sábado, 28 de marzo de 2009

Lote n° 31 de imágenes de casas construídas sobre la vía pública o pasajes



Foto n° 182: Porrentruy (Suiza). M. J. Fuster



Foto n° 183: Urrea de Gaén (Teruel). Celedonio García



Foto n° 184: Maastricht (Países Bajos). M. J. Fuster



Foto n° 185: Menoyo (Alava). Goretti Mendia Urquijo

Foto n° 186: Cáceres. Fernando Fuster




Foto n° 187: Molinos (Teruel). Fernando Abad




Si quieres enviarnos alguna fotografía puedes hacerlo a:


mjfuster20@gmail.com


¡Gracias!




domingo, 22 de marzo de 2009

Una colección de libros de cocina






El "abc"




de la




COCINA







Los padres transmiten y legan a los hijos muchas cosas, pero Sebastián Damunt recibió del suyo algo muy especial: nada más y nada menos que una colección de unos 8.000 libros de cocina.

Sebastián Damunt Nincles era cocinero y propietario del restaurante el Tinell, en Barcelona. Tuvo siempre la inquietud y la curiosidad que caracteriza a los buenos coleccionistas y eso le llevó a interesarse no sólo por los libros de cocina, sino también por todo tipo de piezas relacionadas con la cocina. Reunió una importante muestra de objetos en hierro, cristal, grabados, etc. pues su ilusión era crear un museo de cocina y gastronomía. Al decir hierros, queremos decir, por ejemplo, cadenas de fogariles, parrillas, morteros, asadores, cucharas, etc.

Nuestro coleccionista se hizo cargo de la colección de su padre en 1983, cuando éste falleció. Afortunadamente, se había trasladado a vivir a una vivienda nueva y allí pudo disponer de espacio suficiente para acoger los 8.000 libros. Poco a poco fue encontrando un lugar para cada uno de ellos en las estanterías, agrupándolos por temas: Cocina, Pastelería, Vinos, Productos, Agricultura, Medicina, Dieta, Lácteos, Diccionarios, etc. etc. Dentro de estos grupos hizo una clasificación por idiomas: castellano, catalán, francés (muy numerosos, por cierto, no en vano es la lengua de la gastronomía), inglés, alemán, etc.

Una vez colocados en su sitio, Sebastián pensó en instalar un programa informático para poder acceder a autores, títulos, fecha de publicación, etc. En aquellas fechas los ordenadores personales estaban todavía en su inicios y no había muchas posibilidades donde elegir. Aún recuerda que compró un PCW Amstrad, que no tenía disco duro, sólo funcionaba con los disquettes.

Ya han pasado 25 años y la informatización de la biblioteca todavía no está acabada del todo... La razón es que hace cinco años llevó a cabo otro cambio de domicilio y eso alteró completamente la clasificación que había establecido. Así las cosas, ahora todavía le falta incluir en el listado unos dos o tres mil libros que tiene repartidos por la casa, fuera de la biblioteca.

Ordenados o no los libros, lo cierto es que la colección está en muy buenas manos, pues Sebastián está haciendo mucho por ella. No se ha limitado a guardar lo que recibió sino que ha aumentado el número de ejemplares, pues ya cuenta con más de 10.000 y, además, procura difundir al máximo todo el material documental que posee. Concretamente, tiene algunos blogs que le permiten dar a conocer los libros y lo que ellos enseñan.



El blog "Libros de cocina" constituye una extensa bibliografía gastronómica. En este espacio Sebastián va presentando uno a uno los diferentes títulos de la colección, no con el fin de hacer una crítica de ellos, que no está en su ánimo, sino simplemente para darlos a conocer. Su deseo es que el público en general sepa lo que se ha escrito sobre Cocina, se interese por ella y, ¿por qué no? que se anime a coleccionar libros. En el blog se ofrecen las siguientes categorías o temas: Agricultura, Bebidas, Cocina, Dietética, Gastronomía, Guías, Libros de cocina, Plantas y especias, Productos Alimentarios y Vinos. Vemos que todo este abanico temático da para mucho y comprende todos los aspectos de la relación hombre-alimentación.

Sebastián también tiene otro blog dedicado a los "Frutos del mar" y uno de temática más amplia, llamado "Charla de sobremesa".

Entre los ejemplares que recibió de su padre, se encuentran algunos que datan del siglo XVI. Y es que la historia del libro de cocina es muy antigua.

Parece ser que los griegos, ya antes de Cristo, escribieron textos sobre el arte culinario. Aunque no se ha conservado nada, existen referencias de que en tiempos de Pericles se escribieron obras excelentes sobre el tema, entre otras la titulada Hedypatheia (el bien comer).
Los romanos no se quedaron atrás. En el siglo XV se descubrió la existencia de la famosa obra Di Re Coquinaria de Marcus Gavius Apicius (siglo IV), de la que se hizo una primera edición en 1498 en Milán y varias ediciones posteriores, lo que ha permitido que llegara su contenido íntegro hasta nuestros días.
Durante la Edad Media también se prestó atención a los textos que contenían temas culinarios, aunque se solían presentar junto a escritos sobre otras materias, como la Astrología, Medicina o Agricultura, incluso acompañando comentarios sobre Moral o Economía doméstica.

