domingo, 24 de mayo de 2009

colección de etiquetas de fruta



El nombre

de

la fruta








Varios coleccionistas nos han confesado que el motivo de que ellos hagan una colección obedece, principalmente, a que quieren continuar una que su padre había empezado. Lo que no habíamos encontrado hasta ahora es un caso como éste que os presentamos. Uno de nuestros coleccionistas de etiquetas de fruta, Miguel, nos ha explicado que la colección de etiquetas de fruta en realidad la empezó su hijo Arnau y él ha sido el que le ha "seguido" en la iniciativa. Esto ocurrió porque, al ver la cantidad de material que estaba consiguiendo reunir Arnau, Miguel le aconsejó que tenía que actuar con cierto orden y criterio. Bueno, el caso es que entre consejo y recomendación el padre se fue aficionando a las etiquetas y se puso a coleccionar lo mismo que su hijo (la verdad es que no sabemos con exactitud cómo va este asunto, es decir, si a Arnau se le han pasado las ganas de coleccionar etiquetas de fruta porque ahora lo hace su padre, o si trabajan en buena armonía los dos juntos, que es lo que les deseamos... ).

Lo que sí que sabemos, es que fue en el año 2006 cuando los tres coleccionistas que hoy os presentamos se encontraron gracias a internet. Se habían puesto en contacto con el fin de intercambiar piezas y, de la amistad que nació entre ellos, después surgió la idea de dedicar una web a esta colección. Dicho y hecho, en el año 2008 ya estaban en la red. Allí podemos conocer, gracias a la información que facilitan, cómo se las arreglan para conseguir una cosa que, en principio, no está pensada para comprarse ni para venderse individualmente, sino todo lo contrario, pues las etiquetas aparecen pegadas en las frutas y legumbres. En ellas se suele mencionar, fundamentalmente, el nombre del producto y también el nombre de la empresa que lo produce.

Según cuentan nuestros coleccionistas, para hacerse con ellas tienen tres alternativas: a) comprar fruta directamente; b) intercambiar con otros coleccionistas o, c) pedirla a cooperativas o empresas.
Al hacer la colección entre los tres, el único inconveniente que encuentran es que no siempre consiguen un ejemplar por triplicado, por lo que no siempre es posible repartírselas.

Actualmente, estos tres amigos han conseguido reunir más de 25.000 etiquetas distintas provenientes de muchos países. Hay que precisar que coleccionan tanto etiquetas adhesivas de fruta como de otros vegetales. Y, además de ellas se interesan por los cartoncillos, cartelillos y papeles de seda (de los que tienen más de 900), es decir, buscan todo tipo de identificación que acompañe a la fruta o a las cajas en que vienen presentadas. Gracias a la información que facilitan los textos y las imágenes de estas piezas se puede observar la evolución de una sociedad. En su pequeña superficie se encuentran plasmadas creencias religiosas, tendencias políticas, hechos históricos, mitos y leyendas de una sociedad, costumbres, modas, valores, vestimenta, folklore, símbolos... Algo tan pequeño y aparentemente sin importancia, como una etiqueta de fruta, puede convertirse gracias a la labor del coleccionista (que nos permite compararla con otros ejemplares y estudiar su evolución), en un testimonio más de una sociedad.

En su web presentan diferentes secciones. Entre ellas, destacamos la dedicada a las etiquetas de los Cítricos, sólo de las cuales parece ser que tienen más de 5.000. También es muy completa la referida a los Melones, de las que tienen, en la categoría de melones extranjeros, más de 2.000. Según su opinión de experto, las de los melones españoles son las más bonitas. De Bananas y Plátanos cuentan con más de 1.200 unidades. Parece ser que un 90% de los coleccionistas de etiquetas de frutas se dedican solamente a las de banana. Hasta tal punto son populares, que en ellas se promocionan muchas veces otros productos, ya sea películas de Walt Disney, marcas de cereales, etc. También hay apartados para tratar de las etiquetas de Manzanas y Peras, Legumbres, Uva, etc.

Como hemos comentado, además de etiquetas adhesivas coleccionan papeles de seda, en los que a veces se envuelve cada pieza de fruta, y también cartelillos, que son las pequeñas etiquetas que se ponían en las cajas de madera. Sobre estas piezas, los cartelillos, nos cuentan que se empezaron a utilizar en los años 20, ante la necesidad de identificar los envíos de naranjas que se destinaban a la exportación. Las produjeron sindicatos, cooperativas o empresas comerciales, que podían disponer de varios modelos distintos. Se recuerdan de aquella época nombres como CLUEA, UNEA, Sindicato de Frutos, etc. Posteriormente se utilizaron, sobre todo, durante la Guerra Civil. Alrededor de los años 70 dejaron de hacerse cuadrados, para presentarse como se hace actualmente, en tiras alargadas. En el Museo de la Naranja, tienen cartelillos de más de 7.000 marcas.

