lunes, 13 de julio de 2015

Sombreros


Chapeau!



La expresión chapeau! utilizada para demostrar admiración (un "me quito el sombrero ante esto"), nos parece la más adecuada para nuestra coleccionista de hoy, aunque no uno, sino varios CHAPEAUX son los que nos sacamos ante su colección.
Lourdes Pérez es un alma sensible que se deja cautivar por las cosas bonitas, y no se contenta solo con admirarlas, sino que quiere conocer el por qué, el cuándo o el de que están hechas todas esas prendas y objetos que le gustan. Es coleccionista de indumentaria femenina  pero en esta ocasión vamos a comentar su colección de sombreros.
A Lourdes le interesan los sombreros de mujer y centra su colección primordialmente en ejemplares de finales del siglo XIX y XX, entre otras cosas porque son más asequibles, aunque también tiene algunos antiguos. Y no solo son objeto de su interés los sombreros en sí mismo, sino también todo lo relacionado con ellos, como pueden ser los alfileres utilizados para sujetarlos, los soportes que se utilizan para confeccionarlos o exhibirlos, las sombrereras para guardarlos, fotografías de personas famosas utilizándolos, documentación de lo expuesto en museos, etc.
No hace falta explicar qué es un sombrero, pero sí que puede ser conveniente resaltar su aspecto utilitario, ya que su función principal es proteger las cabezas del frío, la lluvia o el calor. Cierto es que también han desempañado otras funciones, como puede ser la de marcar la identidad y el estatus social de una persona (no todo el mundo podía llevar sombrero, ni según que sombrero; era y es de uso obligatorio para respetar reglas de protocolo; se utilizan a veces como complemento de algunos uniformes y para hacer visible el rango del portador dentro de una institución, forman parte de los trajes tradicionales de muchos pueblos, etc.).
Por poner un poco de orden en el tema, que puede parecer frívolo pero no lo es, vamos a seguir cierto orden cronológico, aunque sea solo un breve apunte de cada periodo, aprovechando toda la información que facilita en su web.
Cuenta Lourdes que, de 1795 a 1829, durante los años de la Regencia, las mujeres llevaban unas capotas que adornaban con cintas, encajes, flores, plumas, incluso joyas, y que ponían en evidencia la clase social o el estado de la portadora, si era soltera, casada o viuda. En aquél tiempo, recordemos, que todas las mujeres llevaban el pelo cubierto.
Durante la época denominada Imperio, a partir de 1800, se utilizaron tanto sombreros de copa pequeña como de copa alta, turbantes y gorros y gorras. 
Según explica Lourdes, de 1879 a 1920 fue la gran moda de los sombreros con plumas, pero el comercio que se originó en torno a ellas, propició que se ejerciera una gran crueldad hacia muchas aves, incluso el exterminio de algunas especies.
Las plumas se habían usado desde siempre, tanto para la decoración de sombreros como en los adornos de vestidos y otros complementos. Se conocían las plumas de avestruz, garzas, pinzones, faisanes, águilas reales, pavos reales, etc. y más tarde se introdujeron las de animales exóticos, como el colibrí, ave del paraíso, quetzal, etc. pero el valor que alcanzó esta mercancía dio origen, como hemos dicho, a un comercio abusivo que, finalmente, acabó hiriendo la sensibilidad de una parte de la sociedad, y se reclamaron medidas para proteger a las aves.
Aunque en la primera década del siglo XX, se llevaron todavía plumas sobre los grandes sombreros que, a modo de platos, coronaban voluminosos peinados, finalmente, en varios países se legisló limitando su uso, aunque lo que fue definitivo para acabar con ellas, fue el hecho de que cambiara la moda
Efectivamente, después de la Primera Guerra Mundial y hasta la Gran Depresión, las mujeres operaron un gran cambio en su modo de vida. Empujadas por las circunstancias, empezaron a trabajar fuera de casa, sintiéndose más libres y más dueñas de sí mismas, y esa nueva mentalidad necesitaba expresarse en su estética. Se cortaron el cabello muy corto, se subieron las faldas y los sombreros pasaron a ser muy pequeños y fáciles de llevar. El modelo que se impuso fue el cloché, con forma de campana, que se hacía tanto con ala como sin ella. De todos modos, también convivieron con ese modelo otros de alas anchas, como las pamelas, incluso los adornos de plumas, aunque más discretos que anteriormente. 
Lourdes cuenta en su colección una mayor representación de modelos de los años 40 y 50. Y es que le encantan las capotas, que volvieron a llevarse acabada la Segunda Guerra Mundial. También se pusieron de moda tocados con rejillas y, aunque las plumas seguían teniendo sus partidarias, se controlaba la protección a las especies protegidas. 
A partir de los años 60 este complemento vestimentario cayó en desuso, salvo en verano o invierno, que continúa siendo de utilidad. No obstante, algunas mujeres famosas han conseguido a lo largo de los años poner de moda algún tipo de sombrero con el que resaltaban su personalidad. Este es el caso de Jackie Kennedy, que adoptó un tipo de sombrero pequeño y redondo que le daba un aire coqueto y moderno. Era el famoso pill box.  A la que fue reina de Bélgica, Fabiola, se la veía frecuentemente con turbantes y pamelas. La anterior reina de Holanda, Beatriz, era famosa por sus llamativos modelos y su nuera, la actual reina Máxima también. La reina Isabel de Inglaterra, no prescinde de este complemento nunca, habiendo creado su propio estilo.
Mucha información nos queda en el tintero, pero para saber más podéis visitar el blog de Lourdes "La sombrerera de Lady Marlo". Allí también ofrece datos de sombreros de caballero, aunque no los colecciona.
Nuestra coleccionista tiene unas 600 piezas en su colección, ha hecho varias exposiciones y es una verdadera entendida del tema. En otra ocasión, vamos a pedirle que nos hable de los alfileres de sombrero y otros accesorios, que bien merecen un comentario aparte sólo para ellos. Ahora solo nos resta decirle GRACIAS por haber querido colaborar.   