La aparición de la imprenta en el siglo XV permitió difundir a gran escala algunos títulos de libros de cocina que, generalmente, estaban escritos por grandes cocineros y tenían como tema primordial la descripción de platos sofisticados para grandes festines o los manjares ofrecidos en banquetes reales o de la alta nobleza. Se considera que el primer libro editado fue "De honesta voluptapte et valitudine (De la voluptuosidad honesta y del bienestar) escrito por Barthomeu Sacchi, bibliotecario del papa, aunque dicha obra no es propiamente un libro de cocina.

Fue a partir del siglo XVIII cuando cobró forma el libro de cocina tal y como hoy lo conocemos, que estaba destinado al público en general (más bien amas de casa), con recetas que indicaban paso a paso la elaboración del plato elegido y la enumeración de ingredientes con sus cantidades exactas. Recordemos, como ejemplo ilustrativo, el éxito que tuvo en Francia "La Cuisinière Bourgeoise", en 1746, o, ya después de la Revolución "La Cuisinière Républicaine", títulos que ponen de manifiesto la "democratización" de este tipo de libros.

Tanto los libros de cocina como todos los relacionados con la alimentación (incluído el humor) han sido siempre un buen tema de coleccionismo. Uno de los coleccionistas más célebres, (aparte de Sebastián Damunt), fue el barón Jérome de Pichon. Gracias a su colección, Jorge Vicaire, antiguo director de la Biblioteca Nacional de Francia pudo escribir la gran Bibliographie Gastronomique, en el año 1890.
Los libros de cocina nos permiten no sólo llevar a cabo un recorrido histórico, sino también geográfico. La alimentación de los pueblos pone de manifiesto la economía, cultura, clima, influencias políticas, aspectos sociológicos, etc. de un país. Un plato de spaguetti, un chop-suey, un pudding o un arroz negro nos cuenta tanto sobre el país donde se consume como la información que nos puede ofrecer la visita a un lugar turístico. Así pues, vamos a conocer mundo gracias a la colección de Sebastián: "de primero", yo me pido fiori di zucca fritti y "de segundo" una buena paella, para acabar con un soufllé au chocolat de postre... !marchando! (¡Ojalá).






domingo, 15 de marzo de 2009

Una colección de hojas de afeitar







Una colección




de



doble filo










Esta es la historia de un invento y de una colección y, ámbas cosas las vamos a conocer gracias no sólo a un coleccionista, sino a dos. Ellos son Sergio y su hija Nadia, o, lo que es casi igual, Nadia y su padre, Sergio. Aunque no es muy frecuente que padre e hija compartan hojas de afeitar, ellos sí que lo hacen, gracias a esta estupenda colección.

Sergio y Nadia son argentinos y, como hemos dicho, se dedican a reunir hojas de afeitar, pero sólo aquellas comercializadas en su país, independientemente del lugar donde fueron fabricadas. El hecho de que se preocupen exclusivamente de conseguir las hojas de afeitar que se han vendido en Argentina, no quiere decir que no se interesen por las del resto del mundo, es una manera de poner límites a una colección que, en principio, podría ser vastísima.

Para estar seguros de que las hojas se han vendido en Argentina, procuran encontrar la publicidad correspondiente a su promoción y venta con algún tipo de documentación que lo confirme. Alemania y Estados Unidos fueron los países de los que más se importaron.


Según nos explican, consideran que ellos no tienen una gran colección, pues piensan que una colección importante es, por ejemplo, la que posee el principal coleccionista de hojas de afeitar de su país, Enrique Orchansky. Este coleccionista escribió hace unos años un estupendo libro que es la referencia obligada para todos los que comparten esta afición con él.


Hablar de hojas de afeitar es hacerlo de un artículo con una historia relativamente reciente, pues fueron inventadas justo a principios de siglo XX. Es fácil recordar el nombre de su creador, pues la marca sigue vigente todavía: King Camp Gillette.

Parece ser que este señor, de nacionalidad canadiense y origen francés, tuvo la buena intuición de canalizar sus energías hacia un fin determinado: inventar un utensilio de uso doméstico que fuera de "usar y tirar", así los clientes potenciales no disminuirían nunca. Después de mucho pensar e investigar, se le ocurrió que las hojas de afeitar podían ser el artículo que estaba buscando.