En cuanto al sistema de clasificación utilizado por estos coleccionistas, podemos decir que distinguen entre "frutas" y "vegetales". Las frutas, a su vez, las catalogan por orden alfabético. Por lo que respecta a los vegetales, si tienen diferentes tipos de vegetales de una misma empresa, optan por ponerlos todos juntos, para ofrecer una mejor visión de la marca.


Para ordenarlos lo primero que hacen es limpiar de adhesivo las etiquetas, con el fin de poder manipularlas mejor. Después, se sirven de las hojas de plástico de color negro con banda transparente que utilizan los filatelistas. Cuando se trata de otro tipo de piezas de mayor tamaño, se colocan en las hojas magnéticas destinadas habitualmente a guardar fotos.

Y, para terminar, una confesión: su pasión son las etiquetas con forma de hoja, los "cartelillos" y los papeles de seda de los cítricos. Antes de hincarle el diente a una sabrosa fruta no os olvidéis de sacarle la etiqueta, pero no la tiréis: se la guardáis a un coleccionista, por ejemplo, a los que os hemos presentado hoy... (si pueden ser tres ejemplares... ¡mejor!).






jueves, 14 de mayo de 2009

Una colección de teatros de papel



SE SUBE
EL TELÓN...




... y nos encontramos con unos teatros a los que no les falta de nada, pues tienen su escenario, su telón, sus personajes... Lucía Contreras Flores los colecciona y ha reunido un buen número de ellos.

Cuando era pequeña, había jugado frecuentemente con su hermana Victoria con uno de esos teatritos que tenían en casa, que ya había pertenecido a su padre y a una tía. En aquél escenario se desarrollaron infinidad de aventuras que fueron fruto de la inventiva infantil, con una puesta en escena que requería bastante pericia, pues no es fácil dar vida a los personajes en un espacio tan reducido.
Cuando se hicieron mayores, Victoria restauró con cariño y mimo el teatrito y se lo cedió a su hermana. Poder tenerlo cerca, mirarlo y admirarlo a diario fue para Lucía el punto de partida de la pasión por los teatros de papel y también lo que la impulsó a hacer la colección.
El origen de este tipo de teatros se encuentra en los dioramas, que fueron muy populares en el siglo XVIII.

Eran los dioramas unas láminas donde aparecían representados en distintos planos unos decorados y unos personajes. Al desplegar las hojas, los elementos que formaban una escena se presentaban en distinto plano, reforzando la impresión de volumen y profundidad gracias a su visión tridimensional. Con esta técnica se reproducían, fundamentalmente, escenas bíblicas, belenes y batallas famosas y el público quedaba impresionado por el realismo de las mismas.
Explica Lucía en su web que los teatros de papel propiamente dichos empezaron a conocerse en Inglaterra a principios del siglo XIX, popularizándose después por toda Europa.

Se trataba de unos teatros pequeños que normalmente se colocaban encima de una mesa, para facilitar la visibilidad y el manejo. Todas las piezas que los componían venían representadas en láminas de colores brillantes, generalmente litografías, que había que recortar y después pegar sobre un cartón o en láminas finas de madera.

Se atribuye la invención de este tipo de teatros a William West. Este impresor, el año 1808 encargó a John Kilby unas estampas de teatro juvenil que tuvieron mucho éxito, así es que poco a poco fue aumentando la colección.

Green, que era un aprendiz en el taller de West, al ver que había mucha demanda de este artículo, se decidió a lanzar en 1812 el primer frontal o proscenio de teatro, idea retomada por su ex-jefe, que poco después sacó al mercado unos teatros con escenarios, personajes, libretos, bastidores y que bautizó como "Juvenil Drama", nombre con el que todavía hoy día se conocen.

Las figuras, que solían medir de 8 a 12 cms. llevaban unas tiritas de cartón o hierro para poder manipularlas durante su "actuación". Se vendían separadamente fachadas de teatro, decorados, figuras, incluso textos para representar. Aunque destinados en un principio a los más jóvenes de la casa, lo cierto es que se llevaban a escena tanto cuentos infantiles como óperas o las obras de grandes maestros, ya fueran dramaturgos como Shakespeare o autores de novelas como Julio Verne.

