miércoles, 7 de mayo de 2014

Una colección de puzzles




DISCURRIR es hacer funcionar la inteligencia para encontrar la manera de hacer una cosa o la solución de algo.


Joan Fusté, coleccionista reincidente donde los haya, pues se dedica a coleccionar muchas cosas (Blade Runner, reglas de cálculo, Legos, etc.), nos explica que también colecciona puzzles, aquellos rompecabezas que son juegos de ingenio construidos en madera, metal, cuerdas o combinaciones de los tres materiales. También hay versiones en plástico y otros elementos, aunque él se interesa más por los que pertenecen a las tres primeras categorías, madera, metal y cuerdas. Y no es que desprecie los otros materiales,  es simplemente una cuestión de gustos.
Los puzzles tienen una traducción en castellano y, por supuesto, no se trata del término ( no sé si aceptado por la Real Academia de la Lengua) "puzle". Nos referimos al vocablo rompecabezas, nombre bien puesto donde los haya, porque nos parece de gran expresividad, metafóricamente hablando.
De todos modos, quizás la traducción más exacta para el término inglés puzzle sea la palabra acertijo. Esta denominación comprende todos aquellos pasatiempos pensados para ser resueltos o acertados, con el fin de entretener. Se pueden incluir en este grupo tanto las adivinanzas como los crucigramas, jeroglíficos, enigmas, etc. 
Habitualmente se conoce como puzzle el clásico dibujo o fotografía recortado o dividido en varias piezas, donde el objetivo del juego es volver a componer la imagen inicial. Esas piezas pueden ser desde unas pocas a miles de ellas. Normalmente, allí estriba su dificultad, pues cuantas más piezas hay, más complicado resulta recomponerlos. Los puzzles son un entretenimiento muy extendido por todo el mundo, que se empiezan a hacer ya cuando se es niño y apasiona hasta los mayores. Además, una vez que se consigue reestructurar la imagen propuesta, aparece el resultado con una textura particular que añade un cierto encanto a la obra terminada.
Parece ser que dentro de los rompecabezas fueron los puzzles los primeros que se inventaron y fue por un hecho bien casual. Un inglés, John Spilsbury, que hacía mapas, en 1760 recortó uno de ellos por donde estaban marcadas las fronteras, y descubrió que era un excelente método pedagógico para que los niños aprendieran geografía, pues tenían que tratar de unir los diferentes países. Tanto éxito tuvo su idea, que se divulgó rápidamente y estuvo vigente en la escuela pública hasta el año 1820.
Posteriormente, se elaboraron puzzles para adultos, en madera, que eran verdaderas obras de arte.
En el siglo XVII hicieron su aparición por Europa las famosas cajas chinas, que son esas cajas con truco, que para ser abiertas precisan de un proceso de investigación lógica. Están pensadas para salvaguardar su contenido de ladrones y curiosos y abrirlas es un buen entretenimiento.
A lo largo de este último siglo, muchos artículos han salido al mercado con la pretensión de estrujar el cerebro a voluntarios un poco masoquistas, con perdón. Entre los más populares podríamos citar el Cubo de Soma, el Cubo de Rubik, Pentónimos, Tangram... 
Todas estas modalidades o tipos de rompecabezas forman parte de lo que Joan denomina puzzles en 3D y son objeto de su colección.
También incluye en ella aquellos juegos destinados a un solo jugador (solitarios), cuando están hechos de madera, etc.
Lo que nos aconseja Joan es que no olvidemos nunca, que es fundamental disponer de las instrucciones para resolver (reconstruir o dejar en el estado inicial) cada pieza, porque las hay de una dificultad extrema y, la mayoría de los aficionados, sólo pueden reiniciarlos con la ayuda de las instrucciones. 
De todos modos, si hemos perdido los folletos con las explicaciones, que no cunda el pánico, porque gracias a internet eso no es ninguna tragedia, ya que se pueden conseguir. Aunque, ni que decir tiene, siempre es mejor conservar los originales, y más si se trata de una colección.
Joan, a pesar de que le gustan mucho los rompecabezas por el derroche de ingenio que exhiben, por parte del inventor, y el desafío que suponen, para el que pretende superar la dificultad, tiene un pequeño problema, y es que, la verdad ante todo, mucha paciencia no tiene a la hora de intentar resolverlos. Así es que, mira su colección, acaricia sus piezas, se interesa por el funcionamiento, el origen, el material... pero no está dispuesto a poner a prueba la integridad de su cabeza y, por si acaso, prefiere conservarla entera, sin  rompérsela en un juego.
Si queréis conocer mejor a Joan Fusté y sus inquietudes coleccionistas, podéis visitar su página, que también es un buen entretenimiento.




1 comentario:

Almudena dijo...

¡Qué original... increíble!