miércoles, 30 de noviembre de 2011

Lote nº 76 de imágenes de casas construídas sobre la vía pública o pasajes

Foto nº 452: Graus (Huesca). Bruce Taylor




Foto nº 453: Alicante. Antoni Palmarola


Foto nº 455: Graus (Huesca). Bruce Taylor

Foto nº 454: Nápoles. Pilar Vidal




Foto nº 456: Nápoles. Pilar Vidal



Foto nº 457: Varsovia. Cristina Monreal





GRACIAS por enviarnos fotos,

las esperamos en: mjfuster20@gmail.com





miércoles, 23 de noviembre de 2011

Una colección de fotos de pueblos despoblados de la provincia de Huesca














Donde hubo

vida
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Antes había un pueblo o una aldea, pero ahora sólo se pueden ver las paredes de las casas, los tejados y el campanario, porque allí ya no queda ningún vecino: no hay nadie, esos lugares están desiertos. Pero, a pesar de no albergar a ningún habitante, el testimonio y el recuerdo de todos los que allí vivieron se puede apreciar en los edificios y en las calles del pueblo; y en el paisaje modelado en torno a él, donde todavía se pueden ver las paredes de piedra que delimitaban propiedades, algunos árboles, las parcelas de las tierras de cultivo... Contemplar estas imágenes, trae al ánimo de los que allí se acercan mucha quietud y nostalgia. Será por esa atmósfera o por la belleza de los parajes, que a Cristian Laglera le han atraído desde siempre las fotos de ruinas y de lugares abandonados, especialmente aquellas que mostraban pueblos. Sin ninguna intención especial, mas que la curiosidad, empezó a visitar pueblos despoblados y, aunque al principio no pensó en hacer de ello un tema de colección, el hecho es que cuando ya llevaba unos 50 pueblos fotografiados pensó que ese material bien merecía la pena ser mostrado a los demás, y que no tenía sentido almacenarlo en el ordenador para él sólo. Entonces, fue cuando surgió la idea de hacer un blog donde mostrar su peculiar colección, y en eso está.
Aunque, para ser exactos, el hecho determinante para dedicarse a este tema se remonta al año 2005. Fue entonces cuando Cristian acompañó a su tío Paco a Puy de Cinca,
el pueblo que había abandonado cuando tenía 14 años y que no había vuelto a visitar desde entonces, es decir, al que llevaba ya unos 50 años sin volver. Fue muy emocionante para Cristian ver llorar a su tío como un niño, contemplando todas aquellas casas devoradas por la vegetación y el campanario de la iglesia, a punto de abrirse en dos. Esta vivencia le impactó tanto que fue entonces cuando decidió involucrarse realmente en el tema, documentándose y repertoriando todo el "material" que había reunido. Actualmente a esta colección, que también es una investigación, le dedica mucho, mejor dicho, muchísimo tiempo. Todos los fines de semana planea alguna ruta junto con su novia, que, afortunadamente estudia fotografía y también está muy interesada en todo ésto, y hacen unos 200 ó 300 kilómetros para poder descubrir y visitar lo que fueron núcleos de población. Entre semana, Cristian pasa cada noche dos o tres horas para documentarse, buscar información en libros, internet, retocar las fotos...

Lo que más le seduce de toda esta dedicación, es el pensar que está haciendo algo para dar a conocer tantos lugares despoblados y evitar así que caigan en el olvido para siempre. Eso será ya dificil, porque nuestro coleccionista cuenta entre 12.000 y 15.000 fotos, lo que constituye un buen testimonio de los 170 pueblos visitados y catalogados.

Aunque a veces le invade cierta tristeza por el abandono e indiferencia en que se encuentran esos lugares abandonados, la verdad es que también ofrecen alguna sorpresa positiva (y otras no tanto), pues varios de ellos han sido recuperados, algunos por los antiguos vecinos y otros por simples okupas, como ocurre en muchos pueblos de La Solana, Cájol, Gere, Burgasé o Semolué. Esto puede dar pié a que, en ocasiones, cuando alguien se dispone a recorrer las calles y pasajes de uno de estos pueblos, se encuentre el visitante con el recibimiento de unos perros ladrando que, por encargo de sus amos, no se muestran nada amistosos y se comportan como los verdaderos dueños del lugar, sin querer compartirlo, aunque sea un ratito, con los curiosos y nostálgicos que allí han acudido. Eso nos lleva a pensar que esos recién llegados habrán recuperado algunas casas, pero no el verdadero sentido de lo que es un pueblo.