La mayoría de estos teatros reproducía el llamado tipo italiano, con dos partes bien definidas. En la primera, el espacio dedicado al público, con forma de herradura y en donde se encuentra el patio de butacas o platea, con los palcos alrededor a distinto nivel.

La otra parte es la caja escénica, donde se distingue el escenario, que es el lugar donde se lleva a cabo la representación, con su proscenio (parte delante de la escena) y el foro (al fondo); un foso, bajo el suelo del escenario y el telón, para separar el proscenio del público. La orquesta, cuando interviene en la representación, es instalada en un foso entre el proscenio y la primera fila del patio de butacas, de manera que no impida la visibilidad de lo que acontece en el escenario.
En Alemania los Scheiber fueron los grandes difusores de este tipo de teatros. Joahann Ferdinand Schreiber (1809-1868) que tenía un negocio de impresión de litografías fue el fundador de esta saga familiar. Su hijo Ferdinand fabricó grandes escenarios y en 1831 empezó a imprimir series de láminas litografiadas con cuentos infantiles para ser esceneficados. Lucía también menciona a Gustav Kühn y Joseph Scholz, todos ellos de la ciudad de Neuruppiner.

En España la producción de los teatros se desarrolló en Cataluña, donde Joan Llorens y Antón Bosch fueron los precursores. Después, "Paluzie" y "Seix i Barral", ámbos editores de libros escolares, tomaron el relevo y supieron ofrecer productos muy cuidados. Esteve Paluzie, que además de editor era un famoso pedagogo, tenía un negocio de estampería y editaba láminas de papel con imágenes para recortar, representando estampas populares. A partir de 1865 fue introduciendo en su producción embocaduras, decorados y personajes de teatro, que una vez recortados se pegaban sobre madera.
Ya en el siglo XX, concretamente en 1915, las industrias gráficas de "Seix i Barral" comercializó el "Teatro de los Niños", que alcanzó mucho éxito. Creó 10 modelos de proscenios diferentes, con magníficos decorados y llenos de detalles. También editó 23 obras que se podían representar indistintamente en todos sus teatros.

Lucía Contreras ha participado en varias exposiciones. Ha estado, entre otros sitios, en la "Casa de los Títeres" de Abizanda (Huesca), en el Museo Valenciano de la Ilustración y este mes de mayo, del 20 al 23, expone en Holanda, en Harderwijk.

Como hemos comentado, tiene una web muy bien documentada en la que se pueden ver muchos de sus teatros y en la que explica la historia de los mismos, las características técnicas, la producción de los diferentes países, etc. Os recomendamos que la visitéis para conocer muchísimas más cosas sobre esta estupenda colección, porque en Procoleccionismo no hemos podido hablaros de todo ello y ahora, ya, aquí...



¡SE BAJA EL TELON!



Fotos: Copyrigth © 2008 LUCIA CONTRERAS FLORES.

sábado, 9 de mayo de 2009

Lote n° 33 de imágenes de casas construídas sobre la vía pública o pasajes



Foto n° 194: Homberg (Alemania) M. J. Fuster



Foto n° 195: Pasaje Lodares (Albacete). Antonio Navarro



Foto n° 196: Schwabisch Hall (Alemania) M. J. Fuster



Foto n° 197: Cáceres. Fernando Fuster




Foto n° 198: Mosqueruela (Teruel) Celedonio García



Foto n° 199: Barbaruens (Huesca) M. C. Carrera





Si quieres enviarnos una foto puedes hacerlo a:




¡gracias!

sábado, 2 de mayo de 2009

Una colección de planchas






¡Que plancha!








Victor Barón ha mostrado la estupenda colección de planchas que tiene en su blog "El mundo de Victor Barón", pero Procoleccionismo no quería quedarse sin hablar de una colección tan interesante, así es que le hemos pedido que nos cuente algo más sobre ella. Y, para introducir el tema de la plancha, empecemos desde el principio.

Todo el mundo tiene muy claro para qué sirve una plancha, pues sabido es que su función es alisar los tejidos, aunque también se utiliza para formar pliegues y dar forma a la ropa. Lo que ya no es tan evidente es el origen del artilugio, ya que hay opiniones para todos los gustos.

