraemos del entorno y nos dejamos llevar al universo que nos proponen, que puede ser muy variado: navideño, infantil, religioso, algo típico de un lugar, reproducción de hechos históricos, mundo animal, etc.

Ateniéndonos al objeto concreto, tenemos que repetir lo que todo el mundo sabe: se llaman bolas de nieve a unas esferas transparentes, hechas de cristal o de plástico, que incluyen en su interior una escena miniaturizada. Para mantener válido el aserto de "no hay regla sin excepción", hay que precisar que a veces el liquído no está contenido en una esfera, sino en un recipiente de cualquier otra forma (corazón, pirámide, cilindro.).

La esfera contiene en su interior, además de una decoración, un líquido, normalmente agua, que permite que las partículas que representan la nieve se mantengan en suspensión durante un tiempo, después de haberlas puesto en movimiento.

Las motas que imitan la nieve antiguamente eran de porcelana, arena, serrín o incluso pan de oro, pero ahora suelen ser trocitos de plástico blanco. Al agua se le suele añadir glicerina o glicol para conseguir que las partículas floten durante más tiempo. El "efecto nieve" se consigue simplemente agitando la esfera (no hacen falta pilas).
Como suele ocurrir casi siempre a la hora de hablar de invenciones, es difícil establecer la fecha exacta de su origen, comercialización y difusión, aunque comunmente se considera que surgieron en Francia a comienzos del siglo XIX.

En realidad, parece ser que se crearon para la función de pisapapeles, al menos, así se desprende de un documento del año 1878, donde se describen unos "pisapapeles en forma de bola llena de agua", con un hombre con paraguas en el interior y que al agitar el líquido ponían en movimiento un polvo blanco, dando la impresión de que estaba nevando.

Durante la Exposición Universal de París, en el año 1878, había siete cristaleros fabricando dichos objetos, por lo que debe deducirse que ya eran populares. Desde luego, eran un excelente souvenir (por ser un artículo pequeño, no caro y que evocaba un lugar). Posteriormente se difundieron por Gran Bretaña y desde allí viajaron a Estados Unidos, donde llegaron a convertirse en un atractivo objeto de colección.

Entre los países que han sido grandes productores, en cuanto cantidad y calidad, podemos mencionar, además de Francia, a Alemania, Austria, Polonia, la actual República Checa y Estados Unidos. Los globos que se fabricaban entonces eran de cristal y se llegaron a hacer piezas muy refinadas, algunas con música y con escenas minuciosamente trabajadas. Japón empezó a producir bolas de nieve en torno a 1930 y, actualmente, es China y algunos otros países asiáticos los encargados de abastecer el mercado, no siempre con mucho gusto. Hay que saber que después de la Segunda Guerra Mundial la tecnología permitió abaratar mucho los costes de producción.

Lorena tiene un blog muy interesante, "Buscando el norte" en el que nos cuenta muchas cosas de su vida, además de hablar de la colección. Como andamos un poco desorientados no podemos ayudarle en su búsqueda, así es que volvemos a mirar dentro de la esfera... ¡cuesta tan poco soñar!