Sus expectativas se dirigían a satisfacer un mercado de millones de hombres que las iban a necesitar casi todos los días. No fue fácil llevar a la práctica su idea, pues dificultades "técnicas" retrason la fabricación de las hojas de afeitar, pero, finalmente, consiguió lanzar al mercado este pequeño producto que iba a causar una gran revolución. Se trataba de una hoja de lámina delgada de acero, afilada por ámbos lados, sujeta entre dos chapas que estaban unidas a un mismo mango y, todo eso, por poco dinero.

Ni que decir tiene que valió la pena tanto esfuerzo pues el señor Gillette se hizo millonario. Durante unos cuantos años nadie le hizo la competencia, hasta que en 1939, Philips inventó la maquinilla eléctrica.
En un artículo aparecido en "Selecciones del Reader's Digest" que puede leerse en la web de Sergio y Nadia, bajo el título de "Barbero de medio mundo" se narra la historia de King Camp Gilette y, entre otros datos curiosos, se dice, por ejemplo, que el retrato de ese personaje ha sido impreso más veces (¡96.000 millones!) que el de ningún otro hombre de negocios.

El hecho de que existiera un mercado potencial para este invento, se debía a que, desde muy antiguo, el hombre ha tenido el impulso de sacarse los pelos de la cara. Bien pensado, es un hecho muy curioso que el ser humano se haya obsesionado con este asunto, sin aceptarse tal cual es, quizás una manera más de querer diferenciarse del animal
(conclusión personal, sin base científica...).

El caso es que, después de haber probado a lo largo de los siglos varios sistemas para lucir un rostro limpio de pelos (desde una especie de pinzas hechas de moluscos, hasta la navaja especialmente diseñada para el afeitado), apareció este gran descubrimiento que nos ocupa: las hojas de afeitar hechas de acero al carbón o acero inoxidable, lo que permitió gracias a su afilado filo eliminar bien el vello y evitar hacerse daño durante la operación. Porque, no hay que olvidar, que la operación del afeitado no estaba exenta de riesgos, de ahí el dicho: "más vale mal afeitado que bien desollado".

Sergio y Nadia tienen una bonita web en la que podemos encontrar mucha información sobre todo tipo de temas relativos al afeitado.
Además de exhibir las fotografías de las piezas de su colección, presentadas por orden alfabético, muestran otras interesantes secciones, como una colección de maquinillas de afeitar o de afiladores; publicidad antigua; comentarios técnicos, como el que explica las características del papel parafinado con el que se forraban las hojas de afeitar para que no se oxidaran; datos históricos; anécdotas, muchas de ellas relacionadas con hechos o personajes de la Historia argentina, etc.

Sergio y Nadia nos cuentan que el crear el blog no solamente ha obedecido a su interés por intercambiar hojas y mostrar la colección, sino también a la voluntad de brindar toda la información que han recopilado sobre el tema. Como
esta documentación la van actualizando constantemente, piensan que siempre puede resultar interesante consultarla.

El iniciador de la colección fue Sergio, que es un gran coleccionista de muchas cosas (es un apasionado de la filatelia, numismática, cajas de fósforos comerciales argentinos, registradoras, balanzas, antigüedades de las empresas de ferrocarril y, muy particularmente, de Tango Argentino, con más de 18.000 canciones!). Nadia empezó ayudándole a hacer el blog sobre las hojas de afeitar el año 2008, y así fue como se entusiasmó también ella por el tema.

Antes de "cortar" el comentario sobre esta colección, queremos despedirnos con una información de orden práctico y un deseo de nuestros coleccionistas.

Por lo que se refiere al "orden práctico", decir que todas las piezas de la colección están guardadas en cajas, aunque nuestros coleccionistas están pensando almacenarlas en carpetas, para que resulte más cómodo buscarlas.
Respecto al "deseo", nos lo expresan así: como este artículo no se encuentra fácilmente en los mercados de pulgas (pues hay que reconocer que no existen muchos coleccionistas de hojas de afeitar), es muy interesante contactar con coleccionistas extranjeros, que suelen ser los que tienen piezas más raras y antiguas, por eso invitan a todas las personas interesadas en este tema a visitar su página y ponerse en contacto con ellos.

Una vez más hemos podido comprobar que no hay objeto anodino cuando se interesa por él un coleccionista. Gracias a su trabajo de recopilación y a su estudio del tema, se puede descubrir la apasionante historia de las cosas sin importancia.






viernes, 6 de marzo de 2009

Lote n° 30 de imágenes de casas construídas sobre la vía pública o pasajes

Foto n° 175: Huesa del Común (Teruel). María Jesús Vidal


Foto n° 176: Sevilla. Manuel Angel Lara




Foto n° 177: Varsovia (Polonia) M. J. Fuster


Foto n° 178: Varsovia (Polonia) M. J. Fuster




Foto n° 179: Cáceres. Fernando Fuster


Foto n° 180: Cáceres. Fernando Fuster



Foto n° 181: Sevilla. Manuel Angel Lara