Hay quien afirma que fueron los griegos en el siglo IV a. C. los primeros que recurrieron a una especie de planchas, que eran unos cilindros o rodillos que se calentaban previamente. Otros mencionan como inventores a los chinos, pues parece ser que ya a principios de nuestra era utilizaban un recipiente de lata dotado de un mango (¿sería algo parecido a los calientacamas?) que contenía brasas en su interior. Algunos "estudiosos", para datar el invento se remontan a los romanos, vikingos, etc.

Sea como sea, y como son teorías a las que no podemos aportar ninguna luz, nos remontaremos sólo al pasado inmediato, ya que está mejor estudiado.

Antiguamente, para llevar a cabo la acción de planchar se recurría tanto al calor como a la presión, siendo considerada la utilización de pesos como la técnica más primitiva. En el siglo XVIII las planchas eran de hierro y se calentaban en el fuego.


Después, llegó el invento de las planchas huecas o planchas de carbón, dotadas de una concavidad en su interior donde se ponían brasas o un ladrillo calentado. Este sistema permitía más autonomía en el trabajo, pues se mantenía el calor más tiempo, presentando el inconveniente de que las planchas debían ser aireadas periódicamente por medio de un fuelle. Otro problema era que, frecuentemente, provocaban quemaduras en las manos de las personas que las manipulaban. Así, pues, las trabajadoras (fue un oficio de mujeres) por un lado tenían que procurar no quemarse y, por el otro, debían estar muy atentas a que no se tiznara la ropa con el carbón .

Ya en el siglo XIX se lanzó al mercado una plancha llamada de lavandería que se calentaba sobre fogones. Otros métodos utilizados fueron los que en lugar de carbón recurrieron al agua caliente, gas o alcohol.

El año 1882 fue el año de la invención de la plancha eléctrica, patentada por Henry Seely, aunque no llegó a popularizarse por el hecho de que todavía muchos hogares no contaban con electricidad en sus casas y, además, el ingenio presentaba algunos inconvenientes técnicos. Aquella primera plancha eléctrica se calentaba al contacto de un soporte, pero este proceso era muy lento y, para colmo, después se enfriaba rapidamente. El calor era generado por una resistencia a partir de la corriente eléctrica.

En el año 1906 Richardson empezó a fabricar planchas y parece ser que fue quien definitivamente les dio el nombre con el que actualmente se conocen (sería en inglés, porque no creo que este señor dijera de repente la palabra "¡plancha!", así es que diría "iron!"...). Otra fecha importante fue la de 1924, cuando se introdujo el termostato y también el año 1926, cuando se empezó a fabricar la plancha con rociado de vapor.

Esta es la historia de la plancha, pero también nos interesa conocer la historia de la colección.

Victor nos cuenta que a él le gustan las cosas con cierto "saborcillo" de tiempos pasados. A veces compra piezas o artículos que le parecen interesantes sin que por eso quiera decir que vaya a hacer colección. Por eso ha reunido una serie de utensilios varios, libros, revistas... No es de extrañar que tenga de todo un poco a juzgar por su última compra en un rastro: un manual de atletismo antiguo, un dedal de porcelana, una cartilla militar de 1952, un paquete de gaseosas de sobre "La Samaritana", algunas fotos antiguas... total de la compra: ¡5 euros!

De pequeño coleccionó sellos, monedas y alguna cosa más. Con lo que fue más constante es con la colección de postales antiguas de Zaragoza, aunque al final las vendió. En el caso de las planchas dice que se ha encontrado con esta colección casi sin pretenderlo. Unas las recogió en casa de sus padres, otras se las han regalado sus suegros o algún familiar.

La verdad sea dicha, como no ha sido su intención coleccionarlas, sino que las guardaba porque le gustaban, las tenía hasta hace poco repartidas por varios sitios. Ahora ha empezado a "concentrarlas" todas en una bodega que tiene, donde comparten espacio con básculas, radios antiguas, hoces, etc.

Victor, que vive en Zaragoza, entre el trabajo, el deporte y la genealogía no ha tenido mucho tiempo de investigar el lugar dónde fueron hechas sus planchas o el fabricante que las hizo, pero dice que a partir de ahora se va a interesar por ello. Por cierto, que como hay planchas tan espectaculares y bonitas, hay que estar atento al comprarlas, porque algunos modelos antiguos son reproducidos simplemente como objetos de decoración, sin que hayan funcionado nunca ni puedan hacerlo. Y eso no es lo que quiere un coleccionista que se precie, pues si se decide a hacer una colección de planchas, está interesado en aquellas que han sido utilizadas para dicho menester y, si le venden una "made in China", eso también es una plancha, pero de las otras...

No es de extrañar que las imiten... ¡son tan bonitas!