El porqué hay tanto pueblos despoblados en la provincia de Huesca es un hecho, bien estudiado. Todos estos núcleos de población, que solían contar con muy pocos habitantes, eran normalmente aldeas, lugares, pueblos muy pequeños, casas aisladas (casas fortificadas, pardinas, dedicadas a la ganadería) y proliferaron por la geografía oscense cuando, a partir de la expansión del Islam por la Península en el siglo VIII, buscó refugio en los valles pirenáicos una población cristiana que no quería someterse a los recién llegados. Una vez empezada la Reconquista, los hombres de la montaña acudieron primero a luchar y luego a repoblar las tierras recuperadas.

No es cuestión de hacer un análisis de todos los acontecimientos históricos ocurridos desde entonces, pero entre los factores que han motivado el despoblamiento podemos señalar el sistema de heredad (uno de los hijos o hijas era nombrado heredero y el resto de los hermanos tenía que irse de la casa paterna o quedarse a trabajar por la casa, lo que suponía que muchos de ellos optaran por marcharse del pueblo); la limitada extensión de tierras de cultivo y la dificultad de trabajarlas, tanto por la orografía como por el clima; diversas epidemias que azotaron la población y además de acabar con muchas vidas originaron posteriormente crisis de subsistencia; todo esos factores, entre otros, empujaron a lo largo de los siglos a los hombres de la montaña hacia los valles y centros urbanos de mayor envergadura. En tiempos más recientes, el haberse quedado lejos de las vías de comunicación también ha sido un factor que ha obligado a abandonar el pueblo.

Para terminar este esbozo sobre el tema de la colección que hoy os presentamos, un dato: la provincia de Huesca tiene una densidad demográfica de 13.2 hab/Km2, una de las más bajas de España, cuya media está en 78.8 hab/km2. Y una recomendación: visitad el blog de Cristian, Despoblados de Huesca, pues os permitirá hacer un recorrido muy especial.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Una colección de relojes







medir el tiempo
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Nuestro coleccionista se llama Antonio y vive en Sevilla. Nos cuenta que desde siempre le han gustado los relojes y por eso los empezó a coleccionar cuando todavía era un niño. Ya en su época adolescente, procuraba conseguir todos los que podía, y le gustaba llevar más de uno a la vez. Le gustan todo tipo de relojes, pero procura centrar la colección en los de pulsera de cuerda manual y/o automáticos (relojería de pulsera mecánica). Aunque tiene alguno de cuarzo, considera que esas no son piezas representativas en su colección.





Recordemos que la utilización del reloj de pulsera, empezó a popularizarse a principios del siglo XX, pues hasta entonces los varones lo llevaban suspendido de una cadena, que colgaban del bolsillo de su chaleco o chaqueta. Las mujeres lo llevaban también atado con unas cadenitas que prendían en sus ropas, normalmente en sus faldas, a la altura de la cintura. Se tiene constancia que el primer reloj de pulsera fue creado en 1810 por Abraham Louis Breguet para la reina de Nápoles, Carolina Murat. No obstante, como hemos comentado, el uso del reloj de pulsera no se popularizó hasta la Primera Guerra Mundial (1914-18). Entre las fechas más significativas en la historia de estos artículos, podemos citar el año 1880, cuando Girard Perregaux, que suministraba relojes para la Marina Imperial Alemana, añadió una correa al reloj de bolsillo de un oficial al que resultaba dificil el manejo del mismo durante las maniobras. Fue el primer reloj utilizado como instrumento (y no como adorno) en la muñeca. En 1892, la firma Omega fabricó el primer reloj pulsera, y el año 1900, fecha en la que esta misma firma fabricó el primer reloj de pulsera en serie o industrial, incorporando un mecanismo Lepine. En 1904, el joyero francés Louis Cartier creó un reloj de pulsera expresamente diseñado para el pionero de la aviación Alberto Santos Dumont, que fue una referencia para los que se hicieron después. Aunque, no fue el único modelo a segir, ya que ese mismo año Hans Wilsdorf, el fundador de Rolex, ideó por su cuenta un modelo similar. La exposición de Berna, de 1914, supuso la consagración del reloj de pulsera y, justamente a causa de la Primera Guerra Mundial, varias firmas lanzaron al mercado nuevos modelos, algunos destinados a los militares.

Con el nombre de relojes de pulsera se designa a aquellos relojes, integrados o sujetos por correas de cuero, metal o materias sintéticas, que se llevan en la muñeca. Básicamente podríamos decir que pueden ser analógicos (con el sistema de agujas); numéricos (si aparecen las cifras para indicar la hora) o mixto, es decir, analógicos y numéricos (p. e. analógico para las horas y las cifras para indicar el día.

