RASGANDO LA OSCURIDAD
Aunque nos divierte mucho poner encabezamientos de "cosecha" propia, en esta ocasión hemos contenido la imaginación y hemos pillado, como título de este comentario, directamente el nombre del blog de nuestro coleccionista Rasgando la oscuridad, porque nos gusta mucho y le va como anillo al dedo a la colección.
Entrando en materia ¿de qué coleccionista estamos hablando y cuál es el objeto de su interés? pues se trata de Juan Manuel López, que colecciona todo lo relativo a la iluminación autónoma.
Nos cuenta, que le parece aleccionador cómo el ser humano, con ingenio y perseverancia, ha ido solucionando el problema de no poder moverse por la noche, ya fuera en la oscuridad de las cavernas, en las minas o en cualquier otro lugar. También le interesa todo lo que concierne a la utilización de la luz como sistema de comunicación o de aviso.
Y es que a Juan Manuel le interesan todos los aparatos destinados a esa función de proporcionar luz, su evolución, sus peculiaridades, las compañías que los construyeron y la transformación de las mismas: todo puede aportar información interesante. Por ejemplo, respecto a las compañías, hay alguna que comenzó fabricando faros de aceite para bicicletas y ahora construyen satélites.
También es muy curiosa la historia del objeto en sí mismo, los datos que de él se desprenden o se pueden imaginar.
También es muy curiosa la historia del objeto en sí mismo, los datos que de él se desprenden o se pueden imaginar.
El afán coleccionista de nuestro protagonista, hay que decir que ya empezó de niño, viendo a su padre que coleccionaba cualquier cosa: libros, aperos de labranza, juguetes, armas, aparatos de topografía, de todo, aunque al final se especializó en cómics.
La primera colección importante de Juan Manuel fue la de minerales y esa afición influyó en que se inclinase por una determinada profesión, que no es otra que la investigación minera. Y con ella llegó su obsesión por la iluminación. Cuando uno trabaja muchas horas en la oscuridad, es un tema que se tiene muy presente.
Los aparatos de iluminación están hechos en metal, cristal y a veces incluso son, o eran, de madera. Son un gran muestra de ingenio, además de ser objetos muy bellos y contar historias.
Los materiales van en función del uso que se les va a dar y de la mentalidad del constructor. El latón o el cobre son bonitos y, además, son resistentes a la corrosión y no producen chispas. Los barcos, los faros, usarán estos materiales casi de forma obligatoria, también los faroles artilleros. Por lo que respecta a la mentalidad, un inglés usará el latón para un farol de carro de bomberos, porque es bonito. Un alemán preferirá utilizar el acero, con las formas rectas, porque es práctico...
Aunque en este espacio no podamos comentar las características de los modelos utilizados en todos los medios, recordemos, por ejemplo, la evolución experimentada con los de minería.
Según explica Juan Manuel, cuando se comenzó la época de la industrialización y se tenía cada vez más y más necesidad de carbón para alimentar las máquinas de vapor, se hizo evidente que era imposible sacar mayor rendimiento a las minas sin disponer de luz apropiada. Para solucionar el problema de la oscuridad, sólo se podía contar con alguna llama, pero éstas, eran muy peligrosas al entrar en contacto con el grisú. El grisú está compuesto por varios gases, entre ellos el metano, que tiene un alto poder calorífico y al acercarse a una chispa provoca la explosión.
Con el fin de evitar ese contacto, Davy hizo una protección con una red metálica muy fina. Posteriormente fue el famoso George Stephenson quien ideó algo similar. Pero como no era completamente seguro el aislamiento de la llama, se perfeccionó el invento con un cristal protector, que tampoco fue la solución definitiva, pues la red metálica no era muy resistente y era fácil que se rompiera.
La luz eléctrica parecía que iba a solucionar todos los problemas, pero al principio no iluminaba demasiado y además, no detectaba el grisú, porque, al menos, lo positivo de la llama era que al debilitarse o apagarse, marcaba la presencia del temido gas, que, como es sabido, es prácticamente indetectable. Finalmente, Thomas Edison inventó una lámpara incandescente, de gran potencia, que patentó en 1918.
Como le hemos preguntado dónde acude para conseguir piezas para su colección, Juan Manuel nos ha explicado que dependiendo del tema, es más fácil encontrarlas en un lugar u otro. Por ejemplo, en Inglaterra, Alemania o Francia son lugares donde es fácil encontrar piezas interesantes. De ferrocarril tiene una buena representación española y lámparas de presión también. Pero en España no suele haber demasiados faroles y, además, son muy caros.
Los materiales van en función del uso que se les va a dar y de la mentalidad del constructor. El latón o el cobre son bonitos y, además, son resistentes a la corrosión y no producen chispas. Los barcos, los faros, usarán estos materiales casi de forma obligatoria, también los faroles artilleros. Por lo que respecta a la mentalidad, un inglés usará el latón para un farol de carro de bomberos, porque es bonito. Un alemán preferirá utilizar el acero, con las formas rectas, porque es práctico...
Aunque en este espacio no podamos comentar las características de los modelos utilizados en todos los medios, recordemos, por ejemplo, la evolución experimentada con los de minería.
Según explica Juan Manuel, cuando se comenzó la época de la industrialización y se tenía cada vez más y más necesidad de carbón para alimentar las máquinas de vapor, se hizo evidente que era imposible sacar mayor rendimiento a las minas sin disponer de luz apropiada. Para solucionar el problema de la oscuridad, sólo se podía contar con alguna llama, pero éstas, eran muy peligrosas al entrar en contacto con el grisú. El grisú está compuesto por varios gases, entre ellos el metano, que tiene un alto poder calorífico y al acercarse a una chispa provoca la explosión.
Con el fin de evitar ese contacto, Davy hizo una protección con una red metálica muy fina. Posteriormente fue el famoso George Stephenson quien ideó algo similar. Pero como no era completamente seguro el aislamiento de la llama, se perfeccionó el invento con un cristal protector, que tampoco fue la solución definitiva, pues la red metálica no era muy resistente y era fácil que se rompiera.
La luz eléctrica parecía que iba a solucionar todos los problemas, pero al principio no iluminaba demasiado y además, no detectaba el grisú, porque, al menos, lo positivo de la llama era que al debilitarse o apagarse, marcaba la presencia del temido gas, que, como es sabido, es prácticamente indetectable. Finalmente, Thomas Edison inventó una lámpara incandescente, de gran potencia, que patentó en 1918.
Como le hemos preguntado dónde acude para conseguir piezas para su colección, Juan Manuel nos ha explicado que dependiendo del tema, es más fácil encontrarlas en un lugar u otro. Por ejemplo, en Inglaterra, Alemania o Francia son lugares donde es fácil encontrar piezas interesantes. De ferrocarril tiene una buena representación española y lámparas de presión también. Pero en España no suele haber demasiados faroles y, además, son muy caros.
Por lo que se refiere a los lugares donde las compra, nos cuenta que al principio acudía a mercadillos, tiendas de antigüedades, rastrillos, etc. pero que actualmente acude regularmente a Internet. Confiesa que es un comprador muy osado, pero que ha tenido suerte porque le han engañado pocas veces (concretamente dos, una de ellas un español). La mejores piezas las ha conseguido confiando en compradores de los que apenas sabia nada, gracias a "su" técnica un poco arriesgada. La mayoría en portales de subastas.
También nos cuenta que todos los aparatos que forman la colección tienen su interés, por uno u otro concepto. Cada vez que adquiere uno, lo estudia, busca la patente y que encaje en el contexto general de la colección. Las piezas de policía y bomberos son las más raras, sin embargo hay grandes colecciones de lámparas de mina, faroles de ferrocarril y lámparas de presión.
Por lo que se refiere al estado en que se encuentran las piezas, reconoce que aunque muchas de ellas podrían funcionar, o funcionan, de forma total o limitada, otras, sería un suicidio intentar ponerlas en marcha. El las restaura siguiendo criterios de fidelidad y estética. No trata de ponerlas de nuevo a funcionar, porque ya considera que es un milagro que hayan sobrevivido hasta nuestros días.
También nos explica que no se ha fijado límites cronológicos en su colección, aunque le gusta que el objeto tenga algo de obsoleto... De todos modos, poner una fecha tope por lo que respecta a la antigüedad no le parece conveniente, y privarse de contar con modelos actuales, también le parece una lástima.
Juan Manuel conoce a varios coleccionistas de lámparas de mina, faroles de ferrocarril o lámparas de presión, pues hay muchos. Sin embargo, no es aficionado a asistir a ferias ni a eventos, pues el tiempo que le dedica a la colección es restringido. Eso sí, le gusta cambiar impresiones y divulgar lo que sabe, por lo que no comprende a los coleccionistas recelosos, que los hay.
Y es que, si al principio se puso a coleccionar porque trabajaba en la oscuridad de las minas, nuestro coleccionista después ha pasado 12 años de profesor, y eso se nota. Ahora le gustaría exponer sus piezas de forma didáctica al público en general, aunque para eso debe encontrar un lugar (o lugares) y sobre todo, tiempo.
Nosotros le deseamos que una luz le ilumine y encuentre todo lo necesario para poder mostrar su colección y que todos podamos disfrutar de esos tesoros.
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