miércoles, 1 de julio de 2015

Una colección de gallos


Los gallos cantan al día…        


Gilberto Gallo es un coleccionista colombiano que hace varias colecciones, pero ahora nos ocuparemos de una muy especial, la de gallos precisamente. Y, aunque el tema elegido es el de los gallos, también se interesa, claro está, por todo lo relativo a las gallinas y los pollos.
El motivo por el qué se ha interesado en este tema parece evidente, ya que hace referencia a su primer apellido: Gallo. Y el sujeto de su colección es prácticamente todo aquello donde aparece una imagen del vivaracho animal, o de sus parientes (gallinas y pollitos). Ha conseguido reunir fotos, posavasos, cajas de fósforos, monedas, entradas de espectáculos, artículos de artesanía y muchas otras cosas, sobre todo sellos, donde frecuentemente aparecen representados. Ahora me quedo con la duda de si tiene que haber imagen para que el objeto sea coleccionable o no hace falta que la haya, con lo que podría estar interesado también en poemas, canciones...
Bueno, empecemos por lo elemental, que es definir qué es un gallo. Dice el diccionario que es un ave doméstica (Gallus gallus domesticus), onmívora e insectívora. Existe mucha diferenciación entre el aspecto del gallo y de la gallina. El macho es de pico corto y arqueado, plumaje lustroso y abundante, con una cresta roja en lo alto de la cabeza, una carnosidad colgante a cada lado de la cara y patas escamosas con espolones largos y agudos. La hembra es de tamaño menor, cresta más corta y no tiene espolones. Su plumaje tampoco es tan vistoso.
El gallo ofrece un aspecto majestuoso e imponente y los brillantes colores de sus plumas, junto a la manera de moverse (siempre con la cabeza alta) cumplen la función principal: poder pavonearse ante las gallinas.  
Desde muy antiguo fue domesticado por el hombre, que ha apreciado siempre su carne y los huevos que le proporcionaba la gallina, habiendo constituido estos alimentos una gran ayuda para la subsistencia de muchos pueblos. Actualmente se estima que es el ave más numerosa del planeta, con una cantidad que supera los 13.000 millones. Se le atribuyen al gallo muchas cualidades, como su actitud de estar siempre alerta, vigilante, activo, valiente, aunque también se le suele achacar el ser vanidoso, pendenciero y arrogante. Decir de alguien que es un "gallito" o que se cree "el gallo del corral", no es alabarlo precisamente por su modestia. Por contraposición, calificar de "gallina" a una persona es acusarla de blanda y de no saber defenderse.
La figura del gallo ha inspirado a muchos artistas tanto en pintura como escultura, literatura, etc. Algunos países hasta lo adoptaron como emblema, como en el caso de Fancia, Portugal o los walones belgas, y ha lucido, altivo y desafiante tanto en escudos de armas como  sobre miles de tejados (no en vano es la veleta más popular) o decorando multitud de artículos domésticos. No es de extrañar que Gilberto haya sucumbido a sus encantos.
Nos ha contado Gilberto que empezó su colección hace diez años, por lo que imaginamos que debe llevar un ritmo bastante vertiginoso de adquisición de nuevas piezas, ya que tiene muchas. De todos los artículos que ha conseguido, sus piezas favoritas son unas monedas de plata originarias de Perú. Hemos elegido como título de este comentario la estrofa de la canción "Los gallos cantan al día" que dice así: "Los gallos cantan al día que dirá usté eeee. Los gallos cantan al día, que dirá usté, eeee. Anuncian un nuevo día, así ha de ser eeee. Anuncian un nuevo día, así ha de ser, eeee". Pero nos parecería inexcusable no recordar aquí la super didáctica canción que dice: "Canta el gallo, canto el gallo con el kirikiri con el kirikiri, la gallina, la gallina con el karaka con el karakara. Los polluelos, los polluelos con el pío pío con el pío pá, se arma un lío con el kirikiri, con el karakara, con el pío pá, se arma un lío con el kirikiri, con el karakara, con el pío pá"
Por cierto, que es muy curioso conocer la onomatopeya del canto del gallo en algunos países. Si para nosotros el animalito ha dicho kirikiki toda la vida, los franceses le oyen decir cocorico, los ingleses cook-a doodle-doo, los italianos ciccchirichi, etc.  
No mencionaremos en esta ocasión los refranes y frases hechas, porque hay demasiadas, si tuviéramos más tiempo, "otro gallo cantaría", pero como ahora tenemos que terminar este comentario "en menos de lo que canta un gallo" (o sea, a toda velocidad), pues le queremos dar las gracias a Gilberto Gallo y despedirnos de él hasta que presentemos otra de sus colecciones. ¡Gracias!