Por cierto, que es importante señalar que estos relojes cada día ofrecen más funciones suplementarias. Además de señalar la hora, los hay que ofrecen el día del mes, día de la semana, mes del año, fases de la luna, constelaciones, mareas, horarios en otros países, despertador, brújula, etc.

A Antonio, lo que más le gusta de los relojes son los aspectos técnicos de su funcionamiento, aunque reconoce que también es importante el diseño. Y a la hora de adquirir nuevos ejemplares, como es natural, lo que busca son relojes distintos de los que ya tiene. Por ejemplo, cuando ya disponía de relojes con cronógrafo, buscaba que éstos tuviesen distintos movimientos (máquinas, calibres). También se interesaba en poseer diferentes máquinas para medir su diferente rendimiento, etc. El valor material no influye en sus predilecciones, y sólo lo tiene en cuenta cuando ello supone un obstáculo para conseguir la pieza codiciada.
Para adquirir nuevos ejemplares utiliza todos los medios a su alcance. Desde acudir físicamente a alguna tienda de las que encuentra en los distintos lugares a los que viaja, hasta buscarlos por internet, donde puede establecer contacto con coleccionistas y amantes de relojería de diversos foros. No tiene preferencias a la hora de adquirir un nuevo modelo, pues si tropieza con un modelo que no tiene, consigue un buen trato a nivel económico y personal y dispone del dinero para comprarlo, el reloj pasa a su colección. De todos modos, antes de efectuar una nueva compra, procura informarse bien sobre lo que está buscando. Libros, revistas especializadas, foros en internet y la experiencia de otros coleccionistas, todo sirve para ayudar a conocer las que han de ser nuevas piezas de la colección.

Actualmente hay muchos coleccionistas de relojes, pues hay mucha afición. Internet ha facilitado mucho el contacto entre aquellas personas de gustos afines y existe mayor facilidad de intercambio. Por el momento, los contactos que ha tenido en la red siempre han sido operaciones positivas. Antonio tiene una web "El coleccionista de relojes" para dar a conocer su colección y ofrecer la información de la que dispone.

Nuestro coleccionista procura que los relojes que tiene en la colección funcionen, y lo hacen casi todos. Aunque hay alguno de los años 50 a los 90 que, por el momento, están parados; otros están abiertos en la "mesa de operaciones", en proceso de reparación y a otros los ha llevado a su "relojero de cabecera". El tener un "relojero de cabecera" parece que es un hecho habitual entre los coleccionistas, que sólo confían sus piezas a su hombre de confianza. Antonio también hace pequeñas reparaciones, como, por ejemplo, detectar los problemas en la marcha con un cronocomparador (aparato que mide entre otras cosas la precisión de los relojes mecánicos).

Las piezas de la colección las tiene repartidas en varios lugares. Algunas están en su casa, porque son las que utiliza habitualmente; otras las tiene en casa de algún familiar y, también, guarda algunos ejemplares en cajas fuertes en bancos. Ya tiene una cantidad apreciable, alrededor de 100 contando alguno de bolsillo y los de cuarzo. No incluye en este recuento los relojes de pared, mesilla, etc.

Entre los preferidos, podría citar un Chronoswiss delphis, el Rolex submariner (mod. 14060), Jaeger le Coultre Dualmatic, Glashutte Original panomatic y el Certina DS3 reedición.

Verdaderas obras de arte destinadas a una función bien utilitaria: medir el tiempo.




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miércoles, 9 de noviembre de 2011

Lote nº 75 de imágenes de casas construídas sobre la vía pública o pasajes

Foto nº 445: Elche. Antoni Palmarola


Foto nº 446: Rothenburg (Alemania) M. J. Fuster





Foto nº 447: Azanuy (Huesca). Silvia Montes



Foto nº 448: Vigo. Antoni Palmarola



Foto nº 449: Barcelona. Silvia Montes


Foto nº 450: Varsovia (Polonia). Cristina Monreal




Foto nº 451: Alicante. Antoni Palmarola



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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Una colección de etiquetas triangulares de queso fundido






para fundirse







Ya hemos tenido ocasión de presentar a Jordi Boladeras y a Anna, su mujer, coleccionistas de trípticos de restaurantes orientales. Pero no es esa la única colección original que hacen los dos juntos porque, cada uno de ellos, además de las colecciones que tienen en común llevan otras individualmente. De todos modos, aunque la colección que queremos comentaros ahora se considera que es de Jordi, la verdad es que Anna también le ayuda todo lo que puede. ¿Y de qué colección se trata? pues de la de etiquetas triangulares de queso fundido, esas a las que muchas personas les dan el nombre de "etiquetas del caserío" (recurriendo a una popular marca), aunque existe una gran variación de fabricantes. Los quesitos que las llevan suelen presentarse en cajas redondas de 8, 16 o 24 unidades. Este tipo de queso, también llamado procesado o manufacturado, es un producto lácteo elaborado a partir de queso. Fue inventado por Walter Gerber, en la ciudad de Thun (Suiza) en 1911, pero fue James L. Kraft el primero en aplicarlo como patente en 1916.

Jordi empezó su colección a principos del 2000, y un factor que le motivó a empezar con ella fue el hecho de que buscaba una temática un poco diferente a las colecciones más populares. Los mostradores de los hipermercados y grandes superficies vinieron en su ayuda, pues aquellas pequeñas pequeñas etiquetas triangulares le llamaron la atención. Bien es cierto que al principio no había tanta variedad como la que hay en la actualidad, pues había prácticamente sólo dos marcas, pero en los viajes que hacía a Andorra empezó a descubrir todas las posibilidades que ofrecían estas etiquetas. Además, algunos establecimientos tenían su propia marca, lo que aumentaba la oferta. También empezó a conseguir nuevos ejemplares gracias a sus amigos, que viajaban al extranjero y le traían las etiquetas que encontraban en las porciones de queso que ofrecen en los desayunos-buffet de los hoteles o le compraban expresamente alguna caja. Por otra parte, Jordi tuvo la oportunidad de ponerse en contacto a través de internet con coleccionistas de otros países con los que pudo intercambiar, mandándoles ellos los que existían en sus lugares de origen o incluso alguna etiqueta del nuestro, que él no había llegado a encontrar comercializada. Y fue una suerte, el encontrar álbumes de un coleccionista que había reunido algunas etiquetas antiguas y las había pegado en hojas. Poco a poco las pudo recuperar, separándolas y organizándolas a su manera. Y es que ésta es una colección que se enriquecer básicamente con intercambios, ya que no hay posibilidad de comprar piezas sueltas en el mercado, a no ser las que van adheridas al queso.

Actualmente Jordi tiene más de 2.500 etiquetas distintas. Nos cuenta que cuando le preguntan cuántas tiene, él suele contestar "unas 95" y la gente suele decir un "0hh", pero cuando añade "95 diferentes, sólo de la famosa "vaca que rie", y entonces el "ohhhhh" ya es enorme.

Las etiquetas son mayoritariamente de procedencia europea y, dentro de ella sobresalen países como Chequia, Hungría, Francia, Suiza, Inglaterra. Si hablamos de marcas, destacan sobre todo la famosa Vaca que ríe, la casa Grosjean, Gerber, Kraft, Newstlé, Hochland.. En España destaca El caserío, Santé y las marcas blancas de superficies comerciales.

Las etiquetas las guarda en unas fundas que tienen 25 compartimentos. Estas hojas las va completando con etiquetas de características parecidas, por ejemplo, etiquetas con imágenes de vacas, etiquetas de paisajes, o utilizando los nombres de referencias. Con este procedimiento ha realizado diferentes álbumes y cuando le llega una nueva pieza, según sus características consulta uno u otro álbum.

Jordi no sabe muy bien cuáles son las más antiguas, pero tiene algunas de El Caserio que considera que son de hace unos 50 años, dada la evolución del papel y diseño. De las marcas extranjeras tampoco tiene información sobre la antigüedad de las etiquetas, pero las que el tiene suelen ser actuales, pues hay que pensar que este sector del mercado se ha expandido a partir de los años 90.

A Jordi le gustan todas, pero las que más le llaman más la atención son las que proceden de países lejanos, o aquellas en las que se puede observar la evolución del diseño de una marca. También le resultan muy atractivos algunos dibujos, por ejemplo, las colección de etiquetas de dibujos del pato Donald, Mickey..... otras de Pumuki, Pingu, Ratatouille, personajes de cuentos, etc.

Entre las figuras más representadas, se encuentra la de la famosa vaca, dibujos de pueblos, castillos, montañas, vestidos típicos, deportes, flores, plantas. Aunque también hay bastantes que utilizan solamente el nombre de la marca y alguna referencia del queso.

Entre las cosas curiosas que ha encontrado con esta colección, es que cuando fueron de viaje con Anna a Chequia y Hungría, los establecimientos comerciales ofrecían las cajas abiertas y se podían comprar las porciones que se quería, no importaba si era una o dos porciones. También es llamativa la cantidad de gustos diferentes de los quesitos, porque aparte de los que corresponden a quesos más fuertes y suaves, hay gran cantidad de quesitos que destacan por sus gustos variados, como quesitos con queso azul, emmental, gouda, finas hierbas, pimiento, tomate, salami, jamón, champiñones. Una colección que nos hace la boca agua y nos deja ¡